La pasión alza vuelo en Pavas

En el 2012, 182 nuevos alumnos empezaron su aventura de aprender a PILOTEAR AVIONES. La experiencia cuesta más de ¢18 millones, pero para muchos, el amor por el vuelo justifica pedir préstamos o tener dos empleos para pagar las clases.

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Son las 6:00 a. m. Sobre la pista del aeropuerto Internacional Tobías Bolaños, en Pavas, hay un Cherokee Piper PA-28, un avión monomotor de cuatro plazas, donde José Antonio Romero, instructor de vuelo de la escuela Aerotica, acompaña a un estudiante a realizar una práctica.

Antes de alzar vuelo a Puntarenas, donde está la zona 3 de entrenamiento para futuros pilotos, Romero establece comunicación con la torre de control. Es martes 13 de noviembre.

–Buenos días Pavas, superficie (Torre de Control), este es el Tango India Alfa-Fox-Quebec.

–Adelante con su plan de vuelo.

–Estamos el alumno y yo en la rampa internacional. Combustible para cuatro horas, vamos rumbo a la zona 3. Por la ruta de Charlie-Víctor-Charlie. Solicito instrucciones de rodaje.

– Autorizado a rodar a la pista 09. El viento de los 90 grados con 20 nudos, presión altimétrica de 2- 9- 9- 2. Ruede por las calles de taxeo Alfa y Alfa 2. Vigile aeronave que acaba de despegar y virará por la izquierda con destino a Tambor. Active su código transponder para radar en 05-7-0 y notifique 1-1-8-3 cuando esté listo para el despegue.

Mientras el avión se pierde en el horizonte, Ronney Zamora se prepara para recibir sus clases en otra de las seis academias que, en total, imparten lecciones en las instalaciones del Tobías Bolaños.

Lo encontramos en el hangar 74 de la Escuela Costarricense de Aviación. Ronney tiene 18 años y acaba de terminar la secundaria en el colegio SEK, en Curridabat. No tiene licencia de conducir auto todavía, pero, ¿para qué manejar un carro si ya pilotea un avión?

Licencia para volar

Desde hace seis meses, la pasión de Ronney está en aire. Lleva 78 horas de vuelo; tiene permiso de piloto privado para despegar en cualquiera de los aviones monomotor Piper o Grumman de la escuela. Desde mil metros de altura, ya ha sobrevolado Palmar Sur y Liberia.

“La primera vez que volé solo estaba nervioso. El instructor me dijo: ‘Haga tres circuitos’ (vueltas alrededor de la pista). Despegar no da miedo; aterrizar sí es más tenso”, advierte el joven, porque al tocar tierra hay que evitar golpear el avión para no dañar su estructura, por ejemplo.

Ese día, en cuanto bajó de la aeronave, su instructor le lanzó un balde lleno de aceite de avión; una tradición para dar a los novatos la bienvenida oficial al mundo de los pilotos.

Actualmente, Ronney realiza las maniobras para sumar 38 horas más y cumplir con las 110 requeridas para obtener el permiso para vuelos comerciales.

También estudia las reglas internacionales del vuelo por instrumentos, otro de los requisitos para formarse como piloto. Al final de su instrucción, Ronney habrá sumado 210 horas de vuelo, 40 de ellas en un avión multimotor, que le dará alas para hacer realidad su sueño: pilotear, algún día, un Boeing 777, como los que usan las aerolíneas internacionales para trasladar a más de 300 pasajeros, principalmente en rutas transoceánicas.

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Él es uno de los 182 nuevos estudiantes que, en el 2012, inició clases de vuelo. En el 2011, el número total de alumnos fue de 167, según la Dirección General de Aviación Civil (DGAC).

El interés de los ticos por aprender a cruzar cielos en un avión o helicóptero crece desde el 2010, confirma Álvaro Vargas, subdirector de la DGAC.

También han aumentado las empresas interesadas en formar pilotos. Dos compañías más están en el proceso de certificación que demora hasta 12 meses.

“Hace siete años contábamos con un helicóptero. Hoy tenemos 10. Cada vez más personas quieren aprender a volarlos o trasladarse en ellos fuera de San José”, afirma José Antonio Romero, quien además es director académico de Aerotica.

Por lo general, los graduados trabajan como pilotos o copilotos en aerolíneas domésticas e internacionales, como pilotos ejecutivos o agrícolas.

¿Quiénes estudian?

La formación de un piloto de avión cuesta casi $36.000 (más de ¢18 millones); cada una de las 210 horas en el aire vale $170 (cerca de ¢86.000). En el caso del entrenamiento para volar un helicóptero, cumplir las 100 horas requeridas suma $33.500 (casi ¢17 millones). Además de practicar, los alumnos aprenden teoría sobre aerodinámica, meteorología, navegación, regulaciones y normas internacionales, entre otras materias.

Everardo Carmona, gerente de la Escuela Costarricense de Aviación, comenta que el perfil de sus estudiantes es variado: algunos son financiados por sus padres; otros trabajan en multinacionales o en centros de llamadas, tienen hasta dos trabajos o piden un préstamo. “Se cree que los que estudian aviación son millonarios. En realidad, la mayoría hace un gran esfuerzo económico”, dice Carmona.

Para Eugenio Rodríguez, estudiante de Ingeniería Civil en la Universidad de Costa Rica, son muchos los sacrificios, pero valen la pena porque “desde niño amé esto”. Lleva dos años y 100 horas de vuelo como piloto privado, yendo a practicar, principalmente, a Guanacaste. Su meta es pilotear aviones ejecutivos.

“El tema no es plata, es pasión y vocación, como la del muchacho de Guápiles que se levanta a las 3:00 a.m. para estar aquí, listo, a las 5:00 a.m., revisar el avión y salir media hora después. O la muchacha de Atenas, que toma el primer bus para estar puntual en el hangar. ¡Vienen y se van felices!”, añade Carmona.

Pero a veces hay quienes, estando en el aire, descubren que eso no es lo suyo. El instructor Romero recuerda a un muchacho que trabajó en el aeropuerto de Pavas y constantemente le decía: “Yo hago lo que sea. Yo nací para volar”. Era tal la insistencia y la ilusión del joven que un día, Romero decidió darle una vuelta en helicóptero.

“No cabía de felicidad, iba realizado. Llegamos a la pista y todo normal. En cuanto despegamos, veo que palidece, suda y se agarra del asiento. Le pregunto: ‘¿Fulano, qué, está contento?’ Y me dice: ‘No, no. Por lo que más quiera, bájeme de aquí. Esto es horrible’. Nos devolvimos y nunca más lo volví a ver en el aeropuerto”.

Esa anécdota no se da muy a menudo, porque “el 99% de quienes vuelan la primera vez quedan enamorados”, asegura Romero, para quien lo mejor de estar en las alturas es desprenderse de las tensiones cotidianas.

“Ojalá todos pudieran ver desde arriba lo lindo que es este país, para quererlo y cuidarlo”, piensa el piloto Romero cada vez que, como ese martes, cuando lo conocimos, aterriza a las 8:00 a.m. el Cherokee Piper PA-28 sobre la pista del Tobías Bolaños.

En la foto superior: Primeros pasos. El capitán Ricardo Salazar instruye al estudiante Ronney Zamora, de 18 años de edad, para que pilotee una avioneta monomotor. Aproximadamente, una hora de vuelo le cuesta a cada alumno ¢86.000. Se requiere acumular 110 horas para poder hacer vuelos comerciales. Fotos de Camile Zurcher.