Perspectivas de inflación

En los últimos 20 años, las ineficiencias del mercado cambiario se deben al Banco Central

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

A raíz de un artículo mío publicado en estas páginas ( “¿Qué esconde el tipo de cambio? ”, 20/07/11), algunos lectores me han preguntado por qué cabe acusar al Banco Central de Costa Rica (BCCR) de políticas inflacionistas en un momento en que la inflación está en su nivel más bajo en varias décadas y en que Costa Rica puede presumir de la menor inflación de América Central, menor incluso que la de países dolarizados como El Salvador y Panamá. Mi respuesta es que la baja inflación actual en buena medida refleja circunstancias coyunturales, mientras que el manejo del tipo de cambio muy probablemente acabará por traducirse en inflación.

Cuando el BCCR interviene para sostener el tipo de cambio por encima de su equilibrio de mercado (como lo volvió a hacer cuando el tipo de cambio llegó al piso de la banda de ¢500 en enero pasado) lo hace adquiriendo dólares en el mercado abierto. Pero el BCCR, que ha tenido pérdidas contables durante tres décadas, está obligado a emitir colones para pagar por esos dólares. Si esos colones circularan directamente, la inflación rápidamente se saldría de control. Para evitarlo, el BCCR reabsorbe los colones emitiendo “bonos de estabilización monetaria”, que tienen que pagar un interés atractivo en colones para encontrar compradores; o sea, para defender el piso de la banda el BCCR se endeuda en colones.

En este momento, el BCCR puede pagar poco por esa deuda, porque los intereses en todo el mundo se han mantenido muy bajos debido a la poca demanda de capital característica de un período de poco crecimiento y a las grandes inyecciones de liquidez con que los principales bancos centrales del mundo han respondido a la crisis financiera del 2008 y a sus secuelas. Cuando la economía mundial vuelva a despegar, el BCCR va a tener que pagar más por su deuda. A menos que Hacienda le aporte recursos (algo muy improbable en un momento en que Costa Rica enfrenta el peor déficit fiscal de América Latina), el BCCR no tendrá más alternativa que pagar imprimiendo colones, generando inflación.

Es cierto que, aunque el tipo de cambio de compra se mantiene ligeramente por debajo de ¢500 (lo cual indica que el BCCR sigue siendo visto por los otros bancos como el comprador de “última instancia” para los dólares), desde abril el BCCR no ha tenido que adquirir más dólares de los que puede absorber en sus operaciones normales. En ese sentido el tipo de cambio está ahora “flotando” y se ha reducido el ritmo de emisión de colones necesario para defender el piso de la banda, pero esa situación bien podría cambiar conforme la temporada turística de fin de año aumente la entrada de dólares al país y empuje el tipo de cambio hacia abajo.

Otra circunstancia que explica la poca inflación actual es que el tipo de cambio cayó 15% entre setiembre del 2009 y marzo del 2011 (mucho más que en otros países del área que vieron su moneda apreciarse frente al dólar) lo cual evidentemente abarató las importaciones, incluyendo el petróleo, el maíz, el trigo y otros bienes de consumo esencial. Pero esa apreciación del colón no puede tener un efecto más que transitorio sobre la inflación, que en el largo plazo depende básicamente del ritmo al que el BCCR emite dinero nuevo.

Sobre esa apreciación del colón, algunos han argumentado que tales movimientos reflejan que el mercado cambiario costarricense es intrínsecamente “ineficiente” porque está dominado por unos pocos actores que pueden realizar movimientos muy grandes en relación al tamaño del mercado: don Eduardo Lizano lo ha comparado con ballenas en una pecera. Otros han hablado de los efectos de la entrada de dólares del narcotráfico y el lavado de dinero.

Ineficiencias del BCCR. Pero lo que hemos visto en el comportamiento del tipo de cambio y de las reservas de dólares del BCCR en los últimos veinte años pareciera mostrar que las ineficiencias del mercado cambiario se deben fundamentalmente al propio BCCR, que ha actuado para subsidiar a quienes tienen activos en dólares y pasivos en colones (o sea, a los ricos) aunque no siempre haya alcanzado a mantener los niveles previos de ese subsidio.

Creo que la mejor evidencia de eso es que desde que el BCCR, bajo la presidencia de don Francisco de Paula Gutiérrez, tomó la decisión –enteramente justa en mi opinión– de abandonar las minidevaluaciones con miras a eventualmente adoptar un sistema de metas de inflación, el tipo de cambio siempre ha estado en el piso de la banda, excepto por el período de devaluación causado por la caída de la entrada de capitales en la primera fase de la crisis financiera internacional.

Lejos de mostrar caóticos “coletazos de ballena”, el comportamiento del tipo de cambio ha reflejado las consecuencias de años de haberlo sostenido, mediante endeudamiento, sobre su equilibrio de mercado, en pro de sectores políticamente influyentes.

Aun si un tipo de cambio libre estuviera sujeto a movimientos impredecibles, pueden existir mecanismos de mercado para que los inversionistas y empresarios gestionen su riesgo cambiario sin que la gente más pobre tenga que subsidiarlos con devaluación y la inflación: por ejemplo, podrían pagar por “coberturas cambiarias”, análogas a las que ya se usaban en Costa Rica desde el siglo XIX para asegurarse contra fluctuaciones en el precio internacional del café.

Si el mercado cambiario costarricense de verdad fuera irremediablemente ineficiente, lo que correspondería sería dolarizar, para lo cual el BCCR tiene reservas más que suficientes. Lo que es injustificable es seguir con un régimen monetario en que los pobres subsidian a los ricos.