Página negra Sylvia  Kristel: Emmanuelle : el imperio de los sentidos

Una película, desprejuiciada y lúbrica, la marcó como una acróbata del cine erótico y la opacó como mujer, actriz, productora y pintora. Su vida fue un libro' con un final triste.

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Quien la vio, no la podrá olvidar jamás. En el santuario nocturno del cine, sus devotos la veneraron, en interminables noches de amor mercenario y prohibido. Su presencia imponía silencio: espigada, delgada, caderas rotundas, senos pequeños, piernas largas, pelo corto, ojos azul claro y unos labios finos, apenas dibujados en un rostro hermoso y radiante.

Acosada por los fantasmas del éxito precoz, asediada por nubes de paparazis y desollada por una industria que la encarceló en papeles baratos, la diosa pagana del erotismo,Sylvia Kristel, murió en el lugar que la hizo célebre: la cama.

Nunca pudo distanciarse de Emmanuelle, su doble cinematográfico, que la hizo famosa y deseada, pero la llevó a una severa adicción a la cocaína, el alcohol, continuos fracasos sentimentales, medio centenar de películas para el olvido... Por último, fue la muerte, a causa de un brutal cáncer de garganta, pulmón y esófago, que incubó desde que empezó a fumar a los 11 años.

Sin tapujos relató su vida en Desnuda , autobiografía publicada en el 2006, donde habló de su infancia aburrida en Utrecht – Holanda–, donde nació el 28 de setiembre de 1952 y la búsqueda constante de una figura paterna, para que le diera estabilidad emocional.

La desprejuiciada mujer, que escandalizó con sus películas a la sociedad de los años 70 del siglo XX, estudió en un colegio de religiosas. Su padre fue campeón de tiro al plato y dirigía un hotel, donde supuestamente fue violada a los nueve años por uno de los huéspedes.

El periodista holandés Henk van der Heyden, en un texto publicado en la revista Privé en 1979, aseguró que la actriz le confesó que había sido ultrajada por su papá cuando tenía 19 años. En un posterior juicio, Kristel lo acusó de difamación y un tribunal lo condenó a pagar una multa o lo enviaría 15 días a prisión, según un artículo del diario El País .

Más allá de esos rumores, lo cierto es que ella y su hermana Marianne, de 12 años, fueron abandonadas por su padre, pues él huyó con otra mujer. Sylvia escribió: “Fue lo más triste que nunca me ha pasado”.

Para sobrevivir, ella buscó trabajo como secretaria y, a los 17 años, sobresalió en el modelaje; probó con el cine en 1972 en el filme Niet voor de poesen , traducida al español como Por los gatos , de Fons Rademakers . La película narraba la historia de un policía que intentaba capturar a una gavilla de jóvenes adinerados, dedicados a violar mujeres ante sus maridos. Sylvia interpretó a Hannie Troost.

Cuando fue electa Miss TV Europa, en 1973, se le abrió el camino, de manera insospechada, hacia el papel que la inmortalizaría como ícono del cine erótico: Emmanuelle.

El filme, dijo en una entrevista al Heraldo de Colombia , le dejó: “Fama sí, lágrimas no, y dinero tampoco, porque me pagaron muy poquito. Le había pedido a Dios la fama, pero no tan rápidamente”. Para mantener su dependencia de la cocaína, vendió por apenas $150.000 sus regalías de Emmanuelle , que generó $300 millones de utilidades en todo el mundo.

Diosa de barro Muy cerca de su ocaso solía vestir con recato, como una madre superiora. “No me expongo al sol, tomo agua y uso cremas. No tengo cirugías plásticas y tampoco me las haría porque no entro en el juego de los hombres de la belleza femenina del quirófano”,dijo al Heraldo . En un intento por volver al cine, el director holandés Cyrus Frisch le asignó un pequeño papel en su película Perdóname , premiada en el Festival Internacional de Rotterdam en el 2001.

Pero la edad, las arrugas, unos kilos de más y una seguidilla de enfermedades la sacaron del mundillo cinematográfico; encontró refugio en la pintura y en la producción de documentales con caricaturas que ella misma dibujaba.

En ese papel de productora, lo que le más le gustaba, según afirmó, “es que puedo decidir que mi culo aparezca un poco más delgado en la pantalla.”

Una de esas producciones fue Topor et moi , del 2004, que se puede apreciar en la página del sitio IMDB . Es una especie de autobiografía animada que relata los avatares de Emmanuelle y su relación con renombrados artistas visuales: el surrealista Roland Topor, Hugo Claus y W. F. Hermans.

Kristel y Topor fueron grandes amigos. Incluso, en 1991, redactaron el libro French Concon .

“Era un cuento de hadas erótico protagonizado por una prostituta que perdía todos sus miembros, pero podía seguir expresándose a través de su sexo”, explicó la actriz en otra entrevista.

Topor fue su mentor; él la inició en la pintura y, más tarde, en el cine animado, le enseñó a experimentar con nuevos materiales para sus obras: las cenizas de un cigarrillo, las manchas del vino tinto o un lápiz de labios.

A los 55 años, esbozó L.A. Kristel , un filme animado sobre su vida en Los Ángeles, el sexo, las drogas, el rock y la existencia fría que llevó en esa ciudad, a la que llegó en 1977 con su segunda pareja, el actor británico Ian McShane. Sobre su paso por Hollywood, dijo, años más tarde, al periodista holandés De Volkkrant: “Desearía poder saltar esa parte de mi vida.”

Atrapada por el cáncer, Kristel quiso dejar un testimonio personal y publicó Desnuda , un mea culpa para desmitificar su vida: “He cometido errores, me he casado con el hombre inadecuado, pero, al final, he encontrado la felicidad en mi trabajo.”

Sin saber que estaba marcada para la muerte, esperaba que cuando cumpliera 60 años le “ofrecerían buenos papeles”. Esos nunca llegaron porque falleció el 18 de octubre, mientras dormía, sin liberarse de la imagen sensual de Emmanuelle.

Historia de excesos Rehén de su propio personaje. Eso le ocurrió a Sylvia Kristel con Emmanuelle , que sin ser una obra maestra del cine logró que, durante 14 semanas de exhibición, en París, casi 2,5 millones de hombres hicieran fila para ver el filme.

El papel le cayó por casualidad. Una tarde –en Amsterdam– llegó a filmar un anuncio de brasieres, aunque otros dicen que de jabones, y la vio pasar el cineasta Just Jaeckin, quien por esos días buscaba una joven actriz para protagonizar una novela erótica escrita por Marayat Bibidh Andriane.

Jaeckin dijo a la revista francesa Le Nouvel Observateur : “Vi pasar a una joven de pelo corto y rubio. Al instante, me enamoré cinematográficamente de ella”. El flechazo fue mutuo porque Kristel comentó al diario inglés Evening Standard que ese día el cineasta le pidió que se quitara el vestido y “tenía unas tiras que dejé deslizar por encima de mis hombros y solo cayó. Seguí conversando y fumando desnuda. No estuve inhibida para nada”.

El argumento de Emmanuelle era muy simple: en los exóticos paisajes tailandeses, la insatisfecha, bisexual y promiscua esposa de un diplomático demostraba sus habilidades sexuales con todo tipo de parejas, con una particular mezcla de voluptuosidad, mordiente e ingenuidad. Es innecesario remachar que Kristel pasaba más tiempo desnuda que vestida.

La idea le sonó de maravilla a Hugo Claus, compañero sentimental de Sylvia, quien le aconsejó: “ Tailandia, qué lindo, nunca hemos estado allí y, de todos modos, la película jamás saldrá de Holanda así que no avergonzarás a tu mamá”, le relató Kristel a De Volskskrant.

¡Cómo se equivocó! La cinta fue vista por 350 millones de personas y después de su estreno, en 1974, estuvo en cartelera en los cines de los Campos Elíseos en París durante 13 años consecutivos.

Debido al éxito, hubo tres secuelas: Emmanuelle 2, la antivirgen , en 1975; Adiós Emmanuelle , en 1977; Emmanuelle 4 , en 1984. También filmó otras del mismo tono: El amante de Lady Chatterley y Mata Hari .

El lanzamiento de la película tardó dos años, porque las escenas escabrosas fueron censuradas por el gobierno y el productor no quería que la exhibición se realizara en cines pornográficos.

Entre la Sylvia real y la Emmanuelle ficticia, había un abismo. Para muestra, la actriz reconoció en su autobiografía que era anorgásmica. Tal vez, coincidían en la cantidad de amantes.

Con Claus – que le llevaba 27 años– tuvo un hijo, Arthur. Ella lo dejó por el actor Ian McShane –10 años mayor– y se fueron a vivir a Los Ángeles para buscar nuevos horizontes fílmicos, pero fracasó y cayó en las adicciones.

Después de McShane, se casó en Las Vegas con el multimillonario Alan Turner; lo dejó por el productor Phillipe Blot y, en los últimos años de su vida, estaba unida a Peter Brul. Algunos la ligaron, en sus años de estrella, con el presidente francés Valéry Giscard-d'estaing.

A los 60 años, se apagaron los ojos luminosos de Sylvia. Con ella, plegaron sus velas todos los que navegaron en su cuerpo desnudo, audaz y delicado. ¡ Goodbye , Emmanuelle!