Isla reúne los placeres de Francia

El restaurante L'ile de France se trasladó a Escazú, donde ofrece un extracto de la mejor gastronomía francesa. El lugar mezcla un diseño contemporáneo con detalles de un bistró clásico

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El placer de la cocina francesa, con sus sabores y toda su histórica tradición, se encuentran en el país en un solo lugar: L'ile de France (Isla de Francia), restaurante fundado en 1978 y que ahora se trasladó a Escazú.

Con varias recomendaciones acerca de la buena cuchara del chef Jean Claude Fromont, el mismo desde la apertura del restaurante, decidimos ir y dejarnos sorprender.

Al llegar fuimos ubicados en una mesa de dos puestos, de un lado una silla tapizada en cuero, del otro lado una butaca, que era común para las tres mesas al lado de la nuestra.

Debidamente instalados, fue imposible dejar pasar el uso de múltiples lámparas en todo el cielo raso. Igualmente llamativo fue un cuadro de gran formato, construido con piedra ónix e iluminado desde su parte trasera.

Pero ¡a comer!, que a eso fuimos; para comenzar tuvimos que elegir entre 11 entradas o tres sopas, difícil tarea. Al final, y luego de una reflexión, nos inclinamos por jamón de parma (¢6.504 + impuestos), además de unos mejillones acompañados de papas a la francesa (¢7.235 + impuestos).

Los mejillones nos sorprendieron positivamente, primero por su abundancia y seguido por esa combinación con las papas francesas.

Mientras que el jamón de parma, que estaba acompañado de queso parmesano, albahaca y aceite de oliva, nos pareció una combinación llena de sabor, pese a su sencillez.

Difícil selección. Decidir el plato fuerte no fue menos complejo que las entradas, el restaurante ofrece cerca de 20 opciones entre platillos preparados con pollo, pato, conejo, carne de res, pescado y camarones. Al final, con un poco de ayuda del camarero, nos dejamos tentar por los sabores del mar.

Lo primero fue camarones al limón (¢14.837 + impuestos), seguido de un fricassé de salmón (¢13.658 + impuestos).

El fricassé nos ofreció una mezcla de trozos de salmón y camarones, acompañados de una salsa cuyo sabor no se olvida.

Por su parte, los camarones al limón, servidos con verduras en julianas, nos ofrecieron una opción donde el limón predominaba, y por mucho, en la boca.

Luego llegó uno de los mejores momentos para muchos: el postre. Una crepa suzette (¢4.471 + impuestos) y un souffle de Cointreau (¢4.471 + impuestos).

La crepa sencillamente deliciosa, con su ralladura de naranja y la salsa que la acompañaba, mientras que el souffle, acompañado de salsa de chocolate, dejó recuerdos inolvidablemente buenos.

La atención del personal es muy acogedora, servicial y oportuna. Lo único que habríamos valorado es que no se nos dé como única opción agua embotellada para beber; hay quienes no tenemos problema con beber del grifo y, de paso, restarle unos ¢5.000 a la cuenta.

Salimos del lugar satisfechos y, hasta en el último momento, con una excelente atención del personal... muchos lugares podrían seguir el ejemplo de ellos.