La exégesis sobre Jesús

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En La Nación del domingo 24 de junio del 2012, Opinión 32A, don Mauricio Víquez escribió el artículo “La jesuología y el otro Jesús”. El padre Víquez sostiene en su artículo que, para asumir la investigación histórica, son necesarios dos supuestos: la confesionalidad (ser creyente para pensar a Jesús) y la continuidad (con la doctrina del Magisterio Eclesial).

Confesionalidad y continuidad. La investigación histórica –en general, la ciencia– no implica confesionalidad, pues sus resultados no son ni católicos ni anticatólicos, simplemente son. Es para el creyente en un ‘Jesús ideal’ para quien puede ser ‘inútil’ o ‘hereje’ la investigación crítica, mas no se olvide de que la ciencia solo explica fenómenos intramundanos. Por ende, la investigación histórica sobre Jesús no tiene por qué estar casada previamente ni devenir en teología. Fundar la cristología no sobre la experiencia de testigos presenciales de la acción del Nazareno durante su ministerio mesiánico-escatológico en el contexto del judaísmo palestino del siglo I, sino sobre ‘un cuerpo de ideas’ variado (dentro del cual ganó la batalla el bando liderado por la Iglesia romana y en el que fueron derrotados otros cristianismos) y tardío (tras muchos concilios), y que se ha ido inmunizando respecto de la investigación histórica no confesional actual, es un salto epistemológico.

A esto el catolicismo lo llama ‘kerigma’: en los años sesenta, en Roma, los profesores de teología abandonaron la idea de inscribir los Evangelios al género simplemente histórico, y los definieron como escritos ‘kerigmáticos’; es decir, “de predicación, en los que el elemento histórico no era esencial, aunque existía y era fiable” (J. Monserrat).

La debilidad de esta tesis hace que muchos apologetas católicos modernos se refugien en expresiones como “los Evangelios no son principalmente obras de historia en el sentido moderno de la palabra” (J. Meier, Un judío marginal). Entonces, ¿cuál es la utilidad de la investigación histórica sobre Jesús para el Magisterio? Ninguna, pues la califica de desfasada; es decir, no le dice nada a la teología (desarrollada sobre el dogma cristológico del 451 d. C. en Calcedonia).

La imagen de que todo está dicho o investigado sobre Jesús, supone descalificar, falaciosamente, a quienes incursionan y exploran nuevas líneas de interpretación e intentan abrir nuevos accesos a los textos bíblicos. Asimismo, la apologética católica enfrenta la investigación crítica del Jesús histórico, postulando el “argumento” del llamado “círculo hermenéutico”, según el cual “la reconstrucción de lo que ya sucedió depende de su previa interpretación”; es decir, una falacia de petición de principio como argumento.

Reino e Iglesia. Dado que don Mauricio insiste respecto del Magisterio, digamos que la exégesis eclesiástica ha desalojado de este mundo el Reino escatológico-mesiánico de Jesús (compendio de hartura material y superación de las desigualdades económicas y sociales, y de hartura espiritual como imperio de Dios y de una paz fruto de la justicia).

Este Reino de solidaridad entre los seres humanos ha sido leído por el Magisterio alegóricamente, convirtiéndolo en un cuento para infantes. Se esperaba el Reino, pero vino la Iglesia (A. Loisy).

Situemos el problema de fondo que arroja la investigación crítica: la cuestión de la Iglesia no es la cuestión de la bondad o maldad de sus miembros, sino a la inversa: “la cuestión de la Iglesia es la de su ilegitimidad histórica y de su función de instancia hegemónica totalitaria en sus aspiraciones” (G. Puente Ojea) respecto de asuntos como los resultados no confesionales sobre el Jesús histórico, la homosexualidad, la fecundación in vitro, el Estado laico, entre otros, lo cual testimonia una actitud amenazante para la construcción de una sociedad tolerante y pluralista. Dolosamente, la Iglesia muchas veces se autolegitima legitimando los poderes hegemónicos (de turno) y les limita solicitándoles el consenso colectivo (con alianzas políticas). ¿Y el mensaje de Jesús? “Sobre esto ya te oiremos otro día” (Hechos 17,32).

La exégesis católica. Detrás de la exégesis católica hay principios (supuestos) metafísicos (por ejemplo, la divinidad de Jesús, la inmortalidad del alma, la resurrección, etc.) asumidos sin más como directrices –no historiables– y que, en cuanto tales, desvirtúan –desde la raíz– los resultados de la investigación confesional sobre Jesús. Si lo que se busca es capturar a Jesús tras la investigación, la reflexión debe reposar sobre los textos evangélicos y el contexto del siglo I para que sea robusta y no, por ejemplo, sobre el dogma del Concilio de Calcedonia y similares. Pero esto es imposible institucionalmente. Fe o investigación crítica, pero no ambas.

Luis Diego Cascante Filósofo, Profesor en la Escuela de Filosofía de la UCR