Página Negra: Freddie Mercury, Dios salve a la reina

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Las leyendas nunca mueren, se hacen invisibles. Extravagante, provocador, desenfadado, generoso, libérrimo; por atreverse a robar el fuego de la inmortalidad, su voz la apagó el SIDA.

Mercurio, el mensajero de los dioses, prestó sus pies alados al niño que nació en una isla de fantasía y lo convirtió en Freddie Mercury, la estrella más radiante de la galaxia del rock.

Tímido y apegado a su madre Jer y a su hermana menor Kahsmira, vivió a troche y moche; creyó que la fiesta nunca se acabaría y terminó sus días hecho un ovillo de carne seca incapaz de valerse por sí mismo y pidiendo hacer “pipí, pipí”, abrazado a su amante de turno, Jim Hutton.

En una encuesta realizada por el periódico británico The Sun, en enero del 2009, cuatro mil personas nombraron a Mercuy como “el dios del rock” seguido por Elvis Presley, Jon Bon Jovi y en el décimo puesto Mick Jagger. “Antes de su muerte había vendido 300 millones de discos”, apuntó el rotativo.

El líder de la banda Queen creyó que era un intocable, pero el virus del SIDA lo redujo a una figura patética, lejos del vigoroso revolucionario del rock con sus grandilocuentes gestos, fantásticos vestuarios y conciertos donde emergía entre luces y neblina, como una versión psicodélica de la Venus de Boticcelli.

Todo en Mercury era escandaloso. Cuando cumplió 39 años organizó una bacanal en Munich. Trip Khalaf, ingeniero de sonido de Queen, la recuerda: “ entramos y había gnomos, enanos, ogros, ladrones, bailarines, travestis, transexuales, gente del tercer sexo. Cada quien iba disfrazado del personaje que más admiraba, Freddie, por supuesto, iba vestido de sí mismo”.

Freddie nació el 5 de setiembre de 1946 en la actual Tanzania, que por entonces se llamaba Zanzíbar, y era célebre por dos razones: el cultivo de especias y el tráfico de esclavos, entre los siglos XVII y XIX.

Su nombre de pila era Farrokh Bulsara y su familia era creyente de las doctrinas de Zoroastro, antigua creencia pagana de origen persa que tiene como divinidad a Ahura Mazda.

Su padre Bomi era un burócrata al servicio de la corona británica y cuando el hijo cumplió ocho años lo envió al colegio Saint Peter’s, en la India, donde tuvo su primer contacto con la música y comenzó a tocar el piano.

Más tarde formó su primera banda de rock llamada The Hectics y cambió su nombre persa por el de Freddie; años después haría lo mismo con su apellido y se pondría Mercury.

Tras la “Revolución de Zanzíbar” que culminó con la fundación de Tanzania, en 1964, los Bulsara emigraron al barrio de Felthan, cerca de Londres, donde pasaron estrecheces económicas.

Para ayudar a su familia trabajó en un aeropuerto y vendió ropa de segunda mano en Piccadilly Circus, mientras estudiaba diseño gráfico en un instituto politécnico. “Uno de sus primeros empleos fue empacador en una fábrica y ahí se burlaban de él porque tenía manos muy suaves”, comentó su madre Jer, en el documental de la cadena Fox, Freddie Mercury, la historia jamás contada.

Picado por la música se unió, en 1969, a las bandas Ibex y Sour Milk Sea, pero estas nunca pasaron de ser aficionadas. Fue en abril de 1970 cuando empató con el guitarrista Brian May y el baterista Roger Taylor, quienes tenían el grupo Smile.

A ellos Freddie les propuso variar el nombre y llamarse Queen, se dice que porque ese era el apodo que le endilgaron sus amigos, por sus maneras afeminadas. También, cambió su apellido a Mercuy, inspirado en los versos de la canción My Fair King y porque consideraba que así tendría más poder promocional.

La banda dominó la escena roquera a fines de los 70, y durante todos los 80, con una propuesta innovadora y agresiva. Grabaron los álbumes Queen I y Queen II y llegarían al estrellato con el tema A night at the opera y Bohemian Rhapsod, aunque todo el mundo conoce a Mercury por We are the Champions, canción insignia de cualquier coronación deportiva. Lo demás fue coser y cantar.

Amor de mi vida

Si bien Mercury era gay sostuvo relaciones con mujeres y a una de ellas, Mary Austin, la consideró el “amor de su vida”; vivió con ella seis años y nunca se casaron. “Todos mis amantes me preguntan por qué no puedo reemplazar a Mary Austin, pero eso es sencillamente imposible. La única amiga que tengo es Mary y no quiero a nadie más. Para mí, ella es como una esposa, para mí era como un matrimonio. Confiamos uno en el otro, eso me basta”, confesó Mercury al periodista Fred Hauptfuhrer.

La cercanía de la pareja causó enormes problemas a los demás y ninguno de los pretendientes que tuvo Mary, cuando dejó de vivir con Freddie, mantuvo mucho tiempo su relación, ya que debían compartir el cariño de ella con la estrella del rock y nadie pudo penetrar ese lazo de lealtad e intimidad, según declaró Austin al Daily Mail, en una amplia entrevista publicada en 1999.

El padre de los dos hijos de Mary, el pintor Piers Cameron, la abandonó porque se sentía eclipsado por Freddie quien le había creado un mundo particular, lleno de arte, ópera y ballet.

Ella apenas tenía 19 años cuando conoció a Mercury y había llevado una vida sencilla y pobre. Su padre era un empapelador y su madre una empleada doméstica. Los dos eran sordos y se comunicaban mediante el lenguaje de señas.

A los 15 años dejó tirado el colegio; trabajó como aprendiz de secretaria; más tarde obtuvo un puesto de relacionista pública en la tienda Biba, en Kensington, donde conoció al cantante, que por ese tiempo vendía ropa usada en un mercadillo cercano. Fue Brian, amigo de Mercury, quien los presentó.

“Me llevó unos tres años enamorarme realmente de él. Pero nunca había sentido eso antes por nadie; no se parecía a nadie que hubiese conocido antes. Tenía mucha confianza en sí mismo y yo nunca la había tenido”, explicó Austin a David Wigg, del Daily Mail.

Vivieron juntos seis años; al principio en una pequeña habitación donde compartían el baño y la cocina con otra pareja. “Siempre tenía a Freddie para ayudarme y él siempre me tenía para ayudarle, si lo necesitaba. Me hizo darme cuenta de que no era tan autosuficiente como me hubiera gustado ser. Así como yo había sido una amiga para él, me di cuenta de lo que había significado su amistad para mí: el hecho de simplemente saber que él estaba allí”. Tras seis años de vivir juntos Mary comenzó a notar cambios en la personalidad de Mercury, según comentó a la cadena Fox. Freddie le declaró que era gay y a partir de ahí inició una seguidilla de amantes que lo llevarían a la tumba.

“Me protegió mucho. Si algo malo ocurría él decía ‘oh, cariño, no te preocupes, lo superaremos’. Mercury legó a Mary –en su testamento– el 50 por ciento de toda su fortuna y de los ingresos futuros por derechos de autor, así como su fastuosa casa en Kensington, valuada en casi cinco millones de dólares.

La hora final

La sexualidad de Freddie fue deformada por la actitud liberal y experimental de los años 60 y 70. Por ese tiempo lo bisexual, lo andrógino, lo ambiguo eran el estilo imperante y él estaba en medio de toda esa vorágine, donde sobresalía y siempre se colocaba en el extremo más que nadie.

Diana Moseley, diseñadora de sus vestuarios, explicó a la Fox que “Freddie no tenía que gritarles a la cara que era gay, porque vivía como un gay. Si uno lo conocía o estaba cerca de él, era gay. Creo que es alguien que vivió su vida, como quería, y no quería transformarse en la cabeza del movimiento gay”.

El roquero opinaba que su sexualidad era algo privado. En una entrevista, meses antes de morir, declaró “Odio todo ese tinglado, odio tener que hablar con los periodistas, me gusta hablar pero no que me entrevisten.”

Aunque fue extremadamente promiscuo, en sus últimos años volvió a la monogamia y se emparejó con el peluquero y jardinero Jim Hutton, quien murió de sida en el 2010.

En 1987 dos de los amantes de Mercury murieron a causa del fatal virus y él tomó conciencia del final que le esperaba porque también era seropositivo; en ese momento las drogas para combatir el mal no eran tan eficaces como ahora.

La certeza de la muerte le cambió el ritmo de vida; renunció a las escandalosas fiestas; compuso piezas marcadamente depresivas y en los videoclips jamás mostraba la cara, desfigurada por el avance de la enfermedad.

Evitó hasta el último momento difundir detalles sobre su padecimiento y no fue hasta el 22 de noviembre de 1991 que llamó a su manager Jim Beach para autorizarlo a declarar públicamente su calvario y la verdad que ocultó por años: tenía SIDA y estaba a horas de morir.

Falleció en brazos de Jim el 24 de noviembre de 1991. Por decisión expresa su cadáver fue incinerado y solo Mary sabe qué se hicieron sus restos, bajo promesa de nunca revelar el sitio exacto. “Yo tendría que haberme ido primero. Hubiera preferido que fuese él quien tuviera que echarme de menos, en lugar de ser yo.”

En todas las imágenes Freddie lucía sonriente, con unos dientes enormes bajo un espeso mostacho, recordando lo que dijo una vez Plinio el Viejo, que Zoroastro había nacido con una sonrisa permanente, augurio divino de su sabiduría.