La Academia Costarricense de la Lengua cumple 88 años

La lengua refleja el modo existencial de una comunidad

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Decía Gabriela Mistral que el habla es la segunda posesión nuestra después del alma y tal vez, no tengamos ninguna otra posesión en este mundo . En efecto, el lenguaje es el medio que hace posibles todos los logros y conquistas culturales del hombre. Sin él nada de lo que el ser humano ha inventado o pensado, podría haberse preservado o comunicado. El lenguaje conserva la herencia cultural de la humanidad.

La lengua refleja además el modo existencial de una comunidad; toda la historia del grupo hablante va quedando plasmada en ella. Por eso a la lengua se le ha llamado “biografía de las naciones”, “espejo de la civilización”, “depósito de la cultura”, y como dice Unamuno, “la lengua es la sangre del espíritu”. La lengua nos pertenece a todos y nos conforma como seres humanos. De ahí ese imperativo de respetarla, cuidarla y amarla.

En esa significación y en esa relevancia que tiene el lenguaje en la vida de los seres humanos, se origina la necesidad de entes rectores y guardianes de la lengua, como son las academias, cuya misión es resguardarla, mantener su unidad y dictar los códigos normativos.

Historia. La creación de la Real Academia Española en 1713 obedeció a la preocupación de prudentes letrados por la fijación y el cultivo adecuado de la lengua castellana. Se pensó en una academia como la que ya existía en París desde el siglo anterior o como la de Florencia. La iniciativa fue del marqués de Villena, don Juan Manuel Fernández Pacheco; a él se debe que se fundara en junio de 1713 y también que el rey don Felipe V expidiera el 3 de octubre de 1714 la real cédula que ratificó la fundación de la Academia, sus estatutos, empresa y sello y además concediera privilegios a los miembros de la real institución.

No es sino ciento cincuenta y ocho años después, en el año 1871, que ese tronco original se ramifica y se crean en los países hispanohablantes las academias correspondientes de la Española. La primera fue la colombiana.

Hacia el último cuarto del siglo XIX, la Real Academia Española empezó a tomar en cuenta los méritos literarios de intelectuales costarricenses para distinguirlos con el nombramiento de miembros correspondientes suyos. Entre otros: don José María Castro Madriz, don Manuel María de Peralta, don Cleto González Víquez, don Ricardo Jiménez Oreamuno, don Lorenzo Montúfar, don Mauro Fernández, don Francisco María Yglesias, don Ricardo Fernández Guardia, don Rafael Orozco, don Salvador Lara, don Julio Acosta.

Con los académicos correspondientes que había, desde finales del siglo XIX pudo haberse fundado la Academia Costarricense de la Lengua, pero la idea de esta fundación debió de haber surgido hacia 1920. Existe una carta con fecha 7 de junio de ese año en la que la Academia Salvadoreña dirige una excitativa a la Real Academia Española para que se digne conceder al académico don Julio Acosta, entonces presidente de la República de Costa Rica, todas las facultades necesarias para que funde en su patria la Academia Costarricense, correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua, haciendo, como director, los nombramientos de los académicos en el número de reglamento.

El 15 de febrero de 1923 don Alejandro Alvarado reunió a los miembros correspondientes en un salón de la Biblioteca Nacional para acordar la fundación e inauguración de la Academia Costarricense de la Lengua. En una segunda sesión preliminar, realizada en el bufete del licenciado Alejandro Alvarado Quirós, se discutieron los proyectos de estatutos y reglamento que preparó la comisión redactora nombrada en la sesión anterior.

Se acordó contribuir con una cuota de diez colones que daría cada académico para los gastos de la inauguración y se dispuso que la sesión inaugural se celebraría el doce de octubre.

En efecto, el doce de octubre de 1923, a las cuatro de la tarde, en uno de los salones del Ministerio de Relaciones Exteriores se celebró la junta inaugural de la Academia Costarricense de la Lengua. Así, en ceremonia sencilla, espontánea, austera y sin discursos retóricos, se instaló la nueva academia correspondiente de la española

La nómina de los dieciocho académicos fundadores, todos ellos varones ilustres y figuras relevantes de la cultura costarricense, es la siguiente: don Cleto González Víquez, don Alejandro Alvarado Quirós, don José María Alfaro Cooper, don Manuel María de Peralta, don Ricardo Jiménez Oreamuno, don Ricardo Fernández Guardia, don Julio Acosta García, don Fabio Baudrit González, don Ernesto Martén Carranza, don Alberto Echandi Montero, don Alberto Brenes Córdoba, don Justo Facio de la Guardia, don Gregorio Martén Carranza, don Carlos Gagini Chavarría, don Roberto Brenes Mesén, don Joaquín García Monge, don Claudio González Rucavado y don Guillermo Vargas Calvo.

Propósitos actuales. Y así, con estos ilustres próceres, se origina nuestra corporación que cumplió el pasado mes de octubre ochenta y ocho años de existencia. Muchos cambios se han experimentado durante estos años. La actualidad es hora crucial en la historia de las academias de la lengua. Movidas como están por un propósito de “unidad en la diversidad” y compromiso con la historia y con los cambios.

El principal propósito de los estatutos dice: “velar porque los cambios que experimente la lengua española en su constante adaptación a las necesidades de los hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico”. Hora es esta en la que mancomunadamente definimos los destinos de ese mundo idiomático, construyéndolo entre todos y no como antes desde la sede madrileña, en lo que ha venido a llamarse la política panhispánica.

En un documento de la Asociación de Academias se lee: “En los últimos años la Real Academia Española y las veintiún academias de América y Filipinas que con ella integran la Asociación de Academias de la Lengua vienen desarrollando una política linguística que implica la colaboración de todas ellas en pie de igualdad y como ejercicio de una responsabilidad común, en las obras que sustentan y deben expresar la unidad de nuestro idioma en su rica variedad.”

Entre las obras de la Asociación que materializan esta concepción y estos propósitos, están los grandes códigos normativos: el “Diccionario” oficial, el Diccionario panhispánico de dudas , la “Nueva Gramática”, la “Nueva Ortografía”.

Inserta en este quehacer está la Academia Costarricense de la Lengua, realizando su labor en forma quijotesca, altruista y desinteresada, alentada por el amor a nuestra lengua y convencida de estar contribuyendo al desarrollo de nuestra cultura.