Página negra: Joselito, el ruiseñor enjaulado

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Sufrir, olvidar y perdonar. Pasó de ganarse unos pocos céntimos para comprar un pedazo de pan, a cantar –por petición personal– ante Juan XXIII, a vender más discos que Elvis Presley, a grabar 500 piezas y a actuar en más de una docena de filmes.

Estrella fulgurante del cine español al final de los años 50 del siglo XX, José Jiménez Fernández descendió como Orfeo a los infiernos, y padeció la peor desgracia que le podía acontecer a un niño prodigio: creció y mató a Joselito, el ruiseñor que cantaba en su corazón.

Ave negra, resucitó a fuerza de voluntad y salió avante de la adicción a la cocaína y a una extraña aventura como cazador furtivo y traficante de armas en el conflicto civil de Angola. Facciones rivales, con el apoyo de las potencias mundiales, entre 1975 y 2002, chocaron lanzas en esa nación africana y mataron un millón de civiles, para dirimir el control de los fabulosos yacimientos de diamantes, petróleo y uranio.

De vuelta a los inicios del entonces novel cantante, este tenía 13 años cuando protagonizó El pequeño ruiseñor, en 1956, pero su figura menuda, su carita de niño compungido y una voz potente y clara le abrieron las puertas de la gloria temprana, con películas lacrimógenas llenas de viudas y huerfanitos, pero con final de estampita.

“Para la primera película creo que hicieron conmigo un contrato que no sirvió luego de nada. Pero, bueno.... al principio fue ventajoso para la productora” confesó Joselito en una entrevista a la Radio y Televisión Española.

El precoz actor y cantante entonó sus primeros gorgoritos en Beas de Segura, humilde poblado español de la provincia de Jaén, el 11 de febrero de 1943. Hijo de agricultores y para peores, de un padre republicano, creció en el seno de una familia de nueve hermanos, donde todos trabajaban para ganarse – literalmente – el pan diario.

Con apenas cinco años buscó las pesetas en las tabernas pueblerinas y con seis acompañó a su hermano mayor, Antonio, a buscar mejor vida en la comarca de Utiel. En esas estaba cuando deslumbró con su voz a Eloy Ballesteros, quien le buscó presentaciones en la emisora local, se lo llevó a vivir con su familia y lo mandó a la escuela, para que aprendiera las primeras letras.

Ahí nació Joselito pero a costa de su niñez, porque según contó en un programa de Telecinco, de la farándula española, fue “explotado hasta la saciedad y como el ser niño prodigio se convertía en desgracia” pues su manejador lo estafó y –según él – “me cobró hasta los besos que su mujer me daba antes de acostarme”.

De las cabinas radiofónicas saltó a los redondeles de Valencia y entre rabos y orejas conoció a Luis Mariano. Este era un cantante y actor, asentado en Francia, que en ese momento era un conocido productor de cine; había rodado en 1952 Violetas Imperiales, con Carmen Sevilla.

Así es como hizo su primera gira a París, donde alternó con el bon vivant Maurice Chevalier y la voluptuosa Silvana Pampanini. Pronto se convirtió en un habitué de las emisoras españolas y adquirió popularidad en los programas radiofónicos Cabalgata fin de semana y Conozca usted a sus vecinos.

De ahí al cine fue solo cuestión de tiempo, sobre todo por el trillo que abrió Pablito Calvo, el extraordinario Marcelino, pan y vino –de 1955– que alcanzó cimas populares nunca vistas, y que también fue recibido por el atildado de Pío XII.

Escucha mi canción

La oportunidad tocó a su puerta en plena adolescencia a manos de Cesáreo González, un productor de cine que lo conectó con Antonio del Amo para El pequeño ruiseñor, en un papel hecho a su medida. En la cinta interpretaba a un huerfanito abandonado por su madre que vivía con el abuelo, el campanero del pueblo, y su mejor amigo, el sacristán. Y como el que canta sus penas espanta, el niñito gastaba todo el día en puras tonadillas con la esperanza de conocer algún día a su mamá, lo cual ocurre, no sin antes pasar mil penalidades.

Ni qué decir el éxito que tuvo en Europa y América Latina. Joselito fue de los primeros actores en realizar lo que actualmente serían las giras de promoción mundial.

Así comenzó con una serie de presentaciones artísticas que combinaba con la proyección de la película. A pesar de que tenía 13 años y era bajito, menudito, aniñado...una “mirrusca” que para alcanzar el micrófono se subía a un banco, cuando soltaba esa catarata de voz dejaba al público extasiado y en trance.

El filme fue un reguero de pólvora y después vinieron doce más con la misma fórmula: Saeta del ruiseñor, El ruiseñor de las cumbres, Escucha mi canción hasta concluir con Prisionero en la ciudad, en 1969, cuando tenía 26 años y ya no parecía un “chavalillo”.

Además del cine grabó incontables discos; realizó giras por Estados Unidos y en 1961 estuvo dos veces en un mismo mes en el famoso Show de Ed Sullivan; el espectáculo musical que presentó en 1966 en Nueva York fue el más visto de ese año.

Pero el síndrome de Peter Pan lo devoró y no pudo traspasar el umbral de la niñez. Escaso de talla, perdió la voz y el aire infantil, y no pudo convertirse en una estrella juvenil ni en un actor adulto.

Rompió con González por derrochar sus ganancias. “El dinero lo ganaron los que estaban a mi alrededor; mi apoderado, que se quedó con casi todo, los productores... Yo fui el que menos ganó. Tendría que haberme hecho rico, muy rico, para toda la vida, pero no pudo ser. Me engañaron mucho”, expresó con encono a la televisión española.

El ruiseñor quedó desplumado, sin plata y sin voz. Decidió darle un golpe de timón a su vida y se casó con la actriz francesa Chonette Laurent, con quien tuvo dos hijos; más tarde, ya divorciado, contrajo nupcias con Mari Fé Gabaldón, un amor de la infancia.

Un bello recuerdo

Los niños prodigio siempre han tenido mala fortuna. Joselito fue un pichón que acabó en el pico de los buitres.

En La jaula del ruiseñor Manuel Manzano retrató la infancia estrecha, la explotación infantil, la desgracia de un ídolo olvidado y la resurrección de un hombre redimido por el amor. Es una biografía cruda, en la cual Manzano desgajó la vida de Joselito, su meteórica carrera musical y cinematográfica y terminó con su etapa de mercenario en Angola y los años en la cárcel.

A la distancia, el Ruiseñor recordó su niñez. “Fui feliz... con decepciones. En vez de jugar, trabajaba todo el tiempo. Así fue siempre. Luego eché en falta no haber jugado, haber tenido una infancia más normal, pero en aquella época, cuando estaba en la cumbre, me parecía que todo lo que hacía era normal, lo que hace todo actor y cantante que está en racha, que es aclamado en todo el mundo. Hacía lo que tenía que hacer”.

En 1990 fue detenido por la policía de Angola que lo acusó de tráfico de drogas y de armas. Según la acusación, Joselito era mercenario en la guerra civil que asolaba al país africano y trabajaba como cazador a sueldo, ya fuera para el ejército, la guerrilla o quien ocupara sus servicios de tirador. Alfonso Ussía, periodista del diario ABC, en un artículo publicado en 1990, lamentó el triste sino del que fuera la voz de oro española, tras años de estar en el anonimato.

Todavía faltaba caer más. La madrugada del 29 de agosto de 1991 la guardia valenciana lo capturó con 87 gramos de cocaína; con una rapidez inusual fue condenado a cinco años de prisión y a una multa millonaria por cometer un delito contra la salud pública. Ese día iba acompañado de una joven, Ruth Bosque, y desde la ventanilla de un BMW lanzó una bolsita con la droga. En octubre de 1993, bajo libertad condicional, de nuevo fue capturado con 500 gramos de cocaína.

Una vez libre quiso probar otra vez el sabor de la fama, interpretando baladas románticas. Siguió con la televisión en el 2008, en el reality show llamado Supervivientesy actuó en la comedia Spanish movie, parodia a la española de su homónima gringa.

Ahora, lejos de los vaivenes de la pantalla, confesó –según una entrevista a la Radio y Televisión Española– : “Vivo bien, viajo con mi mujer por todo el mundo, voy al fútbol con los amigos, estoy bien de salud'hago una vida bonita”

Joselito fue siempre un luchador, un sobreviviente que apretó los dientes, aguantó, intentó volar más allá de su nido, pero los quebrantahuesos le cortaron la alas y ahogaron su voz de oro.