Parque Nacional Chirripó tardará 200 años en recuperar sus robledales

Al perderse los robles, se perjudican especies como la de los quetzales

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Para que un roble alcance los 50 metros de altura deben pasar entre 200 y 300 años.

Eso es lo que le tomará al Parque Nacional Chirripó recuperar sus robledales, los cuales fueron convertidos en cenizas por el incendio desatado el 27 de febrero y extinguido el 26 de marzo.

En total, se perdieron 156 hectáreas, 135 de las cuales se encuentran dentro del área silvestre protegida. De estas, 70 hectáreas eran bosque primario.

Según Óscar Esquivel, encargado del Programa de Manejo de Fuego del Área de Conservación La Amistad Pacífico (Aclap), el daño ambiental se cuantificó económicamente en ¢444.360.940.

Ese monto incluye los gastos operativos derivados de la atención de la emergencia, el costo social de lo que la comunidad dejará de percibir por concepto de turismo, abastecimiento de agua y almacenamiento de carbono debido a la afectación que sufrió el ecosistema, más el costo de recuperación que implica lo que tardará el bosque en alcanzar los niveles que tenía antes de ser devorado por las llamas.

Un ecosistema vulnerable. Los parques nacionales, al ser áreas protegidas, funcionan como hábitat y corredor biológico de especies en peligro de extinción. Sus bosques protegen las cuencas hidrográficas y amortiguan los efectos del calentamiento global.

De hecho, uno de los principales servicios ambientales que brinda el Chirripó se relaciona con que funciona como reservorio de agua.

“El parque podría abastecer a Pérez Zeledón y hay estudios que indican que sus ríos podrían suministrar líquido a toda la zona costera”, comentó Rónald Chang, director de Aclap.

Ahora, la pérdida del bosque implica un desequilibrio biológico y esto se vería reflejado en la disminución de las poblaciones de quetzales, ya que estas aves dependen de troncos grandes y secos para hacer sus nidos.

“Recordemos que hay especies del bosque nuboso que simplemente no se adaptan al páramo. Al quedarse sin hábitat, esas especies migran o se mueren”, explicó Chang.

Marlon Salazar, consultor ambiental del Centro Científico Tropical (CCT) y experto en biología de zonas altas, agregó que la recuperación del bosque no depende solo del nacimiento de vegetación.

Estas plantas deben ser capaces de producir suficiente alimento para atraer a los animales y muchos de ellos requieren un bosque tupido para resguardarse y anidar.

“El cambio es visible al caer las primeras lluvias, los musgos y follajes recubren la superficie y vemos de nuevo una tonalidad verde en el área, pero para que el ecosistema como tal vuelva a alcanzar un equilibrio se necesitan largos períodos”, comentó Salazar.

A esta vulnerabilidad ya dada por el tipo de bosque, se suma que las zonas que empiezan a recuperarse después de un incendio peligran aún más, ya que se convierten en áreas abiertas en las que crecen follajes y musgos, que son material inflamable.

Además, al estar a merced de fuertes vientos, el fuego se extiende rápidamente y las características del terreno dificultan la acción de los bomberos.

En este contexto, y según Esquivel, en el Chirripó se han quemado 16.161 hectáreas desde la década de 1950.

¿Qué hacer ahora? Esquivel y su equipo mantienen programas preventivos, que incluyen tanto esfuerzos de educación como atención física de las zonas más vulnerables del parque nacional.

Sin embargo, el funcionario señaló que la falta de equipo técnico y recursos económicos le restan efectividad a sus esfuerzos.

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