Jenni RiveraParrandera, rebelde y atrevida

Siempre de pie. Sus canciones se identificaron con la gente común. Fue la Diva de la Banda y reinó en un mundo de machos; se levantó muchas veces, tantas como las que cayó.

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La vida es una muerte que viene. A veces rió, en otras lloró, tropezó mucho, siempre se levantó y nunca se “rajó”' porque tenía los ovarios cuadrados de tanta matraca que recibió.

Salió del olvido; creció en una familia de inmigrantes de Long Beach, al sur de California. Comenzó a cantar en los “mercados de pulgas” con temas rabiosos, de amores perros y de hembras que no aguantan nada.

A Jenni Rivera nadie se la llevó al río creyendo que era mozuela; así quería que la recordaran, como “una mujer igual a otras, que cantó y triunfó. Igual de imperfecta que mi público; cometo los errores que comete una persona normal, soy transparente y honesta”.

Fue una “tortera” que siempre anduvo metida en problemas, como maridos machistas y abusadores sexuales. Fue madre soltera que se mantuvo a sí misma y a sus cinco hijos, hubo líos judiciales, trompadas en los conciertos y envidias faranduleras.

Sus canciones francas y su voz conmovedora le abrieron paso entre los gruperos, en un ambiente espeso regido solo por machos mal amansados, con sombreros de ala ancha, zapatones, cinto con hebillotas y trajes de arcoiris.

Al filo de la noche del 8 de diciembre, tras finalizar su último concierto en Monterrey (norte de México), enfrentó una nube de periodistas interesados en sus vericuetos emocionales y en el reciente divorcio de su tercer marido, el beisbolista Esteban Loaiza.

“No puedo apendejarme en lo negativo porque eso destruye. Quizás esté tratando de alejar los problemas y enfocarme en lo positivo. Es lo mejor que yo puedo hacer. Soy mujer como cualquier otra, y quizá también me suceden cosas más feas que a cualquier otra mujer. Las veces que me he caído, son las veces que me he levantado”, dijo a la agencia de noticias AP.

Rivera llegó a las estrellas por lo áspero. A los 15 años quedó embarazada; tuvo tres maridos, cinco hijos y dos nietos; sufrió violencia doméstica y le ganó el pulso al cáncer de seno.

Entre tanta adversidad estudió administración de empresas y vendió casas; pero su destino no estaba tocando puertas sino en la música. Debutó en 1995 con el álbum Chacalosa , lleno de corridos y narcocorridos que antes solo interpretaban hombres.

Pronto, las radios locales se inundaron de peticiones de su música y le cayeron contratos para presentarse en pequeños locales con sus hermanos: Pedro, Gustavo y Juan.

Más tarde grabó Somos Rivera y Adiós a Selena , con relativo éxito.

Sus canciones le caían al pelo a la “raza”: Mi gusto es, También las mujeres pueden, Chupaovarios, Madre soltera o Se las voy a dar a otro . Con esta agotó la venta de discos el mismo día del lanzamiento en el 2002; pero fue hasta el 2005 que la pegó con el álbum Parrandera, rebelde y atrevida.

Jenni vivía a todo galope. Incursionó en otros negocios como empresaria y actriz. Filmó Filly Brown , exhibida en el Festival de Cine Sundance; estaba en la tercera temporada de I love Jenni ; salía en programas de realidad simulada; ganó los premios Billboard de la Música Mexicana como artista femenina del año al mejor álbum banda por Joyas prestadas . También fue nominada a cinco Premios Lo Nuestro de la Música Latina, y varias veces fue postulada a los Grammy Latinos.

¡Hasta que cayó de la nube en que andaba! El avión en el que volvía de Monterrey, con otros acompañantes, se precipitó a tierra por razones aún desconocidas y quedó desintegrado en un área de 300 metros cuadrados. Los restos de Rivera quedaron irreconocibles y solo una prueba de ADN permitió identificarlos.

Besos y copas

Como no en todas se gana, a Jenni le iba bien en la música y en los negocios, pero “quebrada” en el amor. Sus tres maridos le salieron “gueros”: uno era un incestuoso; otro, infiel y machista; el último, se especula que supuestamente la engañó con su hijastra.

A los 15 años José Trinidad Marín Quintero, el Trini , la embarazó y nació Janney Chiquis Marín, la misma que años después montaría un escándalo por sus presuntos amoríos con Esteban Loaiza, actual viudo de Jenni, lance que esta negó en la revista People .

Con Trini tuvo dos hijos más: Jacqueline, de 23, y Trinidad Angelo , de 21, hasta que en 1992 se divorció cuando descubrió que el padre abusó sexualmente de su cuñada, Rosa, y de sus propias hijas cuando solo eran unas niñas.

Trinidad huyó; estuvo prófugo 14 años y lo pescaron en el 2006; afrontó un juicio en la Corte Superior de Long Beach. Sus hijas lo perdonaron pero Jenni aseguró : “Esa es gente enferma. No puedo perdonar en este momento que esté negándolo y que diga que somos una familia que lo inventó todo, que son mentiras”.

Finalmente, Trini fue condenado a 31 años de cárcel por actos lascivos con un menor, abuso sexual continuo y ataque sexual agravado. Para ayudar a las madres solteras, las agredidas y a los menores abusados, ella fundó Jenni Rivera Love Foundation.

A Juan López, su segundo esposo, se lo encontró en un bar en 1995, pero ese mismo año lo detuvieron en Estados Unidos por traficar inmigrantes y lo condenaron a seis meses de prisión. Dos años después se casaron y tuvieron dos hijos: Jennicka, quien hoy tiene 15, y Johnny, de 11.

López volvió a la cárcel en 1997 por tráfico de drogas. Tras varias infidelidades y agresiones domésticas, la pareja se divorció. El asunto se agravó porque Juan pidió a Rivera una elevada indemnización por los años de convivencia.

Y como la “jarana sale a la cara” Juan murió –en el 2009–, casi abandonado, de una presunta neumonía. Al enterarse, Jenni declaró a People : “Me prohibieron entrar al hospital. Lo mismo con mis hijos. Ni su papá, ni su mamá, ni su novia pudieron visitarlo. Murió solo, qué triste, por haberse casado y haber tenido hijos con una celebridad”.

Simplemente' la mejor

Mientras triunfaba en su carrera, su vida era un embrollo. En el 2008 un romance de ocasión con un tal Édgar se convirtió en un escándalo mediático porque este difundió por Internet un video erótico con la diva.

La grabación duraba 4:39 segundos y se apreciaba a Jenni en una posición “comprometedora” con el fondo musical de la película Mi pobre diablito .

Un año después, Jenni se lo encontró en un concierto, armó un bochinche y le “partió la madre”. La demandaron posteriormente pero ganó el juicio.

Ese año conoció a Esteban Loaiza, exbeisbolista de las Grandes Ligas y tercer marido en línea. Parecía que el “pelotero” era la horma de su zapato pero pasó lo impensable. En las revistas de chismes corrió el rumor de que él y la Chiquis tenían un romance.

La joven declaró al diario El Universal que su madre dejó de hablarle y que tampoco la acompañaba a los conciertos, pero desmintió los bulos. “¿Cuándo yo hice algo para que la gente piense algo así de mí? ¿Qué hice tan malo en mi vida para que una persona piense esto de mí?”

Otras versiones faranduleras señalaron que Esteban sostuvo una aventura con Bella Chanel, una masajista que lo atendió por una lesión en el hombro. Una amiga de Chanel aseguró que el deportista fue obligado a casarse, en el 2010, y que le apodaban El burro , por razones obvias. Tampoco faltaron las versiones que apuntaban que él tenía gustos “más amplios”, en alusión a su supuesta homosexualidad. Pero la misma Jenni lo rechazó tajantemente.

En todo caso, el matrimonio duró dos años y Jenni pidió el divorcio por diferencias irreconciliables. Ella le confesó a TV y Novelas: “Ya no estaba feliz y tenía muchas dudas dentro de mí, y mucho coraje, tristeza. Le pedí que saliera de mi casa, que me dejara sola”.

Antes de la separación, en el 2011, su hijo Ángelo Marín fue condenado a tres años de libertad condicional y a portar por 90 días un brazalete electrónico, acusado de estupro.

Y si eso no bastó, los médicos le diagnosticaron a Jenni un tumor benigno en el seno izquierdo, y se lo extirpó antes de que derivara en cáncer de mama.

La Diva de la Banda vendió 22 millones de discos, ganó multitud de premios y luchó contra la adversidad casi desde que nació en Long Beach, en 1969.

El descanso final llegaría de improviso. Más de 15.000 personas, en la Arena Monterrey, la vieron viva por última vez el sábado 8 de diciembre. Ella y su equipo de trabajo abordaron un avión hacia el centro del país, pero nunca llegaron.

Guerrera de la vida, murió como muere una dama, con tequila, cerveza y parranda; recordando su sonrisa y su forma de llorar. 1