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Apostar porla educación no es un lugar común, es la única vía posible

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Una vez realizada una aproximación al estado de las cosas en el artículo anterior, me animo a proponer algunas alternativas de cara a lo planteado. Empiezo afirmando, que no conozco, hasta la fecha, de otro mecanismo más eficaz para activar cambios personales y sociales que la educación. Apostar por la educación no es un lugar común, es la única vía posible; lenta, trabajosa, pero segura.

Dos palabras se disputan el origen de nuestra castellana “educación”: “educare”: formar, instruir y “educere”: sacar, extraer. Ambas lógicamente complementarias, educar será entonces, ir moldeando mediante un método, eso que ya tenemos en potencia dentro de nosotros. Pero esto no lo hace un “pedagogo” ( quien cuidaba los pasos de los niños para llegar donde estaba el conocimiento –la paideia–) entendido como mero informante de conocimientos, sino como auténtico “maestro” ( el que está parado más alto: porque ha vivido más, porque sabe más, porque puede transmitir su propia experiencia vital).

¿Qué transmitir? Ahora bien, ¿qué debe transmitir un maestro? En primer término, la hipótesis con la cual enfrenta su vida desde una positividad, si no tiene dentro de sí una mirada positiva de la vida y de la realidad, no debería dar clases. Los chicos y chicas requieren un yo vivo, despierto, que les permita afrontar el desafío de la vida. Debe comunicar las dos o tres certezas que posee, los dos o tres valores sobre los que descansa y explica su vida. No es posible que el maestro solo negatividad transmita, que solo sea capaz de comunicar sus resentimientos, sus dudas, sus rencores y traumas. No es posible que solo se dedique a desmontar las casi siempre pocas certezas que tiene un niño o joven en formación, y no sea capaz de dejar algo al menos tan bueno como lo que quitó. Y tampoco es cierto que a la escuela se vaya por el conocimiento técnico, quien esto afirme, de educación ha leído y practicado poco. Palabra de alguien que ha educado personas, jóvenes, adultos y niños, desde hace 30 años.

En materia educativa, la meta es clara, debemos aspirar a formar adultos, hombres y mujeres que sean capaces de usar la libertad responsablemente (la única forma además, de usarla, puesto que los actos humanos, para serlo, deben aspirar a la felicidad –estar bien con uno mismo y con los demás– y esto es la responsabilidad: pensar en las consecuencias de las acciones para uno y para los demás ).

¿En qué escenarios? Visto lo anterior, ¿en qué escenarios podemos materializar las reflexiones hechas? Centros educativos: educar no es transmitir conocimientos técnicos, es despertar el yo, la humanidad de cada quien, para que sean capaces de utilizar luego todas las herramientas técnicas que se les proporcionen. En otras palabras: inglés, para qué; cómputo, para qué; administración, para qué; es decir, los conocimiento como instrumentos para el plan de vida que se posea; si no tengo un plan, un proyecto vital que jalone mis días, de nada valdrán las herramientas técnicas que posea. Esto plantea, paradójicamente, que antes de llegar a los muchachos con cualquier propuesta en las aulas, debamos iniciar un trabajo en las aulas universitarias con los muchachos y muchachas que quieran ser maestros, con el fin de revisar los contenidos de sus planes de estudios, para determinar si encontramos materias, que sean capaces de despertar en ellos la necesidad de llevar vidas reflexivas, de leer, de analizar, se trataría de materias novedosas, que priorizando la experiencia humana, les lleven a replantear o revisar sus vidas y la forma como quieren vivirla. Pienso en materias llenas de cine, de literatura, de discusión en clase, pero no centradas en criticar las vidas de los otros, o al sistema, sino de verse y pensarse a sí mismos.

Familias: romper con la tradición, sin discernir entre lo verdadero y lo falso, solo porque viene del pasado, es un absurdo, lleno de prejuicio y superficialidad. La tradición genera pueblos. Es decir, colectivos unidos por costumbres, valores, experiencias.

Esta destrucción de lo que nos hace comunidad, nos aísla peligrosamente, desaparece la idea de pueblo y nos arroja al límite de la perdida de la libertad, puesto que un colectivo, siempre será más fuerte que un individuo aislado y sin vasos comunicantes. Por eso debemos rescatar de la tradición, lo sólido, lo verdadero y volver a educar en ella, sobre todo, porque hemos visto los efectos bondadosos de su práctica. Por eso deben volver las familias a plantearse la necesidad de hablar de cosas fundamentales, para la vida y para la construcción social: ejemplaridad del padre y de la madre, disciplina, orden, limpieza, hablar versus gritar, sentido de la fiesta en familia, pasar tiempo juntos y un largo etcétera lleno de creatividad.

Otras instancias educativas: Iglesias, boy scouts, corredores, equipos de deportes, grupos de patineta y baile, voluntarios –de empresas, de AED, de Techo para mi País, etc.–. Importa que además de hacer sus cosas específicas, vayan a lo que está antes: es decir, no interesa el deporte por sí mismo, ni el voluntariado, ni la patineta, ni rezar por sí mismo, importa porque son expresiones de un yo que quiere ser feliz, cumplir su propia vida y la de los demás, haciendo cosas que le entretienen y con las cuales, construyen y viven en un mundo mejor. Esto no es otra cosa que dar razones de las cosas que se hacen y hacerlas en clave social o comunitaria.

Todo esto supone un esfuerzo educativo nacional, que lógicamente va más allá del MEP, lo incluye, pero no lo tiene como actor exclusivo. Se requieren nuevas políticas de Estado que sean capaces de pensar en estas cosas y que lo hagan en clave de subsidiariedad, que no es otra cosa que saber, que ya en estas materias están pasando cosas y gentes que lo vienen haciendo bien, pero que requieren de un espaldarazo.

Foro Nacional. Todo esto podría empezar con un Foro Nacional, en el cual deberían sentarse muchos de los actores mencionados, en igualdad de condiciones, para que este esfuerzo formativo, de formación humana o como quiera llamársele, inicie. El MEP, las universidades, organizaciones voluntarias y deportivas, asociaciones de colegios, iglesias, estableciendo contenidos, programas, líneas de acción de este esfuerzo educativo.

Si el país ha hecho cosas así en otras áreas, unificando esfuerzos, dedicando recursos: por ejemplo en materia de exportaciones, tecnología y otros, vemos que es posible. Máxime en esta materia, en la que realmente se fundamenta cualquier otra cosa que pase en el país y en la que se juega nuestro futuro.