Hijos  de Adam

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El subconsciente tiene una gran vida interior. El subsconsciente es la antimateria de la conciencia y es como un director espiritual que se interesa solamente en nuestros malos pensamientos. Cuesta admitirlo, mas, por lo general, lo único interesante de nosotros son nuestros malos pensamientos.

“Piensa mal y acertarás” es el lema del subconsciente, consejo que nos sirve en todo, menos en los exámenes de matemáticas.

El subconsciente siempre nos acompaña y es como la sombra que proyecta la celebrada luz de la conciencia. Todos somos así, excepto el doctor Jekyll, que tenía el subconsciente en otra parte: lo llevaba el señor Hyde, según nos cuenta una novela de Robert Louis Stevenson.

Jorge Luis Borges solía protestar contra las versiones de cine de aquel libro pues, en la verdad de la ficción, solo al terminarse la novela se sabe que Jekyll y Hyde son un mismo y angustiado londinense.

En su ensayo Tretas de la memoria , el escritor Gilbert Keith Chesterton se complace en censurar a quienes postulan la tesis del “yo dividido”: “Son pedanterías patológicas acerca de la doble personalidad”, ironiza Chesterton.

El horrendo Hyde concentra la destilación del mal como en la definición escolástica del Averno: “El mal sin mezcla de bien alguno”.

En cambio, con razón, para el católico Chesterton, el doctor Jekyll es un hombre bueno, pero sujeto a la caída en el pecado; y este peligro, esta condición de hoja volátil en la tormenta de las tentaciones, lo hace en verdad hombre pues lo deja a solas con su responsabilidad de elegir entre el bien y el mal.

El mal ya está bastante documentado en la teología y en la filosofía, pero lo está menos su contrario: ¿de dónde viene la tentación del bien, del amor al prójimo?

El filósofo escocés Adam Smith señaló el camino de la solidaridad natural : “El sentir mucho por los demás, el frenar nuestro egoísmo, es la perfección de la naturaleza humana” ( Teoría de los sentimientos morales , I). El mismo economista que –según una declamada calumnia– predicó el egoísmo, enseñó a actuar ante “la emoción que sentimos por la miseria de los demás”.

Curiosamente –o no tanto–, la profunda humanidad de Adam Smith ante sus prójimos se confirma con los avances de la ciencia.

En Francia, en el 2001, se halló la mandíbula de un preneandertal falta de dientes, pero su dueño sobrevivió alimentado por el amor del prójimo hace 200.000 años. El primatólogo Frans de Waal afirma que la empatía comenzó antes que el Homo sapiens pues existe en muchos mamíferos de hoy ( El instinto de la compasión , II). A veces, los filósofos se anticipan a la ciencia, como Adam Smith, quien nos supo mejores que lo que nos creíamos.