La Sabana fue una fiesta de folclor por 15 minutos

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Estalló la música de cimarrona y con ella se despidió Óscar Arias del Gobierno, para que lo asumiera Laura Chinchilla.

Con una parrandera interpretada por estos conjuntos populares comenzó un acto cultural que destacó el mestizaje costarricense durante la ceremonia del traspaso de poderes. Durante 15 minutos fueron protagonistas 87 músicos, 200 máscaras, decenas de bailarines de diversos ritmos e incluso varios boyeros con sus yuntas y carretas.

El espectáculo resaltó la fusión cultural de Costa Rica, de sus tradiciones y de sus manifestaciones contemporáneas. Por ejemplo, el público pudo ver en escena la combinación de la herencia precolombina (por medio del símbolo de la esfera) con muestras de la cultura popular y global, como los bailes del swing criollo y el breakdance.

“Quisimos sintetizar esas manifestaciones que el pueblo festeja y con las cuales se siente identificado”, explicó el productor general del espectáculo, Anselmo Navarro.

Música y color. Las cimarronas encendieron la fiesta al ritmo de la parrandera El brinco del sapo, del músico santacruceño Isidoro Guadamuz de la O, para dar paso posteriormente a una pieza compuesta para la ocasión por los también costarricenses Fidel Gamboa y Bernardo Quesada, e interpretada por la Orquesta Sinfónica Juvenil.

A diferencia de los espectáculos en los que la acción se concentra en un escenario, el show del traspaso de poderes fue planeado para resultar envolvente. Los boyeros, las mascaradas y cimarronas se pasearon haciendo un recorrido.

Asimismo, hubo interpretaciones simultáneas de bailes que tuvieron lugar en seis tarimas ubicadas en los costados del espacio destinado para el público.

“Quienes me llamaron más la atención fueron los limonenses con esos giros que hacían”, declaró Sara Corea, vecina de Heredia, en relación con la interpretación de la comparsa Los Brasileiros.

Por su parte, la josefina María Julia Salas se quejó de lo mismo que tantos otros: la falta de visibilidad y los amontonamientos de gente. Aunque no pudo ver el espectáculo cómodamente, Salas agradeció la inclusión de los boyeros.

Seis máscaras gigantes de la tradición popular coronaron cada una de las tarimas en las que los intérpretes bailaron. Ellas representaron, en sus versiones masculinas y femeninas, la tradición indígena, la afrocostarricense y la criolla descendiente de españoles.

El productor Anselmo Navarro contó que tardaron casi dos meses en montar el espectáculo, pero no detalló el costo.

Antes del show, Asdrúbal Rivera estaba nervioso porque nunca había actuado ante tantas personas. Él es el coordinador de un grupo indígena de Térraba que recrearía la fiesta de los diablitos. Finalmente, sus nervios fueron en vano: la gente agradeció conmovida.