La atomización del centro fortalece los extremos

La inoperancia del centro favorece el auge del extremismo populista

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Antes de 1982 no había un solo partido socialcristiano en Costa Rica. Hoy día van a haber tres, y cada uno de ellos se adjudica para sí la legitimidad de su doctrina y de su herencia política. En el centro del espectro político, la lucha entre la proliferación de partidos consiste en cual es el más “centrista”. Cada uno ofrece más de lo mismo; la oferta es parecida. La diferencia entre ellos es el envoltorio.

Pero este jueguito es peligroso porque la atomización del centro fortalece los extremos.

Los extremos hoy día surgen y prosperan solapadamente. No con la violencia ostentosa de las dictaduras del siglo XX tanto de derecha de Mussolini y Hitler como las dictaduras de izquierda de Stalin y Mao.

El extremo más peligroso hoy día es el populismo. Sus líderes buscan ejercer el poder, pero lograrlo, no a través de la violencia, sino a través de la mentira. Ofrecen un proyecto redentorista: terminarán con todos los vejámenes, dolores y penurias.

Perciben el desconcierto de la gente sobre su futuro y prometen una tabla de salvación para enfrentar la inseguridad, personal, económica y social.

Casi todos estos cabecillas exhiben personalidades mesiánicas aunque en diferentes estilos. Chávez, Morales y Correa señorean más su mesianismo. Otros son más solapados como Cristina Fernández de Argentina. Pero tienen en común el antiyanquismo, arruinan sus países, oprimen a su gente y buscan el control del Gobierno mientras que, simultáneamente, organizan su permanencia en el poder.

La vieja receta populista hundió a Argentina. Con los Kirchner, el populismo peronista logró arreciar la pobreza. Como todos los populistas, prometiendo terminar con la brecha entre ricos y pobres, más bien la ensanchó. Ya en el 2002, el ingreso de los más ricos argentinos era 43 veces el de los más pobres.

Aquí en Costa Rica el extremismo populista se manifiesta con claridad en Ottón Solís.

Cuando anunció su alianza con el Gobierno, repetidamente, desnudó su alma populista y dejó claro que la razón de su respaldo al Gobierno se debía a que había que ponerles más impuestos a “los ricos y poderosos”. Nunca habló de controlar el gasto.

Solís ha hecho del PAC su feudo y a pesar de que hace pocos años solamente el 11% de los costarricenses se calificó como de “izquierda”, con base en su personalidad mesiánica, Solís busca, solapadamente, impulsar nuevamente su proyecto populista.

En cables de WikiLeaks, un embajador norteamericano lo califica como “un populista, un intransigente, un peligro latente... un político al que necesariamente... el Gobierno de Washington debía tenerle cuidado”. Y los partidarios del PAC también deberían tenerle cuidado.

En julio del 2009, cuando Solís tenía un control prácticamente absoluto del PAC, su presidente, don Alberto Cañas, lamentó “que haya “chavistas” (de Chávez) infiltrados en el PAC”. Y para no crear equívocos sentenció: “No retiro una sola palabra... ojalá me pidan que renuncie”.

Don Leonardo Garnier le hace una advertencia a la “gente PAC”: “Cuando a Solís le preguntan si le duele o no que las personas que lo ayudaron a consolidar el partido político se vayan, responde sin inmutarse: ‘(Las personas no importan), son los conceptos lo importante’ ”.

Los venezolanos, bolivianos, ecuatorianos, y argentinos saben que el populismo del siglo XX retrasó la economía de todos los países que lo padecieron.

¿Por qué se atreven los pueblos latinoamericanos a resucitarlo en el siglo XXI? La inoperancia del centro político costarricense favorece el auge del extremismo populista que lo único que ha logrado es reiterar soluciones que han fracasado ofreciendo la tranquilizante superstición de que la culpas de nuestros males es siempre el resultado de una malvada conspiración fraguada por “los gringos”.

Pero el peor problema es que cuando los pueblos venezolanos, bolivianos, ecuatorianos y argentinos descubran la verdad ya será demasiado tarde como les sucedió a los cubanos.

Ojalá este no sea el destino de los costarricenses.