Página Negra: 13 películas "malditas"

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Aquellos que hicieron estas películas dejaron atrás toda esperanza, porque llevan en su frente un nombre: misterio. Hollywood, la única tierra que tiene más estrellas que el cielo, es el taller del diablo.

Desde El Mago de Oz hasta Batman: el caballero de la noche, hay 13 cintas que dejaron en sus protagonistas una estela de horror y espanto. Es el caso de Rebelde sin causa, El conquistador de Mongolia, Los inadaptados, El bebé de Rosemary, El Exorcista, Juego con la muerte, El Cuervo, La Profecía, Poltergeist, Supermán y Al filo de la realidad.

Las películas de miedo siempre han cautivado al público porque despiertan sensaciones atávicas: sudor frío, pupilas dilatadas, angustia, frenesí cardíaco, agitación, espasmos y parálisis.

Frankestein, estrenado en 1910, fue el primer filme de terror, pero fueron los hermanos Lumiére, con La llegada del tren, de 1896, quienes ocasionaron que los espectadores salieran enloquecidos del teatro, horrorizados ante la idea de que la locomotora que veían en la pantalla cobrara vida y los aplastara. Volvieron cuando les aseguraron que eso era una fantasía y se llamaba “cine”.

Un toque satánico

Si esta noche siente que levita, la cabeza le da vueltas, dice pestes y toca a su puerta un señor con un maletín negro, se trata de Pazuzu, un esbirro del demonio que solo le tiene miedo a El exorcista.

Esa es la película maldita por excelencia. Estrenada en 1973, tiene a su haber una extensa lista de muertes y sucesos inexplicables que generaron un estado de psicosis y pánico en el equipo de filmación. A la misma hora que comenzó el rodaje, murieron el abuelo de Linda Blair (la pequeña poseída Regan McNeil), el hermano de Max Von Sydow (el padre Merrin) y el hijo de un productor, con solo un día de nacido.

Al menos nueve personas relacionadas con El exorcista, fallecieron durante o poco después del estreno, entre ellos los actores Jack MacGowran y Vasiliki Maliaros. Además, un incendio destruyó gran parte del set, montado en Iraq.

En 1975, la actriz Mary Ure interpretó a la poseída en el Teatro de la Comedia de Londres y murió tras la función.

La maldición siguió vigente. En el 2004 en la filmación de la secuela El comienzo, el actor Jason Miller cayó fulminado por un ataque cardíaco: su hijo había muerto atropellado por un camión, durante el rodaje de El Exorcista.

Para peores ninguno de los actores originales volvió a conseguir empleo en películas de primer nivel; Linda Blair cayó en el mundo de las drogas e intentó suicidarse varias veces.

Cámaras fundidas, luces que explotaban, escenarios destruidos, metros de celuloide desaparecidos y actores consumidos por la droga parece ser el precio de revelar un mundo que quizá debió quedar oculto para siempre.

Arenas atómicas

John Wayne, el vaquero más macho del cine, está vestido de mongol, con los ojos rasgados, bigotes largos, una coleta y una bata, simulando ser nada menos que Gengis Khan, el hombre que Time consideró el personaje histórico más importante de los últimos 2.000 años.

La escena ocurrió en 1954, en Snow Canyon, desierto de Utah. Filmaba El conquistador de Mongolia. De las 220 personas que participaron en el rodaje, 81 murieron de cáncer.

Años después, la revista francesa Le Point reveló que la película fue filmada a 200 kilómetros de un desierto llamado Yucca Flats, donde el gobierno norteamericano realizó intensas pruebas nucleares a partir de 1951.

El primero en perecer fue Victor Young, compositor, quien falleció a los 56 años de un tumor cerebral. En 1963 le siguió el actor y director Dick Powell.

Les hizo compañía el mexicano Pedro Arméndariz, quien se pegó un tiro cuando supo que tenía el mismo mal. A la lista se agregó, en 1971, Thomas Gómez, y en 1974, Agnes Moorehead, la madre de la bruja Samantha en la teleserie Hechizada. La pelirroja Susan Hayward, intentó quitarse la vida tras enterarse de que tenía un tumor, pero este la mató primero en 1975. La ronda fatal concluyó con la muerte del vaquero más valiente que existió: John Wayne.

En 1979, la revista The Defense Nuclear Agency People publicó: “Por favor, Dios, no permitas que hayamos matado a John Wayne”. Plegaria vana, las pruebas nucleares del ejército se le adelantaron. Cada gramo de las 60 toneladas de arena removidas para simular el desierto estaban contaminadas.

Lo más irónico de todo fue que la película ganó un premio, pero no por buena: el pavo de oro al peor filme del año.

La semilla del diablo

Parece que una presencia siniestra persigue al director Roman Polanski: desde su niñez en el gueto de Varsovia, oculto de los nazis que mataron a su madre en un campo de concentración, hasta la ejecución de su esposa Sharon Tate, por el clan Manson, en 1969.

Polanski explota el terror psicológico y le da forma al mal, al punto que algunos ven en las escenas de El bebé de Rosemary el anticipo de lo que sería el crimen colectivo más impactante del siglo XX. Este filme, junto con Repulsión (1965) y El inquilino (1976) forman una trilogía satánica. El bebé de Rosemary retrata un mundo de brujería y ocultismo, y está rodeado de una serie de leyendas y rumores, entre ellos que Anton LaVey, fundador y líder de la Iglesia de Satán, interpretó el papel principal en el sueño que tiene Rosemary y en el cual el demonio la deja embarazada.

El miedo a lo sobrenatural invade un ambiente urbano y familiar, el apartamento que alquilan Rosemary y su esposo Guy, en Nueva York, edificio Dakota calle 72 y Central Park West. Para más señas, donde el 8 de diciembre de 1980, Mark Chapman mató de cuatro balazos a John Lennon. En esa dirección también vivió Edward Crowley, famoso ocultista y mago negro.

Un año después del estreno del filme, el 8 de agosto de 1969, Sharon Tate y cuatro de sus amigos yacían en un pozo sangriento, por las puñaladas que les propinaron los acólitos de Charles Manson.

Desperdigados por la mansión, en las colinas de Hollywood, estaban los cadáveres de Voityck Frykowski, director de cine; Abigail Folger, millonaria; Jay Sebring, peluquero y amante de turno de Sharon; Steven Parent, un jovencito, y Sharon Tate, de 26 años y embarazada de ocho meses.

La negra historia de Polanski siguió. El devastado director volvió con Macbeth (1971) y convirtió el drama de Shakespeare en un vórtice de sangre, traiciones, venganzas y puñaladas.

Hace unos meses, los fantasmas que persiguen a Polanski regresaron del pasado. Fue detenido y más tarde liberado en Suiza, a causa de una orden de arresto que pesaba sobre él, por abusar sexualmente de una niña en 1978 antes de abandonar Estados Unidos.

A ver al mago

Atrévase a caminar por el sendero de baldosas amarillas más fantástico del cine. Por ahí llegará a una tierra poblada de brujas, un espantapájaros parlanchín, un león cobarde, un legendario hombrecillo de hojalata y muchos seres salidos de la imaginación de Lyman Frank Baum, el autor de El Mago de Oz, la célebre película infantil de 1939.

En este clásico hay de todo: suicidio, envenenamiento, accidentes y el abrigo de un muerto. Los problemas más serios los produjo el maquillaje, ya que el polvo de aluminio con que pintaban al hombre de hojalata envenenó a Buddy Ebsen y tuvo que retirarse porque comenzó a sufrir de calambres y problemas respiratorios. Lo sustituyó Jack Haley, a quien no le dijeron nada y lo embadurnaban con pasta plateada. Terminó en el hospital por una infección ocular, según cuenta su hija Gloria, en la biografía El corazón del hombre de hojalata, de 1978.

La bruja del oeste, personificada por Margaret Hamilton sufrió graves quemaduras. En una escena, un aparato que producía humo se descompuso y estuvo a punto de quemarla viva. Y a su sustituta ¡le estalló la escoba voladora!

El abrigo del profesor Marvel, un falso adivino, fue comprado en una tienda de ropa usada y resultó ser de Frank Baum, el escritor de El Mago de Oz, quien había muerto hacía 20 años.

Almas en pena

Si al destino le gusta gastar bromas pesadas, este se ensañó con James Dean, Natalie Wood y Sal Mineo, los tres desgraciados que protagonizaron la emblemática cinta Rebelde sin causa y que fallecieron trágicamente.

Dean murió un mes antes del estreno de la película, en 1955; Natalie Wood se ahogó años en circunstancias nada claras y Mineo fue asesinado de cuatro puñaladas en su casa.

Solo la vida de James Dean ha dado material para muchos libros. Inadaptado social, interpretó en la vida real el papel de rebelde e incómodo.

Parecía andar apurado por matarse y lo logró a los 24 años. Por esos años, los jóvenes acostumbraban manejar sus bólidos a ciento y resto de kilómetros y frenar lo más cerca de un precipicio, para demostrar que eran auténticos machos. Dean no lo hizo así. Un día aceleró su Spyder 550 chocó contra un Ford y se incrustó en un poste. No quedó ni el cuento.

Con su muerte, creó un personaje de leyenda: el adolescente enfundado en su chaqueta de cuero, con jeans, cigarrillo entre los dedos y pleitero a navajazos. La juventud norteamericana copió sus maneras introvertidas y rebeldes y anticipó al pandillero de la calle.

Tras la muerte de Dean, su auto fue vendido por partes y comienza una seguidilla de muertes. George Barkuis, el conductor del camión que transportó los restos destrozados del Porsche, se mató cuando este le cayó encima.

Un coleccionista de autos de apellido Barris lo compró en $2.500 y, cuando lo descargaban en su taller, se deslizó de la plataforma y le quebró las piernas a un mecánico. Entonces decidió vender el auto por piezas.

El motor lo compró el Dr. Troy McHenry, quien lo instaló en otro vehículo y se mató en su primera carrera. William Eschrid adquirió la transmisión y tuvo un percance brutal pero sobrevivió. Horrorizado, Barris decidió vender a la Patrulla de Carreteras de California lo que quedaba del auto y el garage donde lo guardaron se quemó con todos sus autos, menos ese. La cadena de desgracias finalizó en 1958, cuando Barris prestó la carrocería del Porsche 550 para una exhibición en Miami. La pieza desapareció camino a los Angeles y no se ha vuelto a saber nada del mismo.

En Hollywood circuló la versión de que la presentadora Maila Nurmi se había comprometido con Dean, pero este la dejó tras su repentino éxito y con el dinero que tenía para comprar la casa de ambos, adquirió el Porsche plateado. Por eso, ella maldijo el auto.

Los inadaptados

Si algún filme se hizo entre imprevistos, desastres y muertes prematuras, ese fue Los inadaptados, que en 1961 reunió en Nevada a tres actores con la cuenta regresiva para su autodestrucción: Clark Gable, Marilyn Monroe y Montgomery Clift, un trío de maníacodepresivos.

Dos días después de que terminó el rodaje, Gable sufrió una trombosis coronaria que dos semanas más tarde lo liquidó. El que una vez fue “rey de Hollywood” tomaba dos botellas diarias de whisky y fumaba tres cajas de cigarrillos. Por eso las actrices decían que su aliento apestaba.

La Monroe no se le quedaba atrás. Tenía que hacer 65 tomas para que saliera bien una sola frase. Llegaba tarde al set, había que maquillarla dormida, ingería drogas y tenía un corazón solitario. Su ama de llaves, la señora Murray, la encontró muerta en 1962.

El último inadaptado era Montgomery Clift. Desfigurado y reconstruido tras un accidente vial, a partir de ese día comenzó el proceso de suicidio más largo en la historia del cine.

Clift era un ser desgraciado, vivía un romance oculto con su maquillador Frank LaRue, y dependía del alcohol para mantenerse vivo mientras se moría.

¿Adónde van los muertos? Tal vez el alma de estos personajes vaga por el reino donde deambulan los indecisos, que no fueron ni bondadosos ni malvados.1