Memoria y bronce para el Erizo

Darío en San José El poeta escribió una crónica sobre la develación del monumento a Juan Santamaría

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“Por fin, he allí que llega el día en que la estatua se muestre al sol de Dios y á donde la vista del pueblo costarricense, que va á ver la glorificación y apoteosis del ‘gallego’, del pobre hijo de Alajuela, cuyo nombre es hoy símbolo heroico en los anales de la nación”. Estas palabras forman parte de un extenso relato cuyo título es “Fiesta de la Patria”, escrito por el poeta nicaraguense Rubén Darío, con 24 años, y publicado en tres entregas (del 22 al 25 de setiembre de 1891) en La Prensa Libre .

La crónica describe la inauguración de la estatua dedicada a Juan Santamaría, cuando se conmemoraban 170 años de la independencia patria.

Esta exquisita crónica muestra la impronta del adalid del modernismo y combina una prosa elegante con un lenguaje poético, donde personajes públicos y anónimos integran un entorno entusiasta y festivo en relación con los homenajes rendidos al “Erizo”.

Llegada y Azul . El 25 de agosto de 1891, dos secciones de La Prensa Libre : “Casos y Cosas” y “Movimiento Marítimo”, advertían de la llegada del poeta a Puntarenas, procedente de Guatemala, donde vivía en una precaria situación económica. En parte, Rubén Darío se decidió a venir a Costa Rica debido a la eliminación del subsidio gubernamental al rotativo guatemalteco El Correo de la Tarde , que él dirigía.

Darío estaba habituado a los cambios. Antes había viajado a El Salvador; luego tuvo un fértil paso por Chile, y de allá fue a Guatemala. En todos estos lugares su pluma dejó evidencia del talento que lo acompañaba, y Costa Rica no fue la excepción.

Recién llegado, en La Prensa Libre publicó un difuso trabajo denominado “La risa”. Entre el 3 de setiembre y el 11 de noviembre, su nombre apareció en los créditos del diario como “Redactor”.

En La Prensa Libre y en El Heraldo se publicaron artículos, crónicas y poesías suyas, como los titulados “Páginas de un libro inédito”, “Un libro para la amistad”, “Viaje a Bella Vista”, “Los Codros”, “Balmaceda”, “La infancia de Baco”, “Zambrana”, “Cerebro y carne”, “Costa Rica en las exposiciones colombinas”.

Azul, el célebre libro del poeta, publicado en Chile, arribó al país de la mano de su autor. El anuncio periodístico sobre Azul apareció de forma ininterrumpida en La Prensa Libre desde el 3 de setiembre hasta el 14 de noviembre de 1891.

El Heraldo (30/10/1890) sugirió que la segunda edición de Azul , publicada en Guatemala, llegaría a Costa Rica en ese año para venderse en la librería de Vicente Lines “a un peso cada ejemplar”, pero esta venta no se concretó.

Azul se difundió con la llegada de su autor a estas tierras, lo que hace suponer que fue Darío quien trajo los ejemplares y los promovió. Así pues, según el anuncio publicado, Azul estuvo en venta en la Librería Montero, de San José.

En el día de la patria. La efusividad que muestra el relato del poeta sobre los actos que rodearon la develación de la estatua a Santamaría resulta atrayente (véase el recuadro).

Es preciso considerar la posibilidad de que Darío conociese del Erizo antes de su arribo. El poeta se había casado en 1890 con Rafaela Contreras, de madre costarricense. Ella era hija del escritor hondureño Álvaro Contreras, quien también estuvo de paso en nuestro país.

En 1885, en el Diario de Costa Rica , Contreras publicó el memorable artículo “El héroe desconocido”, donde narraba la historia del soldado y destacaba el abandono que sufría el mártir de Rivas en los círculos oficiales. ¿Pudo conocer Darío el escrito publicado por Álvaro Contreras, su suegro, con anticipación? ¿Es inverosímil pensar que Darío y Contreras conversasen sobre el tema antes que el poeta arribara a suelo costarricense? Esta presunción merecería ser revisada al calor de indicios que demuestren los vínculos sugeridos.

La partida silenciosa. En Costa Rica, Darío se relacionó con la “crema y nata” de la sociedad. En su Autobiografía la calificó de “una de las más europeizadas y norteamericanizadas”.

El poeta fue cercano a Pío Víquez y Aquileo J. Echeverría, paladines de El Heraldo ; amigo de Francisco Montero Barrantes, administrador de La Prensa Libre ; vincu-lado con Antonio Zambrana, político y filósofo cubano; próximo a Ricardo Fernández Guardia, Manuel González Zeledón y Ricardo Jiménez, de quien escribió que era “encarnación de todo lo que de vigoroso y de brillante tiene en su espíritu y en su corazón, la generosa y noble juventud costarricense” ( La Prensa Libre , 23/09/1891).

La partida de Costa Rica, donde nació su primogénito Rubén Darío Contreras, fue sigilosa dadas las estrechas condiciones de vida que experimentaba. En nueve meses de estadía marcó profundamente la vida cultural del país.

La República (11/05/1892) patentizó el adiós: “El poeta niño partió ayer para Guatemala. Deja en Costa Rica muchos amigos que saben estimarlo en lo que vale, muchas simpatías que se ha conquistado con su conducta circunspecta, con su carácter amable y sencillo, propio del verdadero mérito”.

Más adelante, el mismo diario incluyó otra nota que más parece un epitafio: “Vuelve. El viaje de nuestro amigo Darío es por pocos días. Pronto, pues, lo tendremos por acá”. El nuevo periplo emprendido por el poeta fue para nosotros una partida sin retorno.

El autor es Coordinador de Programas de Estudios Generales de la UNED y profesor asociado de la Escuela de Estudios Generales de la UCR.