¡Hola, Susi!

Es urgente salirle al paso a Hawking para rescatar a la ciencia de su peligrosa penetración

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Estimado lector, le advierto de una vez que no estoy saludando a su novia, tampoco alguna familiar, amiga o conocida suya de nombre Susi. Me dirijo a un reciente acontecimiento científico – mejor dicho, tecnológico – que es de gran trascendencia, según los físicos que lo anunciaron; y, por haber ocurrido en el campo de la “supersimetría”, lo designaron así, tomando la primera sílaba de cada término, como abreviatura.

Por mi parte, entre broma y serio, doy a la palabra el sentido o significado de hipóstasis que tiene en inglés (“hypostasis”). Entonces, ¿cómo es Susi y a qué viene este saludo? Pido su paciencia, porque la explicación requerirá que este artículo sea un poco más largo de lo usual; y debo aclarar que se deriva parcialmente de la revista The Economist (17/12/ 11).

“Supersimetría” se refiere a una especie de homogenización conceptual y teórica entre lo infinitamente pequeño (partículas) y lo infinitamente grande (astros), que los físicos conocen como unificación de la ciencia. Esta envolvería, eventualmente, un conjunto de principios y razonamientos que valdrían para los dos ámbitos; y su búsqueda en dicha disciplina ha tenido un celo comparado con la del Santo Grial en la tradición cristiana. Ese ideal persiste desde antes de Newton, pasando por Einstein y otros, hasta nuestros tiempos, con Stephen Hawking, el más conocido de todos.

Dudas sobre Hawking. En 2010, me atreví a escribir varios artículos antes de octubre, planteando dudas sobre los méritos de Hawking para el Premio Nobel en Física (alrededor de siete, distribuidos entre Semanario Universidad y La Nación). Como economista y científico social, carezco de conocimientos formales en esa materia, siendo un simple aficionado que me interesé vivamente en ella, por desafío del físico-cosmólogo Carl Sagan, a las personas medianamente cultas y académicos en especial.

Al respecto, diversos especialistas costarricenses y del exterior me dieron seguridades que Hawking no recibiría ese reconocimiento; y, efectivamente, así resultó. Pero he insistido en que mis preocupaciones van más allá: Hawking es el físico y cosmólogo más famoso de nuestros tiempos; él y otros que piensan como él han llegado a dominar la “opinión pública” mundial sobre esa materia.

No obstante y por infortunio, su poderosa imaginación, su ingenioso pensamiento y sus vastas investigaciones contienen ciertos sesgos y errores sumamente graves. Con todo ello, aún sin el Premio Nobel, él y quienes piensan como él ya ejercen una influencia enorme; y, si llegara, algún día, a obtener ese reconocimiento, su autoridad se consolidaría multiplicadamente.

De allí que, para no pocos filósofos, científicos y pensadores, a los cuales me sumo con modestia, es necesario y urgente salirle al paso para rescatar la ciencia, en su conjunto, de su peligrosa penetración. Afortunadamente, el extremismo de su último libro –compartido con Leonard Mlodinow– despertó un verdadero clamor y polarización en los centros académicos, estimulando la revisión y crítica de sus ideas. Tanto, que se vio obligado a aclarar algunas ambiguedades y reconocer ciertos componentes ideológicos de su teoría; pero aún está lejos de aceptar otros aspectos erróneos fundamentales.

Doy un saludo a SUSI en este artículo, porque ha propinado un importante golpe investigativo a la corriente, encabezada por Hawking, que sustenta el statu quo de la ciencia. Al poner en duda la creencia de que no hay objetos con velocidad superior a la luz, podría ser quebrada la espalda de esas especulaciones. Y esto obligaría a buscar más allá del horizonte que sus defensores consideran “nada”, sobre lo cual, irónicamente, han tratado de levantar una verdadera muralla en los últimos treinta y tantos años, para contener –mejor dicho, aprisionar– la imaginación, el pensamiento y la investigación académica, con base en la tautología, la tecnología y las preferencias de una minoría, que decide las prioridades de la ciencia.

En esa apertura debemos participar todos, “científicos, filósofos y la gente ordinaria”, como proponía el mismo Hawking en sus mejores momentos ( Breve historia del tiempo , 1988, capítulo 10), antes de sucumbir a ciertas contradicciones, ambiguedades y soluciones arbitrarias que rayan en totalitarismo y “pensamiento único” ( El gran diseño , 2010, Capítulo 8). Pero la física, como tal, y la mayoría de los físicos, cada uno en sí, no parecen estar dispuestos a esa tarea. Se necesita una reflexión “de fuera”, por decirlo así, desde las perspectivas de ciencia social y consciencia humana, que SUSI augura.

Y, a propósito de todo ello, me pregunto: ¿Qué pasa en Costa Rica? ¿Qué ocurre en las universidades, la Academia de Ciencias y los gremios? ¿Estaré desinformado, como la gran mayoría de costarricenses, sobre los debates y contribuciones que ocurrirían sobre la materia en esas organizaciones? Quiera Dios que sea así, porque ellos propiciarían una participación inteligente de la gran mayoría de “gente ordinaria”. O ¿estaremos condenados a una ciencia elitista y una tecnología comercial monopolizada, como casi todo lo demás, en esta democracia tropical?