Loor al sibarita de Falero

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Demetrio de Falero entregó sus muchos libros a la Posteridad con la ilusión de que él sería recordado, mas Demetrio ignoraba que la Posteridad tiene mucho que hacer porque, todos los días, debe recibir al Pasado –la cosa más aburrida del mundo pues, una vez que llega, se sienta y nunca se mueve–.

Demetrio sabía que tenía méritos para quedar en la memoria, mas ignoraba que la Posteridad es como el Estadio Nacional: todos ansían pasar las puertas del Destino, especialmente quienes no tienen boleto; y se arma entonces un tumulto en el que se pierden los méritos, las obras completas y hasta la cartera.

Así pues, en su candorosa ilusión, Demetrio escribía y seguía escribiendo libros que Diógenes La-ercio ( Vida de los filósofos más ilustres, V) registra para la admiración: de filosofía, poesía, teatro, crítica, historia, retórica ( id est , la fisiología de la literatura), etc. Ninguno nos ha llegado tras su naufragio en el tiempo; sí, uno atribuido: Perí hermeneías (De la interpretación).

En sus borrosos años de exilio, Demetrio se apenaba recordando sus días de gloria, cuando encarnó durante diez años la realización visible del “rey filósofo” –con toques de sibarita o bon vivant –.

Demetrio no había sido rey, sino gobernador (317-307 a. C.) impuesto a Atenas por el autoritario monarca Casandro de Macedonia. Demetrio no lo había hecho tan mal: había procurado guardar ciertas formas de la democracia en contuber-nio con los oligarcas, y había gastado mucho dinero en ejecutar obras públicas y en promover las artes.

En el ágora, Demetrio se había lucido como el “orador más culto” de Grecia (Cicerón: Bruto , 37). En general, los políticos de antes sabían hablar; ahora no saben callar.

No obstante, su ars oratoria de verbo plácido fue ya un mal síntoma político (más bien, apolítico): la oratoria declina junto con la democracia y se torna un juego de espejos para que se mire un dictador.

Demetrio fue expulsado de Atenas por los enemigos de Macedonia y, tras marear los mapas, acabó en Alejandría, ciudad inventada por Alejandro a las puertas del río de Egipto. Allí, Demetrio se hizo indispensable para el rey Tolomeo I y le sugirió que construyese una biblioteca que hospedara el saber del mundo, y que él leyese porque los libros expresan lo que los amigos no se atreven a decir a los reyes ( Máximas de reyes y generales , 189, d).

Las guerras y la incuria mataron a la biblioteca de Alejandría (la incuria es la muerte natural de las bibliotecas). Del tenue Demetrio no quedan ni su perfil amonedado, ni el ritmo de su voz ni el polvo de sus libros, sino una idea: el gusto de crearles a los libros un hogar; a estos amigos tan callados para que nos hablen de nosotros en su casa.