Por cada paso, una lección de voluntad

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Luis Edo. Díaz

Cuatro días de romería han sido suficientes para cultivar amistades e ir conociendo personas bondadosas. Todavía recuerdo que el sábado pasado, cuando llegamos a San Vito de Coto Brus para iniciar esta romería, mis dos compañeros de trabajo y yo éramos vistos de reojo por el resto de peregrinos.

Por supuesto que ese día no llegamos sin aviso. Una semana antes del inicio de la peregrinación, nos pusimos en contacto con los líderes comunales de San Vito para que nos dieran el visto bueno para poder unirnos a su movimiento.

Debo aclarar que cuando digo que los de La Nación éramos vistos de reojo, no quiere decir que hubiera escenas de antipatía o malos tratos, mucho menos desprecio. Creo que era un asunto de timidez entre ellos y nosotros.

Ya todo eso quedó de lado. Los romeros de Coto Brus nos han adoptado como sanviteños.

Si me preguntan hoy qué me llevo de esta romería, con solo que recuerde algunas caras puedo evocar valores y grandes lecciones.

Ayer les hablé de Juan Pablo Cordero, ese joven que se burlaba de otros romeros y que en un instante (un accidente de su sobrino) cambió su visión de la vida.

¿Recuerdan a don Olegario, el señor de 69 años que hace esta romería con sus pies descalzos? Todo un ejemplo de voluntad. No le he escuchado ni una sola queja; diría que es experto en interiorizar el dolor.

También les conté de Mauren Cordero –por cierto, hermana de Juan Pablo–, quien desde el primer día de romería debe lidiar con ampollas en la planta de los pies. Una mujer increíblemente fuerte, decidida... y bromista. Nadie pasa a la par sin que ella le saque una sonrisa.

Los “guayaberos”. Muchos dirían que ellos ven los toros desde la barrera, pero es todo lo contrario.

Los “guayaberos” son un numeroso grupo de voluntarios que están al pie del camino para socorrer a los romeros. No tienen horario de atención. Se les ve desde las 2 a. m., en el inicio de cada jornada, y todavía en la noche están dando masajes, cargando maletines, organizando a los romeros en los albergues y preparando los alimentos diarios.

Uno de ellos, don Moisés Quirós, dijo que ayer fue un día tranquilo. El corto tramo de 27 kilómetros, el clima y que el trayecto fuera mayoritariamente plano les alivianó el trabajo. Los “guayaberos” saben que eso variará hoy, cuando los peregrinos enfrenten el primero de los tres días que tardarán en superar el cerro de la Muerte. Adiós a las altas temperaturas y bienvenidos el frío, la neblina y la lluvia.