Licor digestivo una mano al estómago

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Después de una suculenta comida, cuando la sensación de llenura y la marea alcalina comienzan a ganar la partida, no hay nada mejor que una bebida para echarle una manita al estómago sin dejar un mal sabor de boca.

Es por eso que los licores digestivos son los últimos invitados en presentarse a la mesa, con el objetivo de clausurar la comida y matizar la charla de sobremesa.

El origen de estas bebidas se remonta varios siglos atrás, cuando los alquimistas aplicaban técnicas de destilación para obtener bebidas con altos grados alcohólicos; aunque es a los conventos de la Iglesia Católica a los que se atribuye su difusión por el mundo.

Hace décadas era habitual concluir los almuerzos o cenas y comenzar las sobremesas con destilados envejecidos, como el coñac, el brandy, el armañac o el whisky ; sin embargo, hoy los gustos apuntan más hacia bebidas de sabores dulces y hasta refrescantes.

“Lo más tradicional es que los licores digestivos tengan un sabor dulce, eso es lo que más busca la gente, y dentro de este tipo de bebidas están están el Grand Marnier, el Baileys, el Amaretto y el Frangelico. Luego están los licores de menta, las cremas de chocolate, la crema de tequila o el Calvados hecho a base de manzana”, explica Gabriela Corrales, court of master sommelier que labora en la cadena Crystal Cruices.

“Existen gran variedad de licores, si no les gusta lo dulce hay opciones en seco, o están el licor de menta y los anises, como el Anís del Mono, Sambuca, Khalúa o el Grappa servido con unos granitos de café”, añade la especialista.

Para Corrales el hecho de que algunas de estas bebidas sean refrescantes ayudan a mejorar o apresurar la sensación de satisfacción en los comensales.

Fuertes. La palabra licor proviene del término latino liquifacere que significa “disolver”, pues para hacer esta bebida se disuelven y maceran hierbas o esencias.

En el caso de los licores digestivos, su característica principal es la alta graduación alcohólica que contienen (más del 30%), lo que les permite echarle una mano al estómago en el proceso de digestión –dilata los vasos y mejora el riego sanguíneo.

“Se debe servir a temperatura ambiente y la medida debe ser una onza u onza y media como mucho, porque generalmente antes de llegar ahí, durante la cena el grado de consumo alcohólico ha sido muy alto”, asegura la sommelier.

Ese alto contenido de alcohol constituye es la razón por la que las copas en las que se sirven los digestivos son unas de las pequeñas que existen, y por la que estos licores no deberían llegar a la mesa antes que el postre.

“El tiempo de guarda tras la apertura de la botella, debe de ser de un máximo de mes y medio o dos meses –en el caso del amaretto y el Frangelico–, porque por la cantidad de alcohol empiezan a perder sabor. Si son cremas, es mejor refrigerarlas, pues tienen a descomponerse”, concluyó Corrales.