Imágenes e ideas

Edgar Ulloa Molina

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proludens@gmail.com

El Renacimiento en la historia del arte y del pensamiento , de Edgar Ulloa Molina, pone en plural este viejo título escrito en singular: Imagen e idea , de Herbert Read.

Ya desde el prólogo se establecen las intenciones centrales del texto: conciliar el objeto de arte en su historia particular, con las ideas que lo nutren a partir de los paradigmas del pensamiento de su tiempo.

El claro propósito es mostrar que esas creaciones no son simples ocurrencias, inspiraciones, majaderías de musas indiscretas ni casualidades, sino complejas síntesis del pensamiento acumulado hasta ese momento; de ahí su empeño para abrirse a nuevos propósitos: eterna bidireccionalidad de la cultura.

El libro consta de dos capítulos interrelacionados. El primero se centra en los postulados que la antiguedad clásica legó al Renacimiento; el segundo se refiere a la precisión de un historiador geómetra que se enfrenta con la perspectiva desde la particular preocupación por su ejecución.

Este es un “libro en perspectiva” que, desde las ideas por acumulación de antecedentes, presenta su síntesis en cada página como pantalla tipográfica, capaz de revelarnos así –en esa letrada imagen que ante nosotros despliega– la superficie en la que la imprenta sabe hacerse puro paisaje o bodegón de pensamientos.

Minuciosamente, el autor recoge y somete a análisis las afirmaciones de otros, establece relaciones y, paulatinamente, construye un encaje silogístico de conclusiones con el que nos convence de la certeza de las afirmaciones.

Las citas latinas y las griegas no añaden sustancia a un libro sin que el autor se preocupe por sopesarlas; al contrario, sus reflexiones han sido conducidas a buen recaudo: aquí se nos certifica con propiedad una propuesta epistemológica que en un sabio refrán mexicano exclama: “Si digo que la yegua es negra, es porque tengo sus pelos en mi mano”.

Hoy sabemos que la invención de la perspectiva fue posible por la aparición del espíritu individualista característico del surgimiento del burgo o de la ciudad-Estado: consecuencia de la disolución del feudalismo europeo.

A su vez, debemos la perspectiva a la introducción, por los árabes, del concepto del cero y del infinito; aplicados al teorema de las rectas paralelas de Euclides, cambiaron radicalmente su comprensión.

Hasta entonces, el postulado clásico “Dos paralelas no se cortan jamás” había hecho imposible la representación de su conjunción.

Sin embargo, en el Renacimiento se pasó a afirmar categóricamente: “Dos rectas paralelas sí se cortan... en el infinito”. Así, las rectas que se cruzaban en un punto (“el de fuga al infinito”) pasaron a definir la “línea de horizonte” como lugar común de todos los posibles infinitos en los que las paralelas podrían ahora representarse cortándose en el plano pictórico.

Los análisis de los procedimientos iniciales del trazo de León Battista Alberti y de los usos del arquitecto Filippo Brunelleschi como recuento de imágenes, certifican la posición del autor y la respaldan.

La perspectiva fue la gran excusa que permitió que el lenguaje tridimensional de la arquitectura pareciese ser el mismo que el bidimensional de la pintura. El pintor podría ya hacer evidente lo que sucedía en el mundo.

Así, el pintor nos atrapó y nos exigió que viésemos ese mundo desde un lugar preciso.

Martín Lutero vislumbró tales nacientes inclinaciones e inauguró nuestra transformación en vehementes individualistas visionarios y dueños del mundo que nos rodea... con sus actuales resultados.

Este libro es una indagación meticulosa de un compromiso académico de quien desea saber, y por esto enseña también a saber. Resumir los planteamientos del autor sería un esfuerzo por desdibujar los contornos de lo que él expone con precisión.

Puede sostenerse aquí que estamos ante “un libro que, por articulado en estos menesteres, no es resumible”: la sentencia exagerada con la que Edgar se refiere a Erwin Panofsky cuando lo llama “monumental historiador del arte”.

Si me he atrevido a afirmar lo aquí expuesto, es porque “manu mea pilus tuos habet” (mi mano tiene tus pelos).