La morada de Penélope

Pinceladas Diez versiones de un rostro femenino aguardan a ser apreciadas en el Archivo Nacional

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“Todo retrato bien pintado es un retrato del artista, no del modelo. El modelo es puramente el accidente, la ocasión”: son célebres frases del escritor irlandés Oscar Wilde. Estas máximas resumen el trabajo de Luis Tenorio en su muestra Apuntes al natural, 10 sobre 1 retratos de Penélope, que reluce hasta el 30 de noviembre en el Archivo Nacional.

“Mis ‘apuntes al natural’ sobre Penélope, una de mis modelos más recientes, son anotaciones visuales –cada una resuelta en una hora o menos–, que no pretenden narrar una historia ni interpretar a la modelo. Los parámetros de esta serie no son psicológicos o sociológicos: son en principio pictóricos”, afirma el artista.

Diez acrílicos cuelgan de las paredes de la Sala León Fernández Bonilla, en el Archivo Nacional (en Curridabat, San José).

Tenorio hilvana su percepción sobre Penélope, la modelo que protagoniza, desde diferentes ángulos, los retratos de toda la muestra. El artista traza su interpretación de la modelo sin procurar conocerla verdaderamente.

“Esbozar un retrato requiere una mirada honrada, consciente, sin juicios, para que su resultado sea óptimo. Luis Tenorio no nos cuenta precisamente la historia de Penélope ni escudriña cómo concibe ella el mundo, sino que nos dice mucho más del artista y su sistema para retratar a los sujetos que elige”, explica la curadora de la exposición, Marcela Valdeavellano.

El artista es un notable observador que plantea una decena de posibilidades de ver a un individuo. Sugiere su visión a través del modo en el que ilumina sus trazos, y articula –a través de su reducida paleta de colores– rostros sin interpretaciones psicológicas, sin decorados simbólicos y sin metáforas.

El semblante de Penélope surge sobre diez paneles, con una mirada sincera, sin pretensiones.

Tenorio afirma que no llega a conocer a su modelo: “Para conocer a alguien, se debe comenzar por conocerse a uno mismo, y esto es lo que hago: represento pictóricamente al ‘otro’ o a la ‘otra’. A través de mi forma de ver a los demás, me veo a mí mismo y a mi manera de entender el mundo que me rodea”.

Influencia iconográfica. Luis Tenorio ha estudiado con detenimiento las técnicas empleadas por insignes artistas del periodo barroco, como Diego Velázquez (1599-1660) y Peter Paul Rubens (1577-1640) y su idea es conjugar lo teatral y lo efectista a través del acrílico. Esta proposición es inusual pues el estilo barroco se tiende a ilustrar al óleo.

Los maestros barrocos empleaban imprimaciones al temple o a la caseína, diluidas en agua, y utilizaban esta base de color mate para acentuar la viveza de los colores que el óleo generaba. “Esto se observa, por ejemplo, en la piel humana de Rubens, que es una maravilla”, precisa Tenorio.

El creador costarricense aplica veladuras verdes, casi invisibles, y de color gris perla. De este modo obtiene notables resultados: los grises quedan cálidos por estar encima de tonos amarillentos, y los rojos se ven fríos por aparecer sobre los grises.

“El acrílico tiene la ventaja de que se pueden aplicar todas estas técnicas rápidamente ya que se seca pronto. Si bien muchas personas dicen que no se consiguen con él las transparencias que permite el óleo, yo considero que sí es posible”, afirma Luis.

La proeza artística de Tenorio se relaciona además con su afinidad con Velázquez, quien utilizaba una imprimación de color tierra y pintaba directamente sobre ella con óleo. Así lo ha hecho también Luis Tenorio.

La paleta de este artista se reduce a cuatro colores, incluidos el negro y el blanco, pues él cree que las tierras definen la figura limpiamente y que, una vez precisada la base, los colores fluyen libremente y se adhieren sin restricciones.

“Es una obra con mucha fuerza pictórica. Como retratista, Tenorio es excelente. Como colorista tiene un gran dominio de la luz y la sombra pues utiliza colores fríos. Con esto logra un dramatismo impresionante”, opina Marta Antillón, directora de la Galería Valanti.

Tenorio se considera eminentemente retratista. Su trabajo es observar, y esto lo lleva a imaginar el proceso de la obra futura.

Eso ocurrió también en su muestra anterior, Divinos rostros, que se alojó en La Zona de Entrenarte, en Santa Ana. Esta exposición viajará próximamente fuera de nuestro país.

Apuntes al natural es un ejercicio profundo y rápido sobre la forma en que Luis Tenorio ve el mundo; es una ráfaga visual resuelta en pinceladas. El deseo del pintor es situar el retrato como una búsqueda del otro en nosotros mismos. La psicología no se encuentra en las facciones del retratado, sino en las pinceladas del retratista.

Vendaval del rostro. El retrato es un intento de comprender la existencia del otro, según el sociólogo francés Michel Maffesoli, recuerda Tenorio. Aunque transcurra el tiempo, jamás podremos acceder a esa persona pues no forma parte de nuestro ser, y el retrato se convierte en una manera de legitimación.

A partir de los años 60, el retrato se transformó en portador de la ambiguedad. En los Estados Unidos, con la llegada del Pop Art, de Andy Warhol, “la representación ya no se refiere a la realidad, sino que la precede”, afirma Tenorio.

Antes de ese cambio, en América Latina, el retrato expresaba también poder económico pues solo los adinerados podían costearlo, sostiene Luis.

A la inversa, el retrato fue también una manera de testimoniar la injusticia social pues el modelo representaba a los desvalidos.

“Procuro dar al retrato un nuevo espacio dentro de la producción de imágenes en el arte actual. No pretendo bucear en la psicología de mi modelo, pero sí la intuyo. La represento según mi manera de verla. El público cree que la mía es la visión verdadera, pero solo es una entre muchas”, afirma Luis Tenorio, quien ve a Penélope sin juzgarla.

El pincel bailotea sobre el lienzo por pocas horas, y en diez bosquejos plasma y fija en el tiempo las emociones que percibe en su ubicua modelo.