Programa nacional de prevención de la diabetes

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La diabetes es una enfermedad muy común que afecta aproximadamente a 300 millones de habitantes en el mundo y a 350.000 en Costa Rica. Es tan frecuente que muchos de los lectores de este periódico, al momento de leer estas líneas, conviven con ella y padecen sus consecuencias. La diabetes es una enfermedad familiar, no necesaria- mente genética. Quien tiene un familiar cercano con diabetes tiene más riesgo de padecer la enfermedad que el resto de la población.

Cuando la diabetes no está bien controlada, generalmente produce cansancio y debilidad, y, a mediano y largo plazo, daños irreversibles en ojos, riñones, nervios y corazón, que pueden conducir a ceguera, insuficiencia renal, impotencia, amputaciones, enfermedades cardiovasculares y muerte temprana.

Para los hombres, es particularmente devastadora ya que más del 50% de quienes la padecen sufren algún grado de disfunción eréctil.

Además, los pacientes con diabetes tienen mayor riesgo de cáncer y enfermedad de Alzheimer que la población general. En otras palabras, tener azúcar alto no es una cajeta; todo lo contrario. Aún así, no todo es malo en la diabetes. Ahora sabemos, con la recia certidumbre que dan los estudios científicos, que los pacientes con diabetes que se mantienen bien controlados pueden tener muchos años de salud y vida productiva, libres o casi libres de las complicaciones de la enfermedad.

Obesidad y diabetes. La diabetes está fuertemente asociada a la obesidad; cuanta más obesidad, más diabetes. Esa es la razón fundamental del crecimiento tan acelerado de su prevalencia. Durante la Segunda Guerra Mundial la diabetes casi desapareció de Europa debido a la carencia de alimentos. Los antiguos, buenos observadores, habían relacionado la aparición de la enfermedad con los excesos en la mesa.

Ahora bien, ¿es inevitable la diabetes? Desde hace varios años sabemos que la diabetes puede ser prevenida o retrasada (su aparición) con programas de ejercicios periódicos y buena nutrición. También es posible prevenir o retrasar la enfermedad con algunos medicamentos, siempre que su ingesta se acompañe de ejercicios periódicos y una buena alimentación.

El costo personal, familiar y nacional de la atención de la diabetes y sus consecuencias es inmenso, al punto que en la campaña electoral de los Estados Unidos en el 2008 fue un importante tema de discusión. Se considera que la diabetes, de seguir como va, podría quebrar la sostenibilidad financiera de algunos sistemas nacionales de salud.

Por eso es urgente que el país adopte un Programa Nacional de Prevención de la Diabetes. La tarea es inmensa y requiere de los esfuerzos de mucho actores. Por esa razón vemos con beneplácito que el Dr. Luis Diego Calzada Castro, actual decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Costa Rica, y el Dr. Edwin Jiménez Salazar, médico costarricense, actualmente vicepresidente de la Federación Internacional de Diabetes, y algunas altas autoridades del Ministerio de Salud y de la CCSS estén en principio de acuerdo con esta campaña.

La campaña de prevención debe involucrar a la Facultad de Medicina de la UCR, a la CCSS y al Ministerio de Salud, como entes rectores. A esas instituciones habrá que sumarle la participación, en primer lugar, de la Presidencia de la República y de las grandes instituciones autónomas de Costa Rica, de los colegios profesionales del ramo, de todas las universidades, del Ministerio de Educación Pública, de las municipalidades, de los medios de comunicación colectiva, de las empresas privadas y de las distintas congregaciones religiosas.

Costa Rica tiene grandes condiciones para convertirse en un país líder en la prevención de la diabetes. La solidez de nuestro sistema de salud, la capacidad de nuestros médicos, la educación de nuestra población y la pequeñez y buenas comunicaciones de nuestro territorio son elementos que favorecen el éxito de una campaña como esta. Dice el sabio adagio popular que lo perfecto es enemigo de lo bueno. Eso es cierto siempre, sobre todo cuando se emprenden acciones correctivas en la sociedad. Esta campaña debería iniciar en algunos cantones y luego extenderse a todo el territorio nacional. En estos días de crisis profundas, de cambios de paradigmas, de caducas fronteras evanescentes, de viejas ideas que caen y vientos que refrescan el horizonte incierto, este reto puede traer buenos frutos para Costa Rica. El reto queda planteado para que lo asuman las autoridades correspondientes con el apoyo de todos nosotros.