Nervios y carreras en tacones antes de luchar por la corona

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Sentada en un banquito con aguja e hilo en mano haciendo el ruedo deun vestido, estaba doña Vicky Fonseca.

Ella se mezclaba con diez de las mujeres más hermosas del país y era la encargada de que los vestidos de las aspirantes a Miss Costa Rica estuvieran a la medida de los cuerpos de las participantes.

“Trabajé en teatro con los vestuarios durante gran parte de mi vida y, desde hace siete años, estoy acá con Miss Costa Rica. Esto es un corre corre y hay que estar atento a cada momento y tener en una mano una gacillita y en la otra la aguja enhebrada”, dijo.

Al igual que cerca de 40 personas, ella colaboraba en toda la preparación para el certamen de Miss Costa Rica, que se celebró este viernes por la noche.

En medio de tacones altos, brochas de maquillaje, secadoras de pelo y un sinfín de manos ocupadas, las concursantes del certamen se preparaban para dar un buen espectáculo de alto nivel en su competencia por la corona.

A eso de las 5 p. m. del viernes, la ansiedad se sentía en los camerinos detrás del escenario del estudio Marco Picado en Teletica. Las muchachas, cubiertas por batas pero siempre en sus zapatos altos, iban de un lado a otro dando los últimos retoques a su maquillaje y peinado.

Cada una de las aspirantes mostraron mucho entusiasmo. Claro, cuando se acercaba el momento de iniciar con la transmisión del concurso, los nervios se hicieron visibles.

En un rinconcito del camerino estaban Karina Ramos y María José Montero mensajeando en su teléfono celular.

“Es una locura. Los mensajes van y vienen; la gente escribe y escribe. Se me ha descargado el teléfono varias veces”, comentó Ramos mientras conectaba el aparato una vez más.

Las jóvenes aspirantes a la corona que dejaba Fabiana Granados (Miss Costa Rica 2013) corrían de un lado a otro con una gracia y un talento impresionante para dominar aquellos zancos –zapatos de gran altura–. Mientras tanto, las manos de varios profesionales en belleza hacían su trabajo cuando tocaba que alguna de las chicas pasara por su estación.

Nueve maquillistas y 10 estilistas fueron los encargados de la presentación personal de las muchachas en el concurso.

Los últimos detalles. Cualquier rinconcito del camerino sirvió para repasar los pasos de las coreografías. Por supuesto, en medio de la tensión, las bromas en el backstage estuvieron a la orden del día.

En una esquina, cerca de los baños estaban Natasha Sibaja, Keren Alvarado y Maybeth Madrigal haciendo pasos de charleston .

“Tenemos que practicar porque a la hora de la hora, con los nervios, se nos puede confundir un paso. Keren es la que tiene más experiencia en baile y nos ayuda a estar listas”, aseguró Natasha.

Durante estas horas previas al concurso televisado, la camaradería entre las participantes quedó en evidencia: unas ayudaban a otras y hasta compartieron pequeños antojos entre ellas.

Vimos a María José Montero ponerle laca en las piernas a Carolina Arias, con el fin de ayudar a que la piel se viera más fresca y brillante (un tip entre misses ).

Por otro lado, Maybeth llevó un pancito dulce relleno de coco y dulce de leche para compartir con su compañera María Amalia Matamoros a quien le encanta el dulce.

“Vamos a comérnoslo después del concurso; es un gustico que traemos para las dos”, aseguró Maybeth.

Agua, pastillas para el dolor de cabeza, perfumes y labiales iban y venían mientras las muchachas se ponían el primer vestido para la ceremonia de gala.

Detrás del escenario, en eel área de vestuario reinaba un impecable orden. Con nombres y números estaban ordenados los vestidos, los zapatos y los accesorios, de modo que se evitara cualquier confusión entre mujeres.

“Cuatro personas estamos al tanto de vestir a las muchachas en cada uno de los cambios; tenemos programado entre tres y cinco minutos por cambio. Tenemos el mayor cuidado para no lastimarlas con los zippers y de que las prendas no sufran ningún rasguño”, explicó Sandra Carvajal, coordinadora del área.

Al final, entre cambio y cambio, maquillaje, retoque y peinados, doña Vicky, la costurera, seguía a una o a otra de las muchachas con el fin de verificar que ni un hilo estuviera fuera de su lugar.