Juegos sobre la mesa

Sitios de encuentro Los billares servían de esparcimiento josefino desde una época temprana de nuestra historia

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“Después de haber visto cuanto había que ver en San José, de vagabundear lo bastante por las cervecerías y billares –de los cuales hay media docena en la pequeña ciudad, a tiro de fusil el uno del otro–, nos trasladamos a Cartago, la antigua capital de Costa Rica”.

Con esas palabras describía Thomas Francis Meagher –viajero irlandés de paso por Costa Rica– ciertas actividades de esparcimiento en la capital en 1858.

La expresión “a tiro de fusil” revela la escasa distancia existente entre un billar y otro, y deja ver los estrechos límites de crecimiento urbano que tenía para entonces nuestra principal urbe.

Fuentes escritas de la época confirman los datos proporcionados por Meagher. En su sección de “Avisos”, el Boletín Oficial (01/12/1855) muestra el procedimiento de adjudicación de billares y la cantidad existente:

“La Gobernación ha señalado las doce del día catorce de Diciembre próximo para rematar, por un año, el derecho de cada uno de los seis billares que están permitidos en esta ciudad, haciéndose saber que no se admitirá ninguna propuesta que baje de la base de setenta y dos pesos al año por un billar, pagándose esta suma por duodécimas partes adelantadas mensualmente”.

El aviso evidencia que el juego de los billares era un asunto regulado por ley pues requería una patente desde la década de 1850. Sin embargo, los billares no constituyeron la única diversión pública que gozó la población josefina: también hubo retretas y bailes.

Sumados a lo anterior estuvieron las peleas de gallos, el juego de naipes y el dominó. De entre las variadas diversiones, los billares lograron una importante difusión en la prensa escrita y se establecieron como espacios de convivencia.

Hoteles, clubes y vinaterías. Los juegos de mesas de billar aparecen invariablemente asociados a negocios de reuniones sociales. Por ejemplo, el 29 de octubre de 1859, en el periódico La Gaceta , el Club Nacional anunció la venta de “un excelente billar con todos sus utensilios y un rico mueble”.

A inicios del decenio de 1890, el Club Internacional, de San José, ofreció la venta de “un magnífico billar de bolsas, en muy buen estado, mesa grande de pizarra” (diario La República , 04/11/ 1890).

A fines del siglo XIX, cuando el espacio urbano se había ampliado de forma considerable, los hoteles anunciaron la apertura de salones de entretenimiento como parte de sus servicios.

En La República (30/08/1890) se anunció: “Nuevo Billar en el Hotel de Roma. Ayer se abrió al entretenimiento público un hermoso salón para juego de billar, dominó y cartas. Los aficionados á estas distracciones encontrarán en él un lugar decente donde pasar alegres horas de solaz. A él, pues, Señoras!!!”.

El anuncio revela el interés de mostrar un rostro familiar de sitios asociados con hombres. De alguna forma, la presencia femenina en estos lugares es una evidencia de la ampliación de espacios que experimentaron las mujeres en el mundo urbano finisecular.

Otros negocios de reunión social, como las vinaterías y las pulperías, solieron disponer de mesas de billar como parte de sus atractivos. Así, una información del Diario de Costa Rica (18/09/1897) señaló: “De hoy en adelante. En los billares de la vinatería Hacienda de Pins se pagarán solo 60 centavos por hora, no exigiendo billarero”.

La presencia de estímulos asociados con los costos de alquiler de las mesas y el uso de personas que daban el servicio, constituyeron formas de atraer público en una época en la que estos juegos tendían a popularizarse.

Hechos en Costa Rica. En El Heraldo de Costa Rica (03/07/1897), un inserto mostró otra faceta del negocio de los billares, su construcción: “Billares. De las maderas más preciosas y más ricas que Costa Rica cría en sus selvas –que son tan codiciadas en el extranjero– se construyen toda clase de billares con exquisita perfección y puntualidad”.

La mayoría de los avisos que promovieron la construcción de estas mesas de juego no proporcionaron los precios, pero sí existió una constante referencia a señalar que sus precios competían en calidad y costos con los billares provenientes del extranjero.

Otro aspecto que destacaron los avisos de las mesas fabricadas localmente es el empleo del mármol. Un anuncio del Diario de Costa Rica (19/12/1897) manifestó lo anteriormente dicho:

“Billares con mesa de mármol premiados en la Exposición de Guatemala. El que quiera uno bueno y barato, lo encontrará en mi taller, frente al Registro Central del Estado Civil. Salvador González”.

Del extranjero. En materia de venta de billares, los avisos de los periódicos capitalinos de los últimos 15 años del siglo XIX se distinguieron por su presencia regular. Así, un anuncio resaltó la venta de “un magnífico billar americano”; otro ofreció la venta de “3 billares, de lo mejor que ha venido al país”.

La procedencia foránea de las mesas fue un atractivo especial para algunos clientes.

Los avisos no solieron precisar los precios de las mesas, pero algunos sí dieron indicios. Un anuncio de La Prensa Libre (10/08/1892) fue llamativo:

“¡¡¡Incendio!!! Vendo un magnífico billar, extranjero, completo y nuevo, por valor de $ 600-00 [pesos]. Para informes con Víctor Abarca en Desamparados, donde se encuentra el billar, ó con Clemente Guzmán en Aserrí”.

Los datos suministrados sugieren que la inversión en esos objetos no era algo que se tomase a la ligera. En la segunda mitad del siglo XIX, muchos costarricenses encontraron, en los billares, sitios de recreación donde se originaron amistades que tal vez repercutieron en la literatura y en la política.

El autor es encargado del programa de estudios generales de la UNED y profesor asociado de la UCR.