Página Negra: Frances Farmer , la hija de la tormenta

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Una muñeca rota. Quiso pensar, pero no la dejaron. La aplastaron como a un gusano, pero nadie la doblegó. Fue la peor de todas: respondona, descarada, rebelde, extravagante, incómoda. Hollywood, la máquina de moler carne, la destrozó por exhibir las miserias ocultas bajo la alfombra roja y los pliegues de la fama.

Frances Farmer, la loca, la nueva Greta Garbo, pagó muy caro su oposición a la “fábrica de estrellas”. Sus desplantes y locuras llenaron las portadas de la prensa sensacionalista, entre 1936 y 1970.

Odiaba ser un símbolo sexual, una cara bonita, un escote generoso. Detestaba por igual a los chismosos de la farándula, a los productores y a los policías.

Ferozmente libre, llevó una vida tumultuosa y saltó de reyerta en reyerta. En 1942 agredió a varios oficiales de tránsito, lanzó un tintero al juez que la condenó a 180 días de trabajo comunal y la sacaron arrastrada de los tribunales. Meses después le zampó un puñetazo a una peluquera y le partió la mandíbula.

La policía la acorraló en un hotelucho. Botaron la puerta y la encontraron agazapada en el baño; la levantaron en vilo y la tiraron desnuda en el vestíbulo, entre arañazos, gritos, insultos, forcejeos y patadas terminó en un asilo para locos.

Le diagnosticaron crisis maníaco depresiva y esquizofrenia paranoica; los “médicos” la mandaron siete años a un manicomio donde la violaron en serie, casi la ahogaron en agua helada, le aplicaron electrochoques, la mordieron las ratas y la envenenaron con alimentos podridos, relató Rafael Dalmau en Los pecados del cine.

Para hacerla entrar en razón le aplicaron una lobotomía –explicó William Arnold en la biografía novelada Shadowlands–. El brutal método clínico fue inventado por el neurólogo Edgar Moniz, Premio Nobel de Medicina en 1949, y popularizado en Estados Unidos por Walter Freeman, un matasanos que lo hacía en su propia furgoneta llamada “lobotomóvil”.

Las afirmaciones de Arnold fueron rebatidas por el periodista Jeffrey Kauffman, quien realizó una investigación en la cual aseguraba que muchos de los hechos relatados en ese texto, y que dieron soporte a la película Frances, con Jessica Lange, eran falsos.

Según él, Freeman nunca la atendió y tampoco fue violada por soldados de una base militar cercana. Jack El-Hai, en El lobotomista –biografía de Freeman– indicó que los registros del galeno no contenían ninguna alusión a la actriz, lo cual era muy raro porque ella era una celebridad y eso le habría dado mucho prestigio.

El tratamiento de Freeman consistía en meter, con la ayuda de un mazo de hule, la punta de un picahielo por el conducto lacrimal; una vez dentro del cráneo del paciente, movía el punzón y cortaba las conexiones nerviosas entre el lóbulo frontal y el resto del cerebro. La eficacia era del 10 por ciento.

Se estima que entre 45 mil y 50 mil pacientes fueron lobotomizados en Estados Unidos, porque curaba la depresión, la esquizofrenia, la neurosis, la homosexualidad, la ansied

ad, las tendencias suicidas y hasta el comunismo. Los efectos secundarios eran un detalle, la mayoría de los pacientes quedaban convertidos en zombis.

Bella y talentosa, Frances Farmer llevaba dentro de sí el germen de la autodestrucción. En los años 30 su estrella comenzó a fulgurar; en 1944 fue declarada mentalmente incapaz y enviada a un sanatorio. Salió en 1950 y vivió en una relativa oscuridad hasta su muerte en 1970.

Los tormentos sufridos la convirtieron en una leyenda reflejada en tres biografías, igual cantidad de películas, varias obras teatrales en Broadway, numerosos artículos periodísticos y canciones, detalló la periodista Casandra Tate.

La trágica vida de Frances fue llevada al cine en 1982 con una película homónima protagonizada por Jessica Lange, que le mereció una nominación al Óscar. Los críticos consideraron la actuación de Lange como la mejor en los últimos 25 años del cine en el siglo XX.

El cantautor y guitarrista grunge Kurt Cobain compuso Frances Farmer se vengará en Seattle, que incluyó en el álbum de Nirvana In utero, de 1993. Cobain quedó impresionado por el libro Shadowland.

También, la cantante francesa Mylene se agregó el apellido Farmer en recuerdo de Frances. En el 2004, el grupo chileno de thrash metal Psicosis grabó Frances Farmer, en su disco The crippled machine that moves the world.

Nido de víboras

Frances vio la luz en Seattle, Washington, en 1913. Su padre Ernest era un tímido abogado; su madre Lillian era una mujer parlanchina, ambiciosa, mandona y con un carácter volcánico que heredó a su cumiche. Cuando se casó con Ernest ya tenía una hija, Edith; más tarde nació Wesley.

En el colegio ganó $100 en un concurso literario, con un ensayo sobre la muerte de Dios; ahí demostró la firmeza de su criterio y un espíritu contradictorio. Fue campeona en oratoria, redactora juvenil, jugadora de voleibol y basquetbol, integrante del gobierno estudiantil y alumna de honor.

Comenzó su carrera artística con una obra teatral a los 14 años, La hija del pirata; un crítico local dijo que su destino serían las luces de Broadway.

De universitaria ganó un viaje a la Unión Soviética, en 1935, y esto generó la oposición de su madre, celosa de su hija y convencida de que los actores comunistas la habían corrompido.

La Gran Depresión, que dejó en el paro y la miseria a 40 millones de americanos, alimentó sus ideas progresistas y sentaron las bases de su oposición al sistema económico, a la prensa, a la sociedad puritana y a todo el orden social vigente.

Con ese fardo a cuestas inició , en 1935, su aventura en el cine y ganó un concurso de popularidad organizado por la Paramount. Esta le echó las garras y la contrató por siete años, para hacer de ella un objeto erótico en filmes simplones y melodramas.

Ella, que se consideraba “una actriz seria y soñaba con interpretar a Chejov y a los clásicos encontró que su estudio la emparejaba con Bing Crosby en Rhythm on the Range, y codo a codo con Martha Raye y Bob Burns y su bazooka” , lamentó Kenneth Anger, en Hollywood Babylonia. Pronto la cedieron a Samuel Goldwyn para filmar Rivales, siguió con Ídolo de Nueva York y El hijo de la furia.

Probó suerte y se casó con el novel actor Wycliffe Anderson, que cambiaría su nombre dos veces más y terminó siendo Leif Erickson, recordado por su papel de John Cannon en la serie de televisión de los años 60 El gran chaparral. Duró un año y se divorció en 1937.

“Desde 1936 hasta 1942, Farmer apareció en 18 películas, tres obras de teatro y 27 programas de radio” , apuntó Dalmau. Para mantener ese ritmo consumía anfetaminas, bebía bastante y estaba obsesionada por perder peso. Fue esta combinación de factores lo que lanzó su vida al vacío, en caída libre y sin que nadie le ayudara. La dejaron sola.

Viaje al infierno

Su temperamento incendiario le granjeó fama de insufrible. Las furias se lanzaron sobre ella y la arrastraron a un mundo de camisas de fuerza y carceleras tan diabólicas como marimachas.

Colapsó, agobiada por las presiones del medio artístico y sus frustraciones. Su propia madre la entregó a la policía y esta se la endosó a Thomas H. Leonard, un psiquiatra que la hundió en el tártaro de la locura.

Por prescripción médica fue encerrada en el Western State Hospital y durante tres meses recibió fuertes dosis de insulina para calmarla. Logró escapar por una ventana y regresó a su casa, solo para que su madre la devolviera en camisa de fuerza y le dieran otra tanda de electrochoques.

De nuevo en el purgatorio recibió sesiones diarias de hidroterapia que consistían en tirarla desnuda al piso y lanzarle barras de hielo durante horas. Volvió a escapar pero su mamá la capturó y la regresó al hospital, donde fue recluida con criminales y locos a quienes les tiraban la comida al suelo y debían disputársela como animales hambrientos.

Las torturas siguieron con más electrochoques y fue obligada a prostituirse con enfermeros y soldados; aprovechando su estado la sometieron a pruebas con diferentes medicamentos y finamente le practicaron una lobotomía, para controlar su temperamento.

Tras siete años de exilio en el infierno regresó a su hogar en 1950 para dedicarse a cuidar a sus padres. En 1954 se casó con Alfred Lobley, pero lo abandonó seis meses más tarde. Trabajó como secretaria y dependiente en un hotel; conoció a Leland Mikesell, un productor de radio con el que se casó y con su ayuda regresó al cine en 1958 y tuvo su propio programa de televisión, según Tate.

La única mano abierta que encontró Frances en su caída fue la del periodista John Rosenfield, quien denunció los maltratos a la actriz. El resto de amigos siguió los dictados de Louella Parsons, que escribió: “La cenicienta de Hollywood ha regresado a sus cenizas por el resbaladizo sendero de la bebida.”

Farmer volvió a sus viejos hábitos, y en 1962 llegó borracha al trabajo y tuvo varios arranques de furia con su público. En 1964, la arrestaron de nuevo por conducir borracha y, en 1970, murió de cáncer en el esófago.

Genio y locura siempre van de la mano. Frances vivió y murió sola; bebió del agua de la demencia y un día, como profetizó Cobain: “volverá como el fuego, para quemar a los embusteros y dejar un manto de cenizas en el suelo.”