Mujer y jaguar

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Mujer y jaguar (30 x 40 cm) se elaboró con las técnicas de estampa digital, collage y acrílico sobre papel Fabriano Rosaspina. Este trabajo lo hice este año y forma parte de mi exposición Del trópico a las praderas , que se está exhibiendo en la Galería Nacional.

Esta pieza representa un cambio en mi obra; anteriormente trabajaba el tema del paisaje urbano de San José, su arquitectura, personajes y ritmo acelerado. Mi vida cambió por completo hace dos años cuando me casé con César Valverde, hijo del pintor del mismo nombre y a quien tanto admiro.

Nos fuimos a vivir a Illinois, donde mi esposo es profesor de literatura latinoamericana en Illinois Wesleyan University, y pude vivir un paisaje sumamente diferente al de Costa Rica: cientos de kilómetros de praderas interminables salpicados por pueblos, parques y bosques llenos de animales como venados, castores, zorros y cardenales que no vemos en el trópico (varias obras de mi exposición tratan con estas praderas).

Esos parajes rurales contrastan con la ciudad de Chicago, a dos horas de donde vivimos: la metrópoli me cautivó con sus imponentes edificios, variados museos y gran diversidad cultural. Los museos de Chicago me permitieron ver en persona la obra de maestros que sólo conocía a través de libros; en particular me emocionó ver el trabajo de Andy Warhol, Roy Lichtenstein, Jeff Koons y Edward Hopper.

Una influencia central en Mujer y jaguar proviene de la cultura americana de la década del 40. Visitando una librería en Illinois encontré una serie de viejas revistas de esa época; en particular me llamaron la atención los números de la Segunda Guerra Mundial, con su énfasis en el patriotismo y los papeles tradicionales para los hombres y las mujeres.

La imagen que incorporé a esta obra es la de una mujer sofisticada, sensual y cosmopolita, combinada con un jaguar precolombino de una vasija chorotega, que representa mis raíces y mi interés por las culturas prehispánicas (mi hija de un año se llama Maya). Esta yuxtaposición de imágenes pretende contrastar dos visiones de mundo diametralmente opuestas, separadas por cientos de años de historia y miles de kilómetros de distancia.

La feminidad occidental de la mujer, con sus gestos y ropa marcados por la opulencia y el buen vivir, se opone a la agresividad y virilidad del jaguar, una deidad superior para los pueblos de Mesoamérica. Los colores de la vasija indígena, naranjas y amarillos, representan la fuerza y el poder asociados con ese animal, mientras que los colores de la mujer son tradicionalmente femeninos: turquesa y rosado. Detrás de la mujer se ven edificios típicos de un gran metrópolis, rectilíneos y fríos, en oposición a las líneas curvas y orgánicas de la vasija del jaguar.

Esta obra combina mi admiración por el arte pop (su uso de lo cotidiano en la cultura de consumo), y el arte sagrado de lo precolombino (donde lo estético rinde tributo a las fuerzas sobrenaturales), buscando mostrar dos lados de mi propia vida personal. Podemos ver dos visiones muy distintas de lo que es bello y poderoso, pero que lado a lado presentan una síntesis que en sí también es estética. La exposición estará hasta el 29 de junio.