Hablando de política

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

La he dado vueltas a la idea de que el pueblo elija directamente a los diputados, con el propósito de garantizar que sean personas inteligentes, conscientes de las necesidades del país y con una clara visión de lo que debe resolverse en el Congreso, para avanzar en la construcción del proyecto país.

Después de reflexionar con mis lentes –yo fui diputada directamente electa por el pueblo en una situación coyuntural no repetida– los retos que debe confrontar el Congreso para paliar el problema fiscal, la carencia de infraestructura productiva, o los abusos en que incurre la burocracia con la utilización de los recursos públicos, he llegado a la conclusión de que no es preciso que el pueblo elija directamente a sus diputados para lograr una mayor gobernabilidad. Por más idóneos que sean los diputados y excelentes sus proyectos, si no logran los consensos para aprobarlos, no aportarán mayor gobernabilidad al país.

Creo que lo que se requiere es que cada partido político –me refiero a las Asambleas Nacionales y sus candidatos– presente al pueblo una visión de país y una clara agenda estratégica de desarrollo, que será su bandera política y su carta de presentación durante la campaña. De esta manera, cada partido será reconocido por esta visión estratégica, y tanto su candidato a la Presidencia de la República, cuanto los miembros de la asamblea nacional que integrarán su lista de candidatos a diputados, a acaldes y regidores, coincidirían en la agenda y tendrán claros los proyectos legislativos y de otra índole, necesarios para cumplirla. El pueblo contaría entonces con el parámetro para tomar la decisión sobre el partido que apoyará, y tendría la seguridad de que todos los integrantes del partido caminarán por el mismo sendero. También tendría un medio para solicitar acciones y medir resultados.

Irremediablemente, en el seno de la Asamblea Legislativa habrá disensos, porque, habiendo tan distintas posiciones sobre el desarrollo del país, no habrá coincidencia más que en algunos proyectos coyunturales.

Por ejemplo, es difícil conciliar las posiciones sobre el agua del grupo Libertario, con las posiciones que al respecto sostienen los que apoyan la legislación para regular su uso y garantizar la universalidad y sostenibilidad del recurso. Pero sí tendríamos claro que cada fracción legislativa sería unívoca respecto a los temas esenciales establecidos en su agenda legislativa que apoyará su agenda estratégica nacional.

No creo que se requiera una reforma legal para obligar a los partidos políticos a presentar su agenda estratégica de desarrollo y su agenda legislativa de apoyo. Creo que el Tribunal Supremo de Elecciones podría hacerlo. O, en su defecto, nosotros, los votantes, podríamos solicitar a cada partido político que reforme sus estatutos para establecer como obligatoria la presentación de la agenda estratégica que implementará su proyecto país.

Siempre habrá intereses personales y protagonismos caudillistas en el seno de las asambleas plenarias. Pero esto será asunto interno de cada partido político.

No estoy dejando por fuera el sagrado derecho del pueblo a elegir a sus representantes; lo que estoy sugiriendo es dejar los nombramientos de los diputados, alcaldes y regidores como están, pero estableciendo un compromiso ineludible e irrenunciable del partido y sus candidatos con su carta ideológica y su agenda estratégica. De esta manera, el presidente tendrá siempre el apoyo unívoco de su fracción y de su partido, y estos, el apoyo del presidente para avanzar, buscar consensos y llevar a cabo negociaciones para el bien del pueblo que los eligió.