Los pasos en falso del dinero

Costosos cambios Desde Napoleón hasta artesanos, la falsificación de billetes está llena de curiosidades

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“No puedes falsificar..., a menos que seas emperador”. Esto parece decir el billete de 100 francos que comenzó a circular en los años 60 en Francia. En él, la cara de Napoleón Bonaparte mira con desprecio una inscripción del artículo 139.º del Código Penal Francés, que prohíbe la falsificación.

Napoleón Bonaparte, el estratega de pequeña estatura y grandes ambiciones, fue uno de los mayores falsificadores de papel moneda de la historia, habilidad que no ha sido tan difundida como su afán por las conquistas. El emperador francés dio un golpe bajo a la economía de la Austria del siglo XIX al inundar este país con billetes falsos fabricados por su gobierno.

Ese es uno de los tantos casos que narró el numismático Marcelo Gryckiewicz en una conferencia que ofreció el pasado mes en el auditorio de los Museos del Banco Central. Allí, el argentino, amante de la notafilia (dentro de la numismática, la encargada de los billetes), habló sobre falsificaciones de papel moneda que se dieron desde un Estado para debilitar a otro.

Ingenio. Barrer billetes sobre suelo de adoquines para hacerlos parecer más viejos, falsificar las firmas de funcionarios bancarios e introducir espías en los bancos son algunos métodos que resplandecen en la inmensidad de las falsificaciones.

Del caso de Napoleón, Gryckiewicz destaca a Lalé, un verdadero artesano de la falsificación, protegido por Bonaparte mediante un salvoconducto. Este falsificador realizó planchas de grabar de cobre, con una capacidad de impresión de 6.000 billetes perfectos. Tras la caída del imperio napoleónico, él se llevó su estrategia secreta a la tumba.

Los billetes de Lalé comenzaron a circular gracias a la introducción de falsos operarios en los bancos de Viena, quienes se aseguraban de intercambiar los billetes del banco por billetes falsos fabricados en Francia. Hasta la fecha, se han detectado 24 de las planchas utilizadas en esa época.

La cabeza del millón. En la Guerra Civil estadounidense no se peleó sólo con armas de fuego. En 1872, durante el desarrollo de este conflicto, ocurrió otra falsificación masiva de papel moneda. Esta vez, el responsable fue Samuel Curtis Upham, partidario de los objetivos de la Unión (bando formado por los estados del norte) y dueño de una tienda de abarrotes en Filadelfia.

A modo de broma, este falsificador distribuyó una serie de billetes con la dirección de su tienda y con un mensaje que decía que el dinero de la Confederación (estados del sur) podía adquirirse, con él, a un centavo. Tras el éxito de sus creaciones, Upham comenzó a perfeccionar los billetes, hasta alertar a las autoridades, quienes pusieron a su cabeza un precio de $10.000 (aproximadamente un millón de dólares actuales).

La Unión aceptó la falsificación. Se calcula que en ese momento Upham reprodujo al menos $15 millones falsos, lo que representó un 2% del circulante total de la época. La credibilidad del dinero de los confederados se arrastraba por el suelo. Por ello, hay quienes llegaron a decir que Samuel Upham causó más daño que la guerra misma.

Marcelo Gryckiewicz recalca que Estados Unidos nunca admitió que el gobierno de la Unión diera órdenes a Upham, aunque las investigaciones del caso indican que es probable que hayan trabajado en conjunto.

Los falsos de Europa. Los karbovantsiv ucranianos no se salvaron de emisiones diferentes, intentos de falsificación y conflictos de intereses. Un campesino ilustrado con una pala, “avatar” del billete de 50 karbovantsiv, fue testigo de muchos cambios durante su emisión. Este billete, conocido como “las palas”, se imprimía en Odessa, Ucrania.

Casi al terminar la Primera Guerra Mundial, Ucrania firmó un armisticio con Alemania, y así se convirtió en enemigo de Francia, Rusia e Inglaterra, países contrarios al imperio alemán.

Tras la invasión francesa al puerto de Odessa, se otorgó la potestad de gobernar a las tropas blancas (de Francia), enemigas del nuevo gobierno rojo. Los blancos tomaron la casa de emisión y continuaron emitiendo billetes.

Tras retomar el poder, el gobierno rojo anunció que, a partir de cierta serie de impresión, los billetes se consideraban falsos. Los billetes se continuaron emitiendo; sin embargo, perdieron credibilidad.

Latinoamérica. En los años noventa se dio lo que puede ser la falsificación más grande que se haya realizado en Latinoamérica. ¿La víctima?: la Argentina.

Gryckiewicz explica que en ese país hay dos instituciones encargadas de producir y supervisar la moneda: el Banco Central –que establece las cantidades emitibles y provee los materiales– y la Casa de la Moneda –entidad que los emite por encargo del Banco Central–.

“En los años noventa, en la provincia de Tucumán encontraron dos billetes iguales, y se comenzó a sospechar que uno era falso”, relata Gryckiewicz. Tras una investigación, se descubrió que la cantidad de papel que entregaba el Banco Central a la Casa de Moneda tenía una merma de más de un 30% de papel, cuando lo normal es un 2%. En este caso, la falsificación se realizó dentro del gobierno.