La primera dolorosa baja

Doña Clotilde Fonseca es la primera baja dolorosa del Gobierno, y seguirán otras...

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En la hora de despedida, el vacío que deja doña Clotilde nos lastima una herida abierta en nuestro imaginario cultural, que se sueña desarrollado, pero se amarra los bolsillos. Somos tacaños de reconocimiento a quienes nos inspiran. Lamentable conducta humana. “Ningún profeta –decía Jesús– es aceptado en su propia tierra” (Lucas 4,24). Pero nobleza obliga a reconocer grandeza y señorío.

Más allá de crónicas menudas, debemos cuestionarnos las brechas institucionales detrás de su renuncia. Obligado es recordar, además, que la partida de una mujer rectora de ciencia y tecnología fragmenta un modelo a seguir, en un área que las mujeres tienden a desechar como opción de estudios, reforzando la ausencia de políticas que promocionen la inserción de la mujer en el desarrollo científico y tecnológico nacional.

Deuda pendiente. ¿Cómo descifrar el enigma de una luchadora indomable que deja un campo de batalla? Es clara la posibilidad de herir susceptibilidades, pero no quiero despedirla en silencio. Frente a trazos magistrales ofrecidos en 2005 por la Asociación Estrategia Siglo XXI, varias administraciones ignoraron la deuda pendiente de un plan integral de ciencia y tecnología.

Doña Clotilde rompió el silencio y asumió la elaboración de un Plan, con el aporte de 80 investigadores y el respaldo de Conicit, PNUD, Academia Nacional de Ciencias y, por supuesto, Siglo XXI. En su paso por el Micit, se cuentan también la cristalización de la cooperación de Corea para desarrollar un parque tecnológico, un programa de seguridad cibernética, un Programa de Talento Joven, un Programa de Gestión de Innovación y la creación de una Escuela de Gestores, para formar expertos en innovaciones orientadas al mercado.

Hay más aportes, pero menciono estos porque conforman senderos para nuestra inserción en el complejo universo de la ciencia y la tecnología. Faltan solo los pasos de gigante que acorten el largo camino. Partimos de un promedio de escolaridad no mayor de 6 años, se bachilleran solo 3 de cada 10 estudiantes, ingresa a la universidad solo 1 de cada 5 jóvenes en edad para estudiar y solo 1 de cada 8 empleados es ingeniero o técnico. Estos Establos de Hércules esconden, en su desorden, el lugar de la tecnología en el corazón de la vida social, como si ciencia fuera entelequia inconexa, abandonada en un ministerio que lucha por el cinco. El Plan Nacional de Desarrollo 2010-2014 nos dice otra cosa.

La prensa abundó en especulaciones sobre conflictos, reales o supuestos, en torno a los futuros fondos de Fonatel. Si esa fuera razón para que doña Clotilde se fuera –que no lo creo– sería solo la punta del iceberg. Es absurdo pensar en ciencia y tecnología divorciadas de brechas sociales, culturales, económicas y hasta éticas. Más allá de la creación de nuevas élites de privilegiados, se trata de elevar la conciencia nacional hasta la ciencia e incorporar la tecnología en cada espacio de la vida, como etapa superior de un desarrollo que necesita vincular la promoción del talento con las aspiraciones nacionales. No existe, por un lado, agenda nacional y, por otro, agenda científico-técnica. Sobra inequidad para recordarnos el daño de prioridades económicas o comerciales desconectadas de lo social. ¡Tendremos desarrollo científico y tecnológico o no tendremos desarrollo!

Primera pérdida. En estos tiempos de amargura fiscal, doña Clotilde es apenas la primera pérdida, resultado de la visible politización partidaria del esfuerzo por sanear la hacienda pública. ¿Quién le daría fuerza para quedarse a administrar miseria? Todos sus planes carecían del contenido presupuestario que los hiciera viables y la “comisionitis” legislativa, en curso, no da espacio para esperar gran cosa. El Gobierno dio prioridad a sus funciones, pero necesitaba, además, ciudadanía empoderada y consenso social con visión de tecnología en la agenda nacional. Eso riñe con aprovecharse del rechazo populista a todo incremento impositivo.

Si la falta de visión se apodera de forma definitiva del timón legislativo y se hipoteca con ello el futuro nacional, doña Clotilde es solo la primera baja dolorosa, seguirán otras: colegios técnicos sin construir, seguridad de barrios sin asegurar, niños abandonados en un PANI empobrecido, tugurios sin erradicar, red vial... sin comentario. Y volverían los 80, con su flagelo de olvidos. Algunos ríen ahora, lloraremos todos después. Mis mejores votos para Alejandro Cruz. Es alentador su compromiso con el Plan de Ciencia y Tecnología. Conmueve, sin embargo, la enorme dimensión de su misión, con el 20% adicional de recortes que le toca asumir. Él dijo que tendría que “buscar cómo ingeniárselas con lo poco que se tiene”. ¡Mucha suerte! Quienes miramos desde fuera su duro escenario, sabemos que le aguardan las mismas piedras, con la incomprensión que acompaña la labor que articula, de la forma más sofisticada, todas nuestras aspiraciones.