Página negra Robert Blake:  De “asesino” a ¿asesino?

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Sin motivo. Sin pruebas. Sin testigos. Sin remordimientos. ¡Pum! Un estallido en la cabeza. ¡Pum! Otro en la espalda. A sangre fría. Sin asco. Nada personal. El crimen perfecto.

Robert Blake, la otrora estrella infantil, famoso por su papel en la película A sangre fría, basada en el libro homónimo de Truman Capote y quien luego hiciera el famoso rol de detective en Baretta, ahora vivía su propia historia de sangre, involucrado en el crimen de su esposa y madre de su pequeña hija.

El 4 de mayo del 2001, Bonny Lee Bakley andaba con permiso del panteonero. Esa noche rumiaba en el auto su último festín. Aún boqueaba cuando llegaron los paramédicos .

Si bien media ciudad de Los Ángeles tenía una razón para liquidar a Bonny, solo Robert Blake estaba en el sitio, en el momento y junto al cadáver equivocado. Ella era su segunda mujer; Blake, el décimo marido.

La pareja había cenado en Vitello´s, el restaurante favorito de Robert. Contra su costumbre, estacionó el auto a una cuadra del lugar y no en el parqueo de clientes. Tras dejar a Bonny en el vehículo, decidió regresar al negocio para recoger una pistola que había dejado olvidada. Al volver, la mujera ya estaba occisa. Ningún comensal ni mesero recordó haber visto de nuevo a Blake.

Bonnie era un “pájaro de cuenta”. Tenía 44 años. Arrastraba varias condenas por fraude. Extorsionaba ancianos con promesas sexuales. Blake frisaba los 68 años. Había sido actor de televisión en la serie setentera Baretta. Estuvo a punto de ganar un Óscar en 1967 por el filme A sangre fría. Alcohólico. Buscavidas. En su niñez había sido “carne de cañón” por el maltrato de sus padres, aunque también brilló como actor infantil.

A ella la conoció en un cabaret. En 1999. Como las desgracias siempre vienen acompañadas, por arte de birlibirloque Bonny quedó embarazada. Blake sabía la “tuza con que se rascaba”, así que esperó a que naciera la criatura –Rosie– para conocer el resultado de la prueba de ADN y aceptar la paternidad. Mientras tanto, ella presumía ante sus amigas de que Christian Brando era el progenitor, gracias a lo cual heredaría una gran fortuna; la de Marlon por supuesto.

En un arranque de honorabilidad Blake se casó con Bonny, en noviembre del 2000. El matrimonio fue infeliz y breve. “Blake la despreciaba, se sentía atrapado, quería a la niña pero no a la esposa, por eso hizo lo que hizo” dijo Cary Goldstein, abogado de la familia de la víctima.

Crimen sin castigo

Cuando todo lo imposible ha sido descartado, solo queda la verdad. Robert Blake era un malencarado pendenciero de sangre caliente. En el cine encarnó asesinos, despiadados y violentos. Eran sus favoritos.

Blake y Bony Lee Bakley eran el hambre y las ganas de comer. Comenzaron una relación sexual más que romántica. Vivían en casas separadas y cada vez que se juntaban era para pelear y discutir.

Olía a sangre. Después de cenar en Vitello’s caminaron hacia el auto, estacionado en la penumbra. Blake bajó las ventanillas. Dos impactos secos, en la cabeza y la espalda acabaron con Bonny.

Robert salió y regresó al restaurante para recoger una vieja pistola que dejó olvidada sobre la mesa. Fue y volvió a la carrera pidiendo ayuda. Los mozos corrieron al auto. Fue inútil. Blake vomitaba junto al vehículo.

La coartada del actor se desmoronó. Los meseros nunca lo vieron entrar o salir. Tampoco hallaron la pistola. Qué raro: había estacionado el auto en un callejón cuando siempre lo hacía en el parqueo del local. El arma homicida apareció tirada en un basurero, solo tenía una bala y faltaban dos. La vieja pistola pertenecía a la colección privada de Blake.

Crecían las sospechas. Las pesquisas revelaron que Robert y su guardaespaldas, Earl Cardwell, planearon el asesinato varios meses antes.

Tenían dos planes: matar a Bony y enterrarla en el desierto, o hacerle una emboscada y “enfriarla” durante un viaje que el matrimonio debía realizar a Three Rivers, en California. Intentaron contratar a dos sicarios, pero fracasaron.

Uno de ellos, Ronald “Duffy” Hambletton adujo que Blake lo quiso convencer para el homicidio; la misma versión ofreció el doble retirado Gary Mclarty. Ambos testimonios fueron rebatidos con éxito por la defensa.

“No hay cabello, no hay huellas digitales, no hay ninguna prueba científica, los testigos son dos adictos que tenían alucinaciones y escuchaban voces.” argumentó Gerald Schwanrtzbach, abogado de Blake.

Blake hizo el trabajo sucio, según la fiscalía. Tras disparar, habría lanzado el arma, una Walther p.38 9 milímetros, a un basurero. Cardwell compró palas y picos (fueron hallados dentro de su jeep) para sepultar el cuerpo en el desierto.

Casi un año duró la investigación policíaca. 150 testigos declararon. Recopilaron 900 artículos como evidencia. El expediente reunió 60 mil páginas. El fiscal quería evitar que Blake saliera libre, como lo hizo O.J. Simpson.

Igual que en un capítulo de Baretta, el actor fue detenido en la casa de su hermana en Hidden Hills, esposado y traslado a un hospital penitenciario para evitar conflictos con otros presos. Larry King trasmitió en vivo la captura.

Jim Tatreau, capitán del departamento de policía de Los Angeles, sostuvo que el homicida había intentado contratar dos sicarios, pero al final el mismo Blake tuvo que “hacer el trabajo sucio.”

La defensa alegó que faltaban testimonios oculares; se carecía de indicios con sangre o ADN que vincularan a Blake con el crimen y menos con el arma homicida, una vieja pistola alemana de colección hallada en un basurero.

El actor fue acusado de homicidio en primer grado, dos cargos de solicitud de asesinato y otro de conspiración. Blake pagó la fianza, un millón de dólares, para dejar en libertad a Earl, acusado de conspiración.

Robert estuvo casi todo el 2003 en prisión, salió libre con una fianza de $1.5 millones y se gastó diez más en su defensa; a la postre logró que el jurado lo declarara no culpable, debido a falta de pruebas y errores en el caso. Ese mismo año, en el 2005, los cuatro hijos de Bonny plantearon una demanda civil y condenaron a Blake al pago de $30 millones, si bien este se declaró en bancarrota.

Ahora trabaja como ayudante en un rancho; vive en un pequeño departamento y, a los 78 años, espera la oportunidad para un nuevo papel en la televisión. Rosie fue adoptada por su hijo mayor.

Pequeño travieso

Michael James Vincenso Gubitosi, alias Robert Blake, más conocido como Baretta, nació en 1933 en Nueva Jersey. Su padre, Giacomo, era un hojalatero en Italia. Junto con su madre, Elizabeth, y los otros dos hermanos formaron un grupo de baile llamado Los tres pequeños montañeses.

Blake aseguraba que sus padres estaban locos y lo torturaban. Entró a la escuela a los 10 años; a los 14 huyó de la casa y llevó la vida de un gamberro.

Antes de eso, en los 40, sustituyó a Eugene Porky Lee en La Pandilla y fue el personaje principal. Participó en unas 30 películas infantiles, incluso al lado del Gordo y el Flaco y Humphrey Bogart.

En 1950 recaló en el ejército. Maduró, intentó cambiar de vida y estudió actuación. Obtuvo buenos papeles en ¡Valiente marinero! (1964) y La historia más grande jamás contada (1965); pero la gloria le sonrió en A sangre fría (1967), donde interpreta al asesino Perry Smith. Así obtuvo fama y dinero.

Su estrella comenzó a declinar después de Baretta, un rudo detective encubierto que resolvía los casos con métodos pocos ortodoxos. Esta serie estuvo al aire de 1975 a 1978 y le valió un Emmy.

En los años 80 una crisis alcohólica lo arrastró al borde del suicidio. En una reciente entrevista dijo: “Estuve lo más cerca que puede un ser humano de metere en la boca el cañón de un revólver y apretar el gatillo.”

Los tecnicismos salvaron a Robert Blake de la inyección letal por la muerte de Bonny, pero siempre escuchará a la cacatúa Fred –su inseparable compañera en Baretta– repetirle: no cometas un crimen, si no puedes cumplir la sentencia. 1