Gran observador, gran pintor

Armonía secreta El arte de Leonardo Da Vinci se vincula a agudas reflexiones matemáticas y filosóficas

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Una anécdota cuenta cómo Leonardo Da Vinci (1452-1519) pintó un animal fantástico en su juventud con el fin de que asustara a quien lo tuviera enfrente. “Con este objetivo, Leonardo llevó a una sala suya, en la que solo entraba él, lagartijas, lagartos, grillos, serpientes, mariposas, langostas, lechuzas y otras especies extrañas de animales semejantes: de esta multitud adecua-damente combinada, extrajo un animalote muy horrible y espantoso [']. Aunque sufrió haciéndolo porque la sala estaba llena de las emanaciones de los animales muertos, Leonardo ni siquiera lo notó debido al gran amor que tenía por el arte”.

No sabemos cuál porcentaje de veracidad tiene esta aparatosa historia que cuenta Giorgio Vasari en las Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos (1550), pero es oportuna para introducirnos en el pensamiento y en la forma de trabajar del artista.

Observar y comprender. La pintura que Vasari menciona quizá nunca haya existido, pero no es gratuita la alusión a la observación y al estudio de la naturaleza que encontramos en ella. Leonardo otorgaba gran valor a la observación como fuente de toda creación. Sus escritos, sus dibujos y sus pinturas evidencian que el estudio constante de la naturaleza era esencial dentro de su teoría artística.

Treinta años después de su muerte, nadie ponía aquello en cuestión, mucho menos Vasari, el historiador del arte que colocó al artista en el panteón del Alto Renacimiento al lado de Rafael Sanzio y del “Divino” Miguel Ángel Buonarroti. Para Leonardo, la pintura era una actividad sublime, merecedora de ser parte de las artes liberales, en lugar de pertenecer a las artes mecánicas, a las que se la había relegado desde la Antiguedad.

El motivo de esa estimación residía en su creencia en que la actividad artística –especialmente la pictórica– era una vía confiable para comprender el mundo, cual si fuese una ciencia más.

Así, mediante la experimentación de la naturaleza –entendida como la obtención de conocimiento a través de los sentidos– y el estudio de sus particularidades y de sus generalidades, el artista podía tener acceso a “la verdad” y, además, tenía las herramientas técnicas artesanales para representarla.

Los códices. Esas ideas se relacionan con la filosofía naturalista (tradición basada en el pensamiento aristotélico). Podemos conocerlas gracias a los manuscritos de Leonardo, de los cuales se conservan unas 6.000 páginas.

En ellos aparecen afirmaciones como esta: “Quien condena la pintura condena la naturaleza puesto que las obras del pintor representan las obras de la naturaleza”.

En otro pasaje, el artista se refiere a Masaccio, pintor que había creado obras sobresalientes gracias al uso adecuado de la perspectiva: “Mediante obras perfectas, mostró cómo aquellos que apelan a cualquier cosa que no sea la naturaleza –maestra de maestros– trabajan en vano”.

Muchas páginas de los códices revelan cómo los intereses de Da Vinci trascendían las técnicas pictóricas. En aquellas se descubre al ingeniero de todo tipo de artilugios. Quizá planeaba utilizar ciertos aparatos para entretener a sus patronos en los ostentosos espectáculos que organizaba en calidad de “maestro de efectos visuales”; a la vez, diseñaba máquinas de guerra, tan nefastas como ingeniosas.

No hay pruebas de que Leonardo haya construido alguno de los dispositivos que dibujó en sus cuadernos. La mayoría de los dibujos son meros esbozos; algunos parecen ideas efímeras que se dejaban insinuadas quizá en espera de retomarse en algún momento que nunca se dio.

Otros dibujos son estudios de máquinas ya existentes (algunas, similares a diseños de Arquímedes); otros dibujos fueron más elaborados y tal vez sí se concretaron; pero, en realidad, lo que debe interesarnos es el hecho de que tales estudios nos permiten comprender que, cuando Leonardo se refería a la experimentación, no aludía solamente a la observación de las formas, los colores y las texturas superficiales de las cosas.

Otra de sus principales metas era dilucidar las estructuras y las causas subyacentes a todo lo que existe en el universo. Claro está, para eso no bastaba la mera observación. Comprender cómo funcionan las cosas implica razonamiento lógico, ingenio y creatividad: todo, puesto en práctica en sus dibujos.

Microcosmos, macrocosmos. Para Leonardo Da Vinci, todo estaba interrelacionado. Por esto no podemos separar su labor artística de sus otros intereses. Leamos esta afirmación: “La ciencia instrumental o de las máquinas es nobilísima y útil más que todas las otras; por su mediación, todos los cuerpos animados, capaces de movimiento, realizan sus operaciones. Esos movimientos nacen del centro de gravedad colocado entre pesos desiguales, y estos cuerpos poseen pobreza o riqueza de músculos y palancas y contrapalancas”.

Pensemos en sus escritos y dibujos que se relacionan con esa cita, y veamos otra: “Para exponer la verdadera ciencia del movimiento de los pájaros en el aire, hay que empezar por exponer la ciencia de los vientos, la cual se demuestra mediante el estudio de los movimientos del agua”.

En las notas de Leonardo, todo se suma en un tejido unificador. La trama y la urdimbre se constituyen en la idea de que el cuerpo humano es un microcosmos diseñado por el mismo Dios que creó el macrocosmos. La prueba que el artista creyó encontrar gracias a su “experiencia” del mundo es que la estructura de todo lo existente son las matemáticas –y específicamente la geometría, una de las artes liberales–.

Arte. Estas ideas del artista podrían vincularse con el pensamiento neoplatónico, la otra gran corriente filosófica del Renacimiento. Leonardo quizá haya buscado la manera de entrelazarlas con su teoría artística: si un Demiurgo-arquitecto diseñó el mundo a partir de la geometría, entonces el ser humano debía diseñar sus creaciones con la misma armonía numérica.

Por esa razón le eran importantes la perspectiva lineal, el estudio geométrico del comportamiento de las luces y las sombras, y también el estudio anatómico. Sin embargo, en su obra no vemos un resultado rígido. El ambiente y los personajes de sus representaciones suelen parecer cargados de vitalidad. Esta es una de las causas del valor que se ha dado a la pintura de Da Vinci en la historia del arte.

Leonardo estaba convencido de que el arte tenía el derecho y el deber de imitar la naturaleza; para lograrlo consideraba imprescindible la observación. Sería ingenuo decir que este interés empezó en el momento en que observaba aquel montón de animales tratando de integrar diferentes partes de cada uno en un ser nuevo digno de pertenecer a un bestiario, pero sí puede afirmarse que la capacidad de observación de Leonardo comenzó a perfeccionarse gracias al estudio de la tradición artística y al conocimiento técnico que le transmitió su maestro Andrea Verrochio en su taller.

La autora es historiadora del arte y curadora de los Museos del Banco Central.