Página negra Corín Tellado: La reina de la literatura popular

Nunca fue ni romántica ni enamorada, pero entendió el corazón de los lectores con sus novelas sentimentales; fue marginada e injuriada por la sencillez de sus obras, consideradas por los críticos literarios como lacrimógenas, baratas y sensibleras.

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En toda persona late una historia de amor. Alma universal del sentimiento, vivió para escribir sobre un mundo de ilusiones, constelado de mujeres divinas disputadas, entre explosiones de atardeceres, por gallardos paladines y villanos espernibles.

“Escribidora” compulsiva de casi cinco mil novelas devoradas con fruicción por 400 millones de lectores, sus enemigos le impusieron el sambenito de “monstruo de la literatura de consumo”, “reina absoluta de la trama barata” y “prócer de la infraliteratura”. ¡Ahhhh!...Si la envidia fuera tiña'

A los pies de la célebre española Corín Tellado cayeron rendidos otros sabios venidos de América, entre ellos Mario Vargas Llosa que la calificó como “el fenómeno sociocultural casi más notable en lengua española desde el Siglo de Oro”.

El Premio Nobel de Literatura y Guillermo Cabrera Infante peregrinaron –en 1981– hasta el santuario de aquella Érato moderna para entrevistarla y golpearse el pecho por los intelectuales que la “ningunearon” durante más de 60 años.

Tres generaciones de mujeres, y muchos hombres a escondidas, sufrieron a mares con sus relatos románticos, apasionados y eróticos que la llevaron al Récord Mundial de Guinness de 1994, por ser la escritora más vendida en lengua castellana; así como al reconocimiento de la Unesco – en los años 60– como la más leída, superada a empellones solo por El Quijote y La Biblia.

Si la opinión de Vargas Llosa vale algo, esto dijo de Corín en un artículo publicado en el diario español El País: “Ni Borges, ni García Márquez, ni Ortega y Gasset ni cualquier otro de los más originales creadores o pensadores de nuestra lengua ha llegado a tanta gente ni influido tanto en su manera de sentir, hablar, amar, odiar y entender la vida y las relaciones humanas.”

Condenada al ostracismo por los santones literarios, María del Socorro Tellado López – apodada Socorrín por sus allegados y de ahí Corín– empezó a los 19 años una guerra de trincheras con su primera novela, Atrevida apuesta, una historia tan sencilla como real, acerca de un marino –de esos que besan y se van– que aprovechó un apagón para besar a una jovencita y ganarse de paso una apuesta.

La obra fue publicada el 12 de octubre de 1946, le pagaron tres mil pesetas viejas y firmó un contrato mensual por 1.600 que la obligaba a escribir una novela cada quince días. “Era una apuesta atrevidísima. Puse besos, donde nadie los ponía. Hay mujeres que me encuentran ahora y me dicen que me quieren mucho, que les descubrí una vida que no era la suya” recordó Corín Tellado a la revista Cromos.

En casa de herrero, cuchillo de palo. En una biografía, escrita por Blanca Álvarez, la literata reconoció que se enamoró solo una vez, que aprendió a besar por las descripciones que hacía en los libros y que su vida “no fue romántica”.

Al contrario de Bárbara Cartland o Victoria Holt, sacerdotisas de la novela rosa contemporánea, los personajes de Corín Tellado sortean los mismos avatares de la gente común; sienten celos, odio, miedo, ansiedad, codicia y sufren a causa del más viejo de todos los dioses: el Amor.

Volvamos al ayer

Como Honoré de Balzac ella escribía rápido y eficiente para pagar las cuentas del hogar. Todos los días, desde las cinco de la mañana, pitillo en mano y sobredosis de café, en jornadas de hasta 12 horas aporreaba las teclas de su vieja máquina de escribir Hispano Olivetti, para producir unas 30 páginas.

Mujer en medio de cuatro hermanos, Corín nació el 25 de abril de 1927 en el asturiano pueblito pesquero de Viavelez; en el hogar de una ama de casa y un operario de máquinas navales.

Era “muy vergonzosa, muy tímida, ni siquiera jugaba en los recreos” dijo la escritora en su sitio web, si bien una compañera –Ana María Morgado– la recordaba como una “adolescente muy lanzada; montaba en bicicleta cuando estaba mal visto y fumaba cigarrillos a escondidas”.

Lectora voraz, engulló a los clásicos franceses, de Alejandro Dumas a Balzac; aunque educada en un colegio de monjas leyó las novelas eróticas de Pedro Mata y así comenzó a garabatear las suyas.

La muerte del padre la obligó a buscar trabajo en una zapatería y a punto estuvo de acabar ahí su incipiente carrera, de no ser porque el librero que la surtía de revistas la conectó con la Editorial Bruguera y esta la incluyó entre sus asalariados.

Con Bruguera sostuvo una relación tormentosa. En 1973 perdió un pleito con ellos y fue condenada a una millonaria indemnización y a trabajar en exclusiva por 24 años para esa empresa. Como parte de ese contrato tuvo que escribirles 26 novelas eróticas, con el apodo de Ada Miller.

Su plataforma hacia la fama fue la revista Vanidades. En 1951 se comprometió a publicar dos novelas mensuales y triplicó la circulación, de 16 mil a 68 mil ejemplares.

El corrector de estilo era, casi nada, Guillermo Cabrera Infante, quien años más tarde confesaría que gracias a Corín Tellado le entraron ganas de escribir y la definió como “la inocente pornógrafa, aunque ni era tan pornógrafa ni tan inocente.”

La dictadura de Francisco Franco y la tijera del censor afinaron, según la propia Tellado, su particular estilo de insinuar y sugerir para que la imaginación del lector lo llevará a donde quisiera.

Por eso sus obras pasaron del quiosco de revistas a los radioteatros, a las fotonovelas, a la TV, al cine y abrió trocha a las novelas españolas en Internet.

Corazón indómito

Si bien las heroínas de Corín atravesaban un sendero de fuego y alcanzaban un final feliz a punta de pescozones, la vida sentimental de la escritora nunca fue de novela.

Realista, pétrea, vital, jamás cayó en los amores ardientes y apasionados de sus personajes y confesó al periodista español Javier Cuartas, para un artículo del diario El País, “que nunca he dicho te amo, te quiero, vida mía. Solo lo sugiero en las novelas para que se emocionen otros”.

Las obras de Tellado no son autobiográficas, tampoco revelan sus estados de ánimo y describía las escenas más sentimentales sentada en su despacho, mientras tomaba un chocolate caliente.

Ya madurita, a los 32 años, se casó con Domingo Egusquizaga, un agente de ventas vasco que según ella era “guapo, alto, bien plantado, limpio, dicharachero”' en fin' una cajita de monerías.

Pero, el que no tiene minga tiene mandinga y a los pocos días la pareja comenzó a tener fricciones; por un lado Corín era libérrima, ni mantenida ni sometida y su marido tragó a regañadientes los viajes, la fama y él éxito de su mujercita. Al parecer Domingo era un fastidio, peleón, cascarrabias y machista.

“Cuando hablo de machismo, me refiero al hombre que no disfruta con el éxito de su compañera, aquel que siempre quiere tener la última palabra y que no comparte lo peor que tiene la vida: las tareas domésticas. Ni mis nietas gemelas estarán liberadas totalmente porque las leyes las hicieron los hombres” expresó en una de sus biografías.

“Yo era mucha mujer” le remarcó a Javier Cuartas. A los tres años la literata lo mandó a freír churros; tomó a sus dos hijos –Begoña y Domingo– y siguió su vida sola, nunca se divorció ni vivió con otro hombre porque era “una adicta al amor, a la familia y al matrimonio”.

El exmarido le mandaba cartas pero ella nunca las abrió y el día que este murió las quemó sin leerlas porque, decía ella, “él murió como buscó morir: solo. Pero lo respeté siempre. Si nos vemos en el más allá, le daré la mano”.

Corín siguió adelante, se preocupó porque otros fueran felices y se concentró en ganar dinero con lo único que sabía hacer bien: contar historias.

Con los años aquélla maratonista de las letras bajó su ritmo a dos horas diarias; en 1992 un severo mal renal la sometió a incómodas sesiones de diálisis y le dictaba los textos a la nuera, porque solo dejó de escribir cuando cayó de cabeza sobre la máquina.

Corín Tellado, maliciosa y sagaz, murió el 11 de abril del 2009 y dejó un mundo de idilios, ilusiones y sentimientos.