La OET nos acerca a la sociedad del conocimiento

La Organización de Estudios Tropicales (OET) celebró su cincuentenario

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El 2 de febrero de 1963 se firmó el acuerdo que inició un modesto consorcio de universidades de Estados Unidos con la Universidad de Costa Rica (UCR), siendo decano don José Joaquín Trejos y rector don Rodrigo Facio, con el fin de estudiar la biología tropical y a la vez adiestrar estudiantes de posgrado en estaciones biológicas en Costa Rica.

Al inicio, solo siete universidades firmaron el acuerdo: UCR, USC, Harvard, U. Míchigan, U. Florida, U. Miami, U. Washington); cincuenta años después, la Organización de Estudios Tropicales (OET) reúne un impresionante consorcio de 57 universidades del más alto rango, en siete países, con sedes en la Ciudad de la Investigación de la UCR y en la Universidad de Duke en Carolina del Norte, y también con oficinas en la Amazonia peruana y en África del Sur. Propicia la investigación en sus tres estaciones biológicas costarricenses: Las Cruces en San Vito de Coto Brus, Palo Verde en Guanacaste, y La Selva en Sarapiquí, siendo esta última una de las más avanzadas en el trópico. La OET organiza cursos e investigaciones en diversos campos de la biología tropical: la botánica, la entomología, las ciencias forestales, la ecología pura y aplicada, la dinámica del bosque tropical ante el cambio climático y muchos otros temas. Muchas de sus investigaciones han sido aplicadas, como el proyecto TRIALS, que ayudó a definir el perfil de árboles más aptos para la reforestación en nuestro país, en vez del eucalipto y el ciprés.

Los fundadores fueron destacados científicos como, por ejemplo, los Drs. Rafael Lucas Rodríguezt (UCR), Jay Savage (USC), John de Abatet (UCR), Leslie Holdridge (Centro Científico Tropical), Daniel Janzen (U. Pen), Mildred Mathiast (UCLA), Gordon Orians (U. Washington), Edward Wilson (Harvard) y otros más.

El enfoque de trabajo de campo, con preguntas específicas que los estudiantes pudieran contestar durante el curso, se ha convertido en la metodología estándar. Las contribuciones de la OET al avance de la biología tropical han sido publicadas en cientos de revistas científicas; la organización ha recibido diversos reconocimientos por su prolongada y exitosa trayectoria y cuenta con una base de datos de dominio público (www.ots.ac.cr).

Mi experiencia personal con la OET empezó siendo estudiante de posgrado en la Escuela de Biología de la UCR en 1970, cuando uno de mis profesores, el Dr. Douglas Robinson, me sugirió llevar el curso de verano conocido como el “Fundamentals”, ya que tenía la suerte de hablar inglés. En aquella época todos los cursos eran en inglés; esto cambió, ahora se dan en español, inglés y portugués y el curso Fundamentals en español ha resultado muy exitoso con estudiantes de México, Centro y Suramérica. A mí me impactó y cambió mi vida. Más allá de los libros con que había estudiado en la UCR, se me abrieron los ojos a la complejidad del bosque tropical, en este pequeño país, gigante en biodiversidad. De boca de extranjeros, mayormente, me fui informando sobre las delicadas hebras que conectan a todos los seres vivos, unos con otros, en una trama compleja, multidimensional y llena de asas de retroalimentación, construida sobre pirámides alimentarias que se asientan sobre las productoras primarias en la tierra: las plantas, algas y bacterias fotosintéticas que captan la luz solar.

La diversidad aporta estabilidad. La evolución empuja hacia la especialización. Los artrópodos reinan pues constituyen el 90% de la biodiversidad terrestre visible. En el trópico la vida parece permear todos los nichos pensables, en aire, tierra y agua, creando curiosos y complejos mundos, por ejemplo, en las bromelias ancladas a las ramas de los árboles, como lo había descrito Clorito Picado o en la simbiosis de las acacias con sus hormigas residentes, descritas por Janzen.

Instituciones como la OET nos acercan a la sociedad del conocimiento a que aspiramos, donde la investigación y la creatividad nos permitan ser excelentes en todas las cosas que hagamos. Además, lograrlo con el compromiso de la sostenibilidad, ecológica y socialmente hablando, buscando soluciones necesarias a los problemas ambientales que, a veces, nosotros mismos hemos creado. La estabilidad política del país, el apoyo de las universidades locales (todas son miembros, así como el Museo Nacional y el Catie), y del Gobierno mismo, junto al financiamiento constante de la Fundación Nacional de Ciencias (NSF) de EE. UU. y otras fundaciones; estas son algunas de las razones del éxito rotundo de esta prolongada colaboración académica.

Son razones para celebrar, según se tiene previsto, y se inician en las universidades miembros del consorcio en los próximos meses, además de una exposición fotográfica en el Museo Nacional, para culminar con la reunión anual de la Asociación de Biología Tropical y Conservación (ATBC) en San José, durante el mes de junio. Esta celebración traerá a Costa Rica al más distinguido elenco de investigadores extranjeros para hablar del avance en los estudios del magnífico y complejo mundo tropical. En las palabras del poeta uruguayo, Mario Benedetti: Cantamos... porque en este tallo, en aquel fruto, cada pregunta tiene sus respuestas. Cantamos porque llueve sobre el surco y somos militantes de la Vida...

Pedro León A. Biólogo. Catedrático, Universidad de Costa Rica.