Hijos (famosos) de YouTube

Sus videos son un fenómeno en Internet; por eso Proa habló con tres artistas virtuales del cono sur.

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Un entusiasta locutor masculino presenta lo que está a punto de venir: “¡Para el norte, centro, sur y oriente peruano, aquí está el trabajo musical... la nueva propuesta, con la voz de la pequeña Wendy!”. Repentinamente, un arpa digitalizada se fusiona con unas maracas en ritmo cumbianchero, mientras de fondo se observan los parajes andinos de la comunidad de Huaycahuacho.

Aquello es solo el preámbulo de este video de YouTube. Lo próximo en pantalla es una niña morena, de pelo oscuro y lacio, que canta con voz pituda y sin piedad: “Cerveza, cerveza, quiero tomar cerveza...”.

Aunque parezca un chiste, no lo es; este más bien es uno de los distintos éxitos que la peruana Wendy Sulca ha pegado en este portal de videos que aguanta lo que le pongan.

Para entender que Wendy no está sola, basta con observar las recomendaciones que hace esta página de Internet. Primero propone la canción La tetita, de la misma artista, y una versión suya de Bad Romance, de Lady Gaga. Más abajo aparece una pieza titulada Un nuevo amanecer. Piénselo dos veces antes de darle clic; lo que está por ver no es fácil de borrar del casete: una señora con traje felino se contonea sin cesar junto a un grupo de bailarinas, mientras el teclado receta una tonada que amenaza con pegársele al oído.

Los dos personajes anteriormente mencionados pertenecen al mismo fenómeno: los artistas del llamado “tecno-folclor-andino”, que se han ganado una considerable fama gracias a YouTube. Su género quizá no tiene un nombre tan sacado de la manga si se resumen los elementos que lo convierten en una increíble propuesta (de verdad, resulta increíble.) La oferta de este estilo incluye letras nunca antes escuchadas, cantos –digamos amablemente– “particulares”, y una producción audiovisual bastante rústica, más aun para cuando estamos hablando de éxitos cibernéticos.

Cuando enumeramos a estos exponentes, no podemos omitir al último cumiche de la terna: Delfín Quishpe, quien se declara “el primer embajador del género tecno folclor”.

En este caso, nos referimos a un ecuatoriano que se dio a conocer por su tema Las torres gemelas, que llegó al tubo en el 2006. En la canción, el suramericano rememora los ataques al World Trade Center y se lamenta con un grito que se convirtió en su sello: “¡No puede ser, noooooo!”.

Este video ya supera los 7 millones de visitas; La tetita, de Sulca sobrepasa los 6 millones, y Un nuevo amanecer, de La Tigresa, se acerca a los 5 millones y medio de visitas desde que se subió por segunda vez en el 2009. El anterior alcanzó los 10 millones

La cantidad de veces que le han dado clic al video de Delfín sobrepasa las vistas de varios clips de artistas latinoamericanos como A quien quiero mentirle, de Marc Anthony, Historia de Taxi, de Ricardo Arjona, o Te voy a perder, uno de los tantos del mexicano Alejandro Fernández.

¿Es que acaso Quishpe es más popular que estos otros señores? Él asegura que los números hablan por sí solos y que son sus fans los que respaldan esa idea. Así lo confesó el ecuatoriano de 33 años de edad, cuando la revista Proa lo llamó por teléfono, luego de hablar con Wendy Sulca y La Tigresa del Oriente.

El cantante de bingos

Delfín Quishpe es su nombre de pila, pero le ha servido también para bautizar su baile “el pasito del delfín”.

A los 10 años ya cantaba y bailaba, cuenta este indígena quechua, oriundo de Guamote, Ecuador. Fue hasta finales de la década pasada que, de alguna forma, su trabajo dio frutos.

Las torres gemelas lo “catapultó” a un mundillo donde es considerado una estrella. Es por eso que, sin pensarlo dos veces, asegura: “El éxito mundial me llegará en el 2015. Ese año todo el mundo va a escuchar a Delfín”.

Actualmente la música y el espectáculo le dan de comer, por lo que se dedica a eso todos los días de la semana. Gracias a su éxito en YouTube, ha viajado tres veces a cantar a Estados Unidos, un país con el que soñaba desde hace muchos años y que nunca había visitado cuando escribió el lastimero tema de las Torres.

Además de las giras por el extranjero, canta varias veces a la semana en un “bingo bailable”, cuando no se la pasa componiendo o visitando a medios faranduleros de comunicación.

“Yo soy una persona pública, indudablemente, me reconocen en cualquier parte. He llegado a todo el público sin importar razas ni religiones. Recibo muchísimos mensajes de países como México, España, Francia, Canadá, Chile, Argentina y otros”, acepta.

Es famoso, claro está, mas las críticas también le han llovido, especialmente por sus falencias musicales. Delfín se defiende arguyendo que quienes lo atacan no lo comprenden ni se detienen a analizar sus letras: “Hay quienes escriben malos comentarios pero es gente que no tiene la ideología de uno. Además, musicalmente, yo tengo libre expresión”.

Las réplicas de su traje blanco algún día estarán a la venta, cuenta este hombre tras confesar que él mismo lo diseñó. Entre sus planes más cercanos está la grabación del tema ¿Qué pasará en este mundo?, que –según él– lo llevará varios escalones más arriba en la fama.

Rugidos de maquillista

Cambiamos de casete. Ahora quien responde esta llamada es Judith Bustos, más conocida por el mismo nombre que lleva su salón: La tigresa del Oriente. Encima lleva 66 años de edad y un ajustado traje felpudo con pintas negras, que emulan un jaguar.

Cuando se encarama su disfraz de artista, sus manos se cubren por unas garras de peluche que ella misma fabricó y que ahora se venden como pan caliente en los mercados de su natal Perú. Algunos, tiemblan de miedo ante esa imagen; a otros les encanta.

La historia sobre cómo doña Judith llegó a YouTube a una edad avanzada, comienza cuando un amigo productor escuchó una de sus piezas y le grabó el video casero de Un nuevo amanecer, que –supuestamente– nunca pretendía salir a la luz.

“Cuando comencé a hacer música, lo hacía por hobby, no porque quisiera ser famosa; aunque ese sí era mi sueño. Soy estilista y maquillista de profesión, trabajé en un canal de televisión viendo de cerca el espectáculo pero nunca en él... hasta hace poco”.

Ya han pasado nueve años desde que la vida de La Tigresa dio un giro brusco. “De la noche a la mañana me hice famosa”, afirma; y tiene razón. Su video se convirtió en un fenómeno viral y la señora se ganó el apodo de “la reina de YouTube”, aunque aquello no era exactamente por su talento.

A la velocidad de la gacela, el tubo se llenó de videos que parodiaban Un nuevo amanecer y los comentarios en el clip original se lo nutrían con carcajadas. Aunque La Tigresa está consciente de que hay quienes no respetan su trabajo, no se desmotiva en seguir haciendo lo suyo.

“No espero que mi música le guste a todo el mundo, pero sí sé que mis seguidores son muchísimos. País donde me presente, país en el que se agotan las entradas antes de que yo llegue. Mi público principal es infantil y adolescente. Siempre me dicen ‘te amamos Tigresa’ y se jalan el pelo vueltos locos, me jalan la ropa o me tocan las garras.

“Sigo haciendo música para demostrar que no hay que tener entre 15 y 20 años para ser una mujer exitosa. Hay chicas que me llaman diciéndome que me tienen envidia; se frustran porque a los 19 años dicen que no han hecho nada y están sorprendidas de lo que yo he hecho”.

Bustos asegura que, aunque la paren en la calle a pedirle fotos y autógrafos, sigue siendo la misma Judith de siempre.

Ahora, sin embargo, su trajín diario en el salón se adereza con presentaciones constantes en medios de prensa rosa y en conciertos a los que la llamen.

Su último proyecto la llevó hace pocos meses a montarse en un crucero hasta Tierra Santa. Gracias a esta oportunidad, pudo cumplir su sueño de conocer Israel, el país al que le había cantado varios halagos en la pieza En tus tierras bailaré, del 2010.

Aquel tema fue apodado el “We are the World de YouTube”, en palabras del artista puertorriqueño Residente, de Calle 13.

La niña de mamá

La canción sobre Israel la produjo un argentino que, con buen tino comercial, puso en la misma palestra a La Tigresa, a Delfín y a Wendy Sulca, sobre quien aún nos falta hablar.

En sus primeros días, aquella niña era conocida como “la pequeña Wendy”. Sin embargo, el tiempo ha pasado y el adjetivo ya no le calza tan bien. Ella ya no es aquella pequeñuela de 8 años de edad que le cantaba a la cerveza y al consumo de leche materna, en el tema La tetita.

En abril pasado, la peruana cumplió 15 años y los celebró a lo grande. Más de 10.000 coterráneos asistieron a la fiesta, de convocatoria abierta. La actividad contó con la presencia masiva de medios de prensa y además se transmitió en Internet (la segunda casa de Wendy).

La primera vez que Proa trató de localizar a la menor, su mamá informó que se encontraba en el colegio. Así es; a pesar de su considerable éxito en un sector popular, la joven no abandona las aulas. “En mi colegio me apoyan mucho, me permiten faltar cuando tengo conciertos o actividades importantes, me mueven las fechas de los exámenes y los compañeros me prestan los cuadernos para que recupere la materia”, dice.

Con el ánimo de crecer en la escena, se metió a clases de inglés y a lecciones de canto. “Es que sé que tengo que mejorar el aspecto musical. Además, yo ya no llego a las notas altas tan fácilmente como cuando era niña”.

En su memoria guarda el día que grabó su primer clip: el de La tetita, y asegura no avergonzarse de nada de lo que hizo como debutante. “Yo tomé leche materna hasta los cuatro años, mi mamá se inspiró en eso para escribir la canción. Es como un homenaje. Ella me escribe las canciones basándose en lo que nos sucede en la familia”.

Con temas cotidianos, a veces difíciles de comprender, Wendy se ha hecho camino desde YouTube, que le abrió la puerta a la fama internacional.

Con la intención de seguir presente en la cultura popular, ella solo atina a decir: “Quiero marcar historia”.

Para bien o para mal, tal vez estos tres artistas del “tecno-folclor-andino” ya hicieron historia. Hasta dónde seguirán escribiéndola es punto y aparte. Mientras tanto Wendy Sulca canta: “Manos hacia arriba, manos hacia abajo, sigamos bailando...”.