Poesía y resplandor

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gfernandez62@yahoo.com

Cabe hacerse la pregunta de que por qué, luego de los cincuenta años, un poeta como Mario Camacho decide de pronto publicar sus libros si los poetas buscan generalmente el reconocimiento desde muy temprana edad.

La respuesta puede estar en que Mario Albán Camacho ha sido un creador naturalmente pesimista; en la palabra de otros ha encontrado una senda íntima, pero no ha creído que su palabra pueda ser útil para algo.

Mario Camacho ha sido un poeta místico de la naturaleza. Como tal, nunca ha creído en las condiciones de la civilización, enclavada en aparatosas nomenclaturas y mascaradas. Ha sido también descreído de que la palabra pueda servir para cambiar el mundo, y a esto se debe su renuencia a enseñar sus escritos.

Este año, sin embargo, han aparecido finalmente dos publicaciones que reúnen algunos de sus muchos libros inéditos. Nos referimos a El pájaro testigo y Resplandores .

El primer poemario es un resumen de un trabajo más amplio que le conocimos hace ya dos décadas. Antidio Cabal, filósofo y poeta, escritor del prólogo, advierte que estas poesías presentan “la dimensión pura y dura de la escisión, de la separación horizontal y vertical –como en el terremoto total–, entre la humanidad y la naturaleza”.

Hay que señalar que los poemas se gestaron a principios de la década de los 80, cuando empezamos a conocer los resultados de los científicos acerca del progresivo deterioro de esta mota minúscula que vaga por la Vía Láctea.

Su tono es imprecatorio. En el ámbito nacional, vivimos la realidad de una Costa Rica esquizoide, que presentaba la cara de una potencia ecológica a los extranjeros cuando en el interior no se tenía verdadero interés por favorecer medidas de protección reales.

El pájaro testigo es el único libro de poesía de esa década que hace alusión a ese problema. Más allá de las gestas políticas y del lirismo redentorista que las acompañó, Camacho indagó en la pérdida de nuestro contacto con la naturaleza: ese que tiene por centro el disfrute no pragmático de lo que ella simboliza. La poesía de este libro está escrita para el ciudadano común. Mario no escribe para poetas ni para académicos. Su hélice es la nostalgia. Sobre ese añorar perplejo erige el vuelo de un pájaro solitario, agonizante, vidente.

Amor y vida. Sus mejores poemas serán el testimonio de la conciencia ante lo que se fue perdiendo a partir de esa época. Estos versos difícilmente sacudirán a las nuevas generaciones, que no pueden entender lo que fue una Costa Rica más exuberante, quizá más luminosa e inocente, y lo que hoy es un país sometido a todos los conflictos.

Uno de aquellos –quizás no el más urgente para los políticos– es el ecológico; pero quienes vivimos el espectáculo podemos comprender por qué Camacho se dirige a los pájaros, los ríos, las noches, las lluvias, los astros, y con ellos conversa más que con los humanos, a quienes solo señala como figuras usurpadoras de un plan cósmico que continúa siendo asesinado en sus propias almas.

A esta distancia, algunos de sus poemas pueden resultar algo implacables. Reprobar todo intento de la civilización (o lo que huele a ella) podría ser visto como retrógrado. ¿Qué diría Marinetti de tanto odio a las máquinas, o Whitman de la imposibilidad de ser amigos del esfuerzo de los hombres y las mujeres? ¿Nada debe quedar?

¿Por qué el poeta quiere convencernos de que la ciudad es solo una trampa donde nada es digno? La posición de Camacho puede ser excesiva, pero tal vez ha llamado la atención al exceso.

El exceso ha hecho que el mundo de los seres humanos sea espantoso. Recordamos en Camacho una melancolía semejante a la de Baudelaire cuando este no hallaba afán en los grises urbanos y la belleza era un ideal imposible.

Los carros valen más que las personas. Una arboleda se puso en venta, y el poeta refiere su extinción. La lluvia no es la misma de la infancia.

Resplandores , su otro libro, es una reunión de poesías que celebran el amor, a pesar de que tampoco es Camacho un poeta que espere ser redimido por lo que enloquece a muchos.

El hombre que sufre entre los “lobos del tiempo” reconoce a la aurora donde nace, y ese reconocimiento es su momentánea salvación –solo momentánea–.

Quien tiene apetito de cielo se golpeará “contra lo profundo de la vida”. El recuento de su verdad es que el poeta buscó “la opulencia del amor”, “aunque en ella pernoctara su miseria”. El amor también es el Minotauro al final del laberinto de esa ilusión que el poeta ha perseguido, delirante.

Con Resplandores , Mario Camacho expone los poemas de un hombre generoso con la experiencia erótica, placenteramente llevado a ella como asigna el instinto, pero más seguro que nada en ese campo se puede conceptualizar ni mantener en un mismo lugar seguro. ¡Proteica dádiva de los dioses!

La Empresa de Servicios Públicos de Heredia editó ‘Pájaro testigo’; la Editorial Arboleda publicó ‘Resplandores’. Pedidos de ambos libros: 8872-3441.