Página negra Ian Fleming: Solo se vive una vez

El creador de James Bond creció bajo la sombra de un hermano exitoso; buscó su propia identidad y recreó en un personaje literario sus ilusiones de ser un espía, pero la fama y la fortuna llegaron tarde y la vida le cobró todas las facturas

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¡Agitado' no mezclado! Después de correr, subir, bajar, saltar, disparar y sortear toda clase de obstáculos, con serenidad británica el flemático caballero se atusa el cabello, se sacude el traje diseñado por Tom Ford, ve la hora en su Omega y –para llegar puntual al club– maneja su Aston Martin y se relaja escuchando una canción de Adele.

Más que un agente secreto con licencia para matar, parece una vitrina de productos, un poco lejos del imaginario Bond' James Bond, surgido de las aguas mentales de un espía fracasado: Ian Fleming.

Asediado, como Hamlet, por el fantasma de un padre heroico; la sombra de un hermano exitoso y una madre viuda y rica que nunca le soltó un penique, a Fleming solo le quedó buscar vida y labrarse un nombre a punta de lápiz.

Estudió en los colegios más sofis de Inglaterra; intentó destacar en los deportes; trató de realizar una carrera en la milicia; probó suerte en el mundo de los negocios, también en la diplomacia y, al final, acabó como periodista, donde afinó su imaginación y despertó su verdadero talento: escribir.

Ancló, finalmente, en Jamaica y ahí construyó una casa, que llamó Goldeneye, y comenzó a pergeñar las aventuras de un agente, tan seductor como despiadado, que pronto saltó al celuloide y pobló la imaginación de los que sueñan con salvar el mundo sin despeinarse.

Emborronó cuartillas con el cuento La rareza de Hildebrand , de 1951, donde dio vida a Bond, el personaje que le daría gloria pero no dinero. La creatura era una mezcla de personalidades. Por un lado reunía sus experiencias como funcionario de la Inteligencia Naval británica durante la Segunda Guerra Mundial; por otro, estaba inspirado en dos grandes novelistas: John Buchan y William Le Queux.

El primero, Buchan, fue un escocés dedicado a la diplomacia que escribió Los 39 escalones , en que se inspiró la película homónima de Alfred Hitchcock, filmada en 1935. El segundo, Le Queux, era un periodista anglo francés que publicó 150 novelas de intrigas internacionales.

En cuanto al apelativo, James Bond, según su biógrafo John Pearson, lo tomó prestado de un prosaico ornitólogo porque, según Fleming, “me pareció que ese nombre era breve y poco romántico, pero masculino”. A cambio del plagio, el escritor le propuso al científico que nombrara Fleming al pájaro más feo que encontrara. El código 007 lo copió de John Dee, erudito y supuesto espía que trabajó para la reina Isabel I, en el siglo XVI.

Bond respondía al imaginario de los años 50 del siglo XX. Anticomunista y antinazi, sibarita, un bon vivant , experto en yates, armas, autos, bebidas, comidas y mujeres, en ese estricto orden.

El cine se encargaría de transformarlo en una suerte de mortal todopoderoso, pero criticado por la imagen de matón de clase alta.

Pearson contó que Ian escribía unas 2.000 palabras diarias, con intermitencias para bucear, beber media botella de licor, fumar 70 cigarrillos, cortejar mujeres casadas y mecerse en una hamaca.

La vida de Fleming fue motivo para la película Goldeneye: la vida secreta de Ian Fleming y el documental de la BBC, Ian Fleming: Bondmaker , del 2005.

Solo para tus ojos

Los Fleming lucían con orgullo un apellido forjado a sangre y fuego, en la política y en la guerra. El abuelo, Robert amasó una fortuna en la banca escocesa; el padre, Valentine, era un terrateniente, parlamentario y murió –como buen inglés– en la batalla del Somme, durante la I Guerra Mundial, según Pearson.

La madre, Evelyn St. Croix Rose, quedó con dos hijos –Ian y Peter– y una jugosa cuenta bancaria, con la sola condición de nunca más volver a casarse si quería disfrutarla.

Ian nació en Londres, el 28 de mayo de 1908. Él y su hermano veneraban al padre; al morir este, Peter asumió la vacante y entre ambos surgió una tenaz competencia por destacar en los estudios, en los deportes y en la vida profesional.

Los dos fueron a Eaton; más tarde Ian pasó a la Real Academia Militar Sandhurst, de donde salió con más pena que gloria. Viajó a Munich y Ginebra para aprender idiomas. Era joven, de buen ver, con una sólida educación, ingenioso, un poco tímido con las mujeres, pero no pasaba de ser el hermanito menor de Peter.

Para quitarse esa losa de encima, buscó otros aires y trabajó como corresponsal en Rusia de la agencia Reuters, entre 1929 y 1933; incursionó en la Bolsa de Valores y se enroló en el ejército como asesor del almirante John Godfrey, un connotado espía en la Segunda Guerra Mundial, que sería “M” –el modelo del mítico jefe de James Bond–.

Fleming demostró ser un alumno aventajado en el manejo de la pistola, la metralleta, los explosivos y el sabotaje. Continuó la “capacitación” en Canadá y el trabajo de graduación consistió en matar a un supuesto enemigo. La prueba era falsa, pero Ian no tuvo corazón para liquidar al rival y por eso lo enviaron a una oficina a planear operaciones militares.

Una de ellas fue Goldeneye; un operativo secreto en España contra puestos de espionaje alemán. Años más tarde, Pierce Brosnan protagonizaría su primer papel como 007 con ese título.

Desde su oficina en la inteligencia naval impuso “el estilo Fleming”, una manera elegante y excéntrica de planear las operaciones de espionaje tras las líneas enemigas.

Estuvo a cargo de la Unidad de Asalto 30, un grupo élite de comandos, especializada en impedir que los nazis destruyeran sus archivos. La guerra incentivó la imaginación de Fleming y fue famoso por la manera elaborada en que redactaba los informes, con un estilo placentero y agradable de leer.

Como parte de sus labores de espionaje, viajó a Estados Unidos y conoció a J.Edgar Hoover, dueño del FBI. También hizo una breve escala en Jamaica y quedó prendado del exótico paisaje, la exhuberancia natural y la buena vida que podía darse en ese paraíso perdido.

Sin las limitaciones hogareñas y con un modesto capital regresó a Jamaica, aceptó un trabajo en el diario Kemsley y construyó una casa sencilla, sin agua caliente ni aire acondicionado; sin vidrios en las ventanas y con las puertas abiertas, para que el aire circulara sin limitaciones.

Se la pasaba la mar de bien hasta que conoció a Lady Anne Rothermere, una mujer casada con la que mantuvo un affaire por años, hasta que ella quedó embarazada. Mientras esperaba el divorcio, para casarse a los 44 años, comenzó a escribir el borrador de su primera novela: Casino Royale .

Vive y deja morir

Espiar y escribir siempre han sido actividades paralelas. Son muchos los escritores que primero probaron la doble vida del espionaje. Somerset Maugham lo hizo durante la Primera Guerra Mundial en Ginebra.

Fernando Martínez, en Escritores y espías , cuenta cómo Francisco de Quevedo, Miguel de Cervantes, Rabelais, Voltaire, Daniel Defoe y más cerca, Graham Greene y John Le Carré “plasmaron en sus libros sus intensas experiencias en el turbio y apasionante mundo de los agentes secretos.”

Ian Fleming escribió 12 novelas y nueve cuentos. Después de que murió en 1964 –de un ataque cardíaco mientras jugaba golf en Kent– otros escritores intentaron imitar, con escaso éxito, el estilo elitista, arrogante y la acidez de su ingenio.

Casino Royale , de 1953, fracasó en las librerías. En una entrevista dijo: “Todos mis sueños se habían desvanecido de un golpe. Estuve tentado a abandonar mi incipiente carrera literaria, pero un día, en un acto rabioso, me puse de nuevo en la máquina para crear el Doctor No .”

Fue el productor Henry Saltzman quien vio la mina de oro y en 1962 filmó Dr. No. En esta, Ursula Andres salía del mar jamaiquino como la Venus de Boticelli y anunció el nuevo tipo de heroína del cine moderno.

Fleming pudo ver las dos primeras películas con Sean Connery; a la fecha la saga va por 23, contando la última: Skyfall , el nombre de la casa del ficticio agente.

El tren de vida le pasó la factura a Ian. Beber, fumar, comer en exceso, las obligaciones familiares y la depresión por los pleitos con editores y productores minaron su corazón.

La madre murió en 1964 pero la herencia ya no le hacía falta. Estaba enfermo de pleuresía y aún así fue al entierro de Evelyn. Su fanatismo por el golf lo llevó a Inglaterra y murió el 12 de agosto de ese año. Le siguieron en 1975 su hijo Casper, de una sobredosis, y en 1981 su esposa Anne.

Ian Fleming no solo le dio vida al agente secreto por antonomasia, sino que resucitó del olvido al Imperio Británico, que aún vive añejas glorias gracias a Bond' James Bond.