Juicio y moral

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Jean-Paul Sartre (1905-1980) vislumbró el teatro como un gran tribunal donde los personajes (y más aún: las circunstancias) son examinadas, compadecidas (padecidas con el otro) y finalmente juzgadas bajo el “criterio de la libertad”. No hubo nada como el famoso Tribunal Russell, creado para condenar los crímenes en Vietnam; empero, Sartre no vaciló en decir: “El teatro es el tribunal desde donde se analizan y se combaten las nuevas formas de dominación”.

Sin embargo, ¿qué significa ese “criterio de la libertad”? En la oceánica obra de Sartre hay elementos que son esenciales: la libertad, la responsabilidad de la acción, la ética' El planteamiento es así: Cuando tomo decisiones, estoy condicionado a actuar por mi sexo, mi raza, mi clase social, mis necesidades vitales básicas'; entonces, ¿soy libre en realidad? La respuesta de Sartre es contundente: Sí, somos inevitablemente libres. Añade: “Un hombre es lo que hace de lo que otros hicieron con él”; es decir: Existe un espacio donde podemos sacudirnos de nuestros condicionamientos y actuar éticamente. “Somos libres; entonces, somos responsables”, dice el filósofo.

Este argumento estuvo en casi todo el teatro sartreano. Así, Las moscas (1943) recreó el mito de Electra y Orestes y significó una crítica intelectual a la guerra mundial de entonces y se volvió el paradigma del llamado “teatro de la Resistencia”. Para Sartre, incluso en la guerra, la ética tenía cabida.

En 1944 se puso en escena A puerta cerrada , justo un día antes de la liberación de la capital francesa, cuando, en palabras de Albert Camus, “París disparó todas sus balas contra aquellos que durante cuatro años creyeron que la guerra era fácil” (Camus, Crónicas ).

A esta obra teatral obedecen dos de las más conocidas frases de Sartre: “No hay necesidad del fuego; el infierno son los otros” (pues los otros me condicionan, me sojuzgan y “me crean”); otra, que tristemente no pierde vigencia pues las guerras no acaban: “Cuando los ricos se declaran la guerra, son los pobres los que mueren”.

En general, se critica al existencialismo por ser una “sensiblería exacerbada” más que un sistema filosófico.  No obstante, esta objeción no impide que se aprecie la manera en la que el autor desahogó su desasosiego por la condición humana y la duda sobre si somos libres o no en el teatro, vitrina y tribunal del mundo.

Esteban Córdoba Arroyo

esteban.cordoba83@gmail.com