Laboriosidad y espíritu de servicio

Vivimos en una sociedad enferma de un vacío de Dios

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Una tarde observaba cómo el viento mecía las flores de un árbol de laurel; unas estaban ya marchitas y otras blancas y frescas, y recordé que algunos costarricenses están como esas flores marchitas: cansados, desilusionados, deprimidos, sin afanes; otros son optimistas y alegres, como aquellas flores blancas. Tal vez haya algo común entre unos y otros: inclinados a vivir en las apariencias, nos olvidamos de penetrar en ellas y de arribar a lo concreto, a lo real, hasta captar la luz de la verdad en ellas oculta.

Así no podemos seguir, con esta superficialidad a cuestas, huyendo de la verdad, de lo real, y abrazando esas apariencias, acuñadas en una expresión acomodaticia y engañosa: “pura vida”. Tal actitud superficial nos está hundiendo y pasan a segundo plano dos verdaderas actitudes de toda persona: la laboriosidad y el espíritu de servicio, que deben estar acompañadas de dos virtudes capitales: justicia y solidaridad.

Dignidad de la representación. Tomemos de ejemplo la Asamblea Legislativa para apreciar cómo funcionan estas dos virtudes. En primer lugar, todos sabemos de la importancia predominante del concepto país, porque se trata de una unidad sustancial de primer orden. Si los diputados han sido elegidos por los ciudadanos de la nación, no pueden olvidarse de esta representación, menos en tratándose de una democracia republicana con períodos cortos de cuatro años. O sea, que se imponen la serenidad y la agilidad en los trámites más el estudio concienzudo de los proyectos. Pero quizá en algunos prevalezca un extraño juego psicológico, un “pura vida” escondido, y se dicen: “el pueblo ya votó, ya ejerció su poder y puso en juego, prima facie , el sistema democrático; yo ya fui electo, y ahora es mi turno; voto conforme a mi criterio y según sea el proyecto; nadie del pueblo vendrá a decirme cómo debo votar; además, para eso tengo asesores”. Un periodista le pregunta ¿Y el concepto país? “El lunes le respondo, ya tengo que salir para Zapatón de Puriscal a inaugurar una'” Al periodista, sintiéndose profesional, no un mensajero, le dio pereza y el lunes no fue.

Parálisis legislativa. Otros diputados acordaron un precontrato, llamado Alianza Patriótica, convertida en moción paralizante, a semejanza del Reglamento legislativo. Por tanto, la laboriosidad y el espíritu de servicio continúan siendo una apariencia, y la verdad, un mito, un inexistente. La esperanza de nosotros los ciudadanos y del resto del país es que este ciclo político toque a su fin y que haya un reglamento más ágil, nuevos aspirantes a la presidencia de la República, una nómina de candidatos a diputados, para no votar a ciegas, y que el sistema democrático se remoce y no continúe secuestrado.

En general, individualmente la Asamblea Legislativa está integrada por muy buenas personas, pero colectivamente no da la talla. Con base en la Constitución Política, merece estar mejor dirigida y no cuasi ausente, ni manejada por una alianza rencorosa y empeñada en sembrar divisiones y acordar posposiciones. En cambio, por cuatro años consecutivos la manejó con pericia Francisco Antonio Pacheco. Mas pocas personas siguen consejo. Costa Rica demanda una alianza conciliadora. El efecto de demostración de la Asamblea es muy nocivo para la vida de la nación, pues se viene incubando una generación ostentosa de una libertad sin límites, carente de responsabilidad, sin mayor noción de sus obligaciones cívicas, amorfa, caótica y pasiva, abierta al placer. Y tiende a olvidarse de que nadie se va de ese mundo sin el tiquete de la rendición de cuentas. Estas y otras son las consecuencias de una sociedad enferma de un “vacío de Dios”, presa de los bienes materiales, y, sin embargo, sedienta de una verdad más honda. Por lo mismo, quisiéramos una Costa Rica más ética, humana y solidaria, que respire esperanza y anclada en la laboriosidad y el espíritu de servicio.