Palabra y obra

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Gerardo Valerio Trigueros gvaleriot@gmail.com

Entre mis obras recientes figura este acrílico sobre tela. Es un tema recurrente y representa mi estilo dentro de la escuela hiperrealista. El señor de Corcovado mide 1 m x 1,30 m., uno de mis formatos medianos. El jaguar es quizá mi reto preferido. Los grandes felinos están entre mis mayores pasiones, y pintarlos es uno de los más difíciles proyectos; lo comencé en los años 70. Esta pieza muestra a nuestro jaguar ( Panthera onca ) reposando plácidamente cerca del agua –característico en ellos– y brindándonos una visión apacible de su hermosura, su poderío y su nobleza.

En vez de pintarlo al óleo, decidí ejecutar el tema en acrílico sobre tela pues era un trabajo que deseaba terminar pronto por el entusiasmo que sentía de llevarlo a cabo. Por la menor densidad del pigmento, la técnica del acrílico me permite lograr una luminosidad más delicada y contrastes sutiles. Empecé con mezclas de diversos verdes cuya base principal es verde phthalo , más amarillo de cadmio oscuro, amarillo de cadmio medio, tierra de sombra tostada y azul de Windsor. Cubrí vigorosamente el blanco de la tela con pinceladas aleatorias, pero respetando el diseño previo del animal y el tronco.

Posteriormente apliqué capas de tonos medios, también en pinceladas espontáneas, pero de menor extensión, para dar la impresión de follaje. Luego agregué capas de pintura más uniformes de base para el agua. En el animal y el tronco, la base principal es tierra de sombra tostada más diversos amarillos y naranjas en pinceladas uniformes para el jaguar, y más sueltas para el tronco.

Luego de que logré los fondos, llegué a la parte más complicada: el pelaje. Pinté las rosetas y demás acentos fuertes con una mezcla de rojo de cadmio oscuro más azul phthalo más amarillo de cadmio oscuro. Llegué así a un tono casi negro (los negros presentes son derivados de esta mezcla pues no usé el color negro). El paso siguiente y vital fue marcar, con pinceles finos, los ritmos de pelo. De allí en adelante trabajé pelo por pelo, con entre 6 y 10 capas. Lógicamente, en el proceso de toda la obra apliqué muchas veladuras de diversos tonos. Llamamos ‘veladuras’ a caldos transparentes de diversos colores, sobre las áreas que están en proceso o terminadas.

Las veladuras deben encimar el área escogida sin perder su detalle, forma y color básico, y se llevan a cabo únicamente cuando las diferentes áreas se han secado totalmente. En esta obra, las veladuras hechas sobre las plantas son de varios amarillos, rojos y azules que hacen vibrar las plantas con mayor riqueza de color. Una vez aplicadas, remarco las luces con tonos más claros en las hojas y el agua.

El desarrollo de cada una de mis obras se basa en la observación y en estudios del tema. Cuando se pintan animales, no hay lugar para el error, sobre todo dentro del hiperrealismo. La ejecución es aún más exigente en el caso del jaguar. Máxima atención requieren las proporciones anatómicas, el color, la secuencia de las rosetas, la expresión facial y especialmente los ritmos diversos de su pelaje.

Igual grado de dificultad implica la cuidadosa escogencia del habitat ; en este caso, el lugar es típico: cerca del agua. Esta obra representa mi preocupación por la conservación de la vida silvestre, especialmente de Costa Rica, donde, hasta hace poco, esta especie –en grave peligro de extinción– muestra un pequeño repunte. Deseo ayudar a que el espectador adquiera conciencia ecológica.