París, la Maga y los años 60

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Rayuela es, por supuesto, la más latinoamericana de las novelas parisinas. Es en el laberinto de callejuelas, puentes y parques parisinos donde los personajes de Cortázar juegan a encontrarse y a perderse. La capital francesa es el escenario de la novela, pero es también protagonista: en ninguna otra parte del mundo sería posible imaginar una historia como esta. La mitología sobre París orienta el viaje azaroso de Rayuela, y Cortázar, quien se estableció en Francia desde 1951, la conocía bien.

Rayuela es el gran libro del viajero parisino. Uno, cuando escucha los capítulos leídos por Cortázar, se lo imagina escribiendo en París”, comenta el escritor Guillermo Barquero. “Cuando lo escuchás leer, notás que él ya había perdido gran parte del acento argentino”, agrega. En videos y grabaciones de lecturas de la obra, las erres de Cortázar son totalmente afrancesadas: absorbió tanto la cultura como el idioma de su país adoptivo. “Es un gran híbrido entre el latinoamericano que escribe y el mundo de los cementerios, de los cafés del jazz , del bebop ...”, apunta Barquero.

El Instituto Cervantes de París inauguró una exposición de cuadros, dibujos y fotografías en conmemoración del aniversario de Rayuela , acompañada por una guía virtual de los sitios clave en el París de Cortázar. La ruta se inicia en el muelle de Conti –primer sitio mencionado en la obra– y concluye en el cementerio de Montparnasse, donde está enterrado Julio Cortázar.

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Es evidente que el autor también se tiñó de corrientes literarias francesas. “Cortázar vivía en París en esa época y estaba muy consciente de lo que estaba sucediendo. Tiene una influencia importante del surrealismo, y eso tiene que ver con la falta de linealidad. El surrealismo es muy importante, y creo que no se le ha dado a este hecho la suficiente importancia”, opina el crítico Juan Murillo. Aparte del surrealismo, el movimiento de la Nouveau Roman (nueva novela), que, desde los años 50, tomó fuerza, tiene una presencia notable en Rayuela y en otras obras de Cortázar.

La nebulosa de la Maga

“¿Encontraría a la Maga?”. Justo desde su inicio, Rayuela coloca en el centro a un personaje siempre fugaz, evanescente y complejo, aunque sus coprotagonistas tratan de disminuirla. Lucía, la Maga, es ingenua y cariñosa y, por ello, afronta la vida sin reservas.“Es una mujer con una luz de sabiduría, sin ser una intelectual, que vive las cosas, las siente, las huele”, comenta la directora de teatro Silvia Arce. “De esa experiencia vital es que aprende. Su opinión es tan terrestre que no es tan valorada”, explica. Para Arce, la Maga es el centro de Rayuela : es su personaje favorito y da nombre a su grupo teatral (Teatro La Maga).Lucía es una uruguaya que llegó a París con su frágil hijo, apodado Rocamadour. El bebé, de nombre real Francisco, se enferma y fallece en uno de los pasajes más célebres y conmovedores del libro.Así, la Maga, “concreción de nebulosa”, está y no está en las calles de París. Oliveira la busca siempre, pero ella vive en el azar y en la casualidad. Puede aparecer en la Place de la Concorde, en el Pont des Arts o en el oscuro Le Marais.De Lucía, Arce rescata la forma de vivir, “tratando de rescatar la experiencia esencial, la experiencia vital de ir conociendo a golpes, día a día, no necesariamente con un conocimiento intelectual y racional”. El mismo Oliveira lo reconoce: ella “nada en el río, mientras él lo mira de lejos”. “La Maga es el símbolo de lo que todo ser humano persigue: el sueño, la posibilidad de que el presente fugaz se vuelva eterno, aunque la pareja no lo logra en la novela”, opina el escritor Carlos Cortés.

Hija de los años 60

Rayuela brotó naturalmente de una de las décadas más explosivas en el mundo occidental. Eran años de transformación en las estructuras sociales, en los medios de comunicación, en la política y, sobre todo, en la participación de los jóvenes en la vida pública. “Interpreta el espíritu libertario y de absoluta imaginación que dominó la década de los años 60 y la generación posterior a la segunda Guerra Mundial.

Esa generación dominada por los jóvenes pensaba que podía dar una especie de salto, llamémoslo espiritual, cósmico o moral, hacia otra frontera. Cortázar lo entendió muy bien y lo expresó a través de una novela que es como un juego, donde la carga lúdica es muy fuerte, y en la que reivindica temas como la ternura, el amor, la solidaridad, junto con la búsqueda del absoluto”, explica Carlos Cortés.

En cierto modo, el diagrama del paso de la tierra al cielo de la rayuela se refleja en la novela, en esa persecución constante del más allá, de un estado superior y de la realización plena. Era lo que los años 60 exigían al mundo. Son los temas típicos de la era: la soledad, el cuestionamiento de la razón, las ansias de libertad y la sexualidad. Todo se conjuga en una historia, además, ambientada en la ciudad que vio nacer muchos de los movimientos sociales que definieron la década.

“En este momento, vemos a Rayuela como un clásico, pero, en aquel momento, les supo hablar a esos jóvenes que esperaban que un libro no fuera tanto literatura, sino una manera de vivir. Cortázar realizó la hazaña de acercar la palabra y la vida: que un libro fuera una puerta a vivir de otra manera”, agrega Cortés.