Juego de comedor

La artista Virginia Pérez Ratton expone de nuevo e invita a su mesa en galería Des Pacio.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Es hora de almuerzo de un miércoles, y, en la galería Des Pacio, la mesa ya está servida. La amabilidad se la debemos a Virginia Pérez Ratton (1950), artista que expone Juego para 13 más una memoria , serie de grabados que refieren al ritual de la comida mediante figuras de platos servidos. Las obras datan de principios de los 90 y ahora son parte de Re-puesta en escena , la primera muestra individual de la artista desde hace 15 años.

“Siempre me ha gustado cocinar y que el momento en el que se come sea un pequeño ritual, que la mesa sea un disfrute”, cuenta la artista y gestora cultural quien ganó el Premio Nacional de Cultura Magón del 2009.

El encuentro con un grabado como Plato lleno avisa al espectador que entra en una muestra del mismo modo como visitaría la casa de una amiga: es un invitado a su intimidad.

La galería Des Pacio es un sitio de exposición del artista Federico Herrero y la curadora Clara Astiasarán ubicado en una vivienda antigua de San José (100 m al este y 10 al norte de la Cancillería). Astiasarán afirma que este espacio doméstico es el natural para que luzcan estas obras.

Aquí hay platos servidos, pero también cristalería rota. A los grabados que celebran la intimidad familiar se suman otras obras –ensamblajes e instalaciones– que recuerdan lo efímero de las cosas bellas. Pasemos adelante.

Mesa llena. Se debe hacer memoria para seguir los pasos de una artista que desaceleró su producción durante quince años.

Pérez Ratton cuenta que 1987 fue crucial. Antes de ese año había estudiado dibujo con Grace Blanco, pintura con Lola Fernández y grabado con Juan Luis Rodríguez dentro del programa Crea Graf, de la Escuela de Bellas Artes de la UCR; sin embargo, confiesa que aún buscaba lo que quería hacer en el arte.

En el 87 viajó a Francia y estudió grabado en la Escuela de Artes Decorativas de París y luego se integró formalmente a la escuela homóloga de Estrasburgo. Allí aprendió técnicas experimentales de grabado y, sobre todo, descubrió su voz artística.

“Aquí, en Costa Rica, no había encontrado un sentido... Creo que, muchas veces, una debe irse del país para preguntarse sobre su identidad”, revela.

La artista regresó a Costa Rica en 1990 y durante dos años investigó sobre la forma de la elipsis y lo que ella llama “la psicología del momento de la comida”. La grabadora explica que los momentos íntimos más felices y más tensos se viven ante una mesa familiar.

La serie Juego para 13 más una memoria agrupa 13 grabados montados sobre la pared que muestran distintos experimentos con los colores y las texturas. Por ejemplo, Plato lleno (1991) incluye patrones que refieren a un mantel, así como difuminaciones y grafismos. La composición y la elipsis imitan la perspectiva que un comensal tendría de un plato servido.

La decimocuarta obra de esta serie reproduce miniaturas monocromas de las mismas figuras que cuelgan en las paredes. Este último grabado, La memoria (1992), se muestra horizontalmente en una urna y reproduce la perspectiva cenital de una mesa de trece puestos.

El curador de la muestra, Joaquín Rodríguez del Paso, comenta: “La autora logra que los extremos se toquen: por un lado le consigna un aura de universo microscópico, casi celular a sus grabados. Al mismo tiempo, algunos de ellos semejan remotas galaxias, tan inexploradas y misteriosas como la primera célula”.

Hay un gran despliegue técnico en las obras. Empero, a pesar de que Pérez Ratton admite que el grabado es una técnica “de mucha cocina” (valga la redundancia gastronómica), afirma que el concepto no debe perderse ante la técnica.

La ruptura. Si existiera una línea que hilvanase la producción de esta artista, pasaría por los conceptos del fragmento y la fragilidad. El terremoto de Limón, en 1991, entró en su casa sin invitación y le regaló una colección de cristales rotos.

El signo de los objetos hermosos y queridos que se quiebran tan fácilmente le sirvió para referirse a la fragilidad humana. Al mismo tiempo, la preservación de aquellos trozos podría hablarnos de la constancia de la memoria.

En esa temática, la artista montó Pecera (1991), un gran recipiente de vidrio relleno con vasos y copas quebradas que la autora sigue alimentando hasta el día de hoy.

Otro cuarto de la galería pone a dialogar a dos obras “rotas”: Fragmentos de muda III (1999-2005) y Tricolor (1997-2009). La primera es una gran caja de vidrio con fondo de espejo que contiene esculturas que reproducen varias partes del cuerpo de la artista: un talón, un seno, el cóccix... La obra es una reflexión sobre sus puntos débiles mediante una representación de su cuerpo fragmentado.

Tricolor es una urna pequeña que recoge tres vasos rotos: uno transparente, uno azul y otro rojo. La obra refiere a la bandera costarricense. “Exhibí esta obra en la bienal de escultura del 97 y con ella quise reflejar el resquebrajamiento de la política y la sociedad costarricenses”, explica.

La artista también exhibe Fregadero blues , instalación con un fregadero de cocina que usa un sistema de bombeo continuo de agua mediante la cual siempre está cayendo líquido tintado de azul sobre el tanque. Al lado, en un escurridor de utensilios, hay una colección de platos y vasos rotos.

La artista nos ubica: “Esta obra forma parte del tríptico Arquitectura interior , con la que participé en la bienal de escultura del 97. Allí reflexionaba sobre lo doméstico, sobre el eterno retorno y, nuevamente, sobre la fractura”.

Pérez Ratton desaceleró su producción artística en 1995, cuando asumió la dirección del nuevo Museo de Arte y Diseño Contemporáneo. Luego, en 1999, creó la fundación Teorética, lo cual afianzó su labor como curadora y promotora de arte.

Luego de 15 años desea retomar su arte y, para ello, le resultó bueno revisar lo que ha creado. ¿Cómo encuentra una artista sus primeras obras de importancia?

“Cuando Clara y Federico me propusieron hacer esta muestra, yo temía cómo me iba a relacionar con las obras, pero, cuando las ordené, las sentí muy cerca de mí. Luego me sentí más segura cuando Joaquín Rodríguez y Adrián Arguedas me dijeron que las veían muy frescas, pues son personas a quienes respeto mucho”.

La artista había contado que su viaje a Francia, en 1987, fue definitorio. Entre sus crecimientos, nos dice, aprendió a perder el miedo a equivocarse. Debe de haber quienes ayunan por miedo a quebrar un plato. Virginia Pérez Ratton come y convida sin miedos.