La ‘El Tarocchi’ y el cosmos

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Georges Seurat fue un metódico estudioso del arte. Su perseverancia en el aprendizaje y en la búsqueda de la teoría que está detrás de la práctica lo convirtieron en una de las figuras más representativas del arte europeo de finales del siglo XIX.

En el decenio de 1880, los maestros impresionistas ya se habían establecido en el ámbito artístico. Sin embargo, para Seurat ya no era suficiente la subjetividad del impresionismo; él buscaba una nueva pintura, que reflejase las bases científicas del arte.

Seurat acudió a la Escuela de Bellas Artes de París, y esto le marcó su camino de formación clásica, pero, sobre todo, lo orientó como estudioso e investigador de la pintura y el dibujo. Georges Seurat era profundamente analítico y procuraba entender el proceso creativo de los clásicos, por lo que dedicaba horas y horas a copiar a artistas como Holbein, Rafael y Poussin.

Durante sus estudios, Seurat descubrió un libro de Charles Blanc que fue trascendental en su planteamiento estético : La gramática del arte del dibujo. Tomando como ejemplo las obras de Delacroix y Chevreul, Blanc desarrolló esta teoría: pequeñas pinceladas, aplicadas una junto a la otra, dan un efecto vibrante al cuadro gracias a una mezcla óptica que se produce en el espectador. Así pues, el planteamiento de Charles Blanc cambió la manera de ver la pintura en Seurat y lo motivó a desentrañar los secretos del color.

Tal fue el inicio de una ardua investigación desarrollada por Seurat sobre la teoría del color. El artista se concentró en utilizar el color para producir armonía y emoción en el espectador a través de la percepción visual y las leyes ópticas.

Sus conclusiones llegaron a relacionar emociones, como la alegría con los tonos cálidos, y la calma con el balance entre los tonos, con el uso de líneas horizontales y con el equilibrio logrado entre la luz y la sombra.

Georges Seurat vinculó las ideas de Blanc con las teorías del color y del “contraste simultáneo” de Chevreul y Nicholas Rood. En consecuencia, Seurat creó su aporte más importante a la historia del arte: el puntillismo.

Esa innovadora técnica consiste en que las grandes masas de color se construyen a partir de la aplicación metódica de pequeños puntos de colores básicos que posteriormente se combinan en la retina del espectador.

En su obra Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte (1884-1886), Georges Seurat pone en práctica todos sus conocimientos. Esta pintura fue la consagración de su nuevo estilo y el inicio de otra corriente artística: el neoimpresionismo.