George Miley

Superintendente de Telecomunicaciones

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Dos partos marcaron la vida de George Miley Rojas este 2010: el de su hija Michelle, el 19 de agosto, y el del cartel de la apertura del mercado de telefonía celular en Costa Rica, que vio la luz una docena de días después.

No era extraño encontrárselo en la Clínica Bíblica con su computadora portátil, revisando documentos y haciendo llamadas mientras su esposa y la pequeña de cabello claro dormían.

Miley logró salir adelante con los dos partos. Mientras, con una mirada curiosa, Michelle ya comienza a conocer el mundo en los brazos de su padre, el cartel es analizado por empresas interesadas en empezar a operar en el país para presentar su oferta.

El trasfondo en la apertura celular, que lleva años en trámite en nuestro país, tuvo desde los primeros días de este año complicaciones técnicas y políticas que, si bien en ningún momento lo hicieron peligrar, sí llegaron a los titulares de los periódicos.

“Cada paso que se da es un paso que la gente escucha: salieron los primeros borradores del cartel, las primeras reuniones, los problemas con el Poder Ejecutivo, los problemas con Aresep... ha sido una cuestión contra viendo y marea, pleitos van y pleitos vienen, pero con un mismo norte: tenemos que llegar a que se dé la apertura”, dice Miley.

Pleitos van...

Miley, de 35 años, es presidente de la Superintendencia de Telecomunicaciones (Sutel) desde comienzos del 2009.

Prácticamente a partir del comienzo de su gestión hubo roces con el Instituto Costarricense de Electricidad (ICE), con el Ministerio de Ambiente, Energía y Telecomunicaciones (Minaet) y hasta con su entidad “padre”, la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos (Aresep).

“Me imagino que (cuando nos eligieron) pensaban que íbamos a ser muy calladitos, muy bien portados, muy súbditos, y contrataron a tres personas que somos totalmente lo contrario.

“Los tres somos de ‘ni un paso atrás’, decimos ‘alto’ y se acabó. Tenemos visiones muy claras de lo que queremos hacer”, explica.

Las luchas más fuertes de este año se centraron un poco menos contra el ICE y más contra el viceministerio de Telecomunicaciones (parte del Minaet) y Fernando Herrero, quien fungió como regulador general y cabeza de la Aresep antes de llegar a ser nombrado Ministro de Hacienda por la presidenta Laura Chinchilla.

Desde el punto de vista de Miley, el viceministerio se sobrepasó en sus funciones al pedir revisar las tarifas tope de servicios de telefonía, Internet y mensajería.

“Nos parecía una invasión de competencia”, sigue defendiendo Miley, después de nueve meses del altercado que se ventiló en parte por la prensa y en parte por una serie de correos privados entre altos cargos.

“Les dijimos que podían decir que ayudáramos a los pobres, pero no cómo ni bajo qué lineamientos. ¡Y menos hablar de tarifas!”, señala Miley.

Aunque se programó una reunión para limar asperezas, esta nunca se llevó a cabo.

“Se acordó que el tema quedaba parqueado. De manera verbal quedó ahí y yo tengo entendido que no pasó a más”, añade.

– Y usted, ¿está dispuesto a marcarle la cancha al Minaet si quiere meterse de nuevo en el tema de tarifas?

“Es nuestro deber”, dice.

Con un tono más personal, Miley también tuvo problemas con Fernando Herrero desde el 2009, los cuales se extendieron al 2010.

–Se fue don Fernando Herrero de la Aresep y parece que los problemas se acabaron. ¿Es así?

“Es así. Hubo mucha tensión, mucha pugna, mucho conflicto de visión de qué debía ser la Sutel”, explicó sin indirectas.

Miley puso como ejemplo de cómo esos roces afectaban a la Sutel explicando que en setiembre del 2009 hizo una solicitud de unas 30 plazas y en mayo del 2010 la Aresep le había aprobado solo seis, lo justo para no colapsar.

El futuro se acerca

Este ingeniero civil con estudios de administración no tiene filiaciones políticas conocidas, algo que no sabe si lo ha perjudicado más de lo que lo puede haber beneficiado.

“Mi nivel de ignorancia política sigue siendo altísimo”, comenta y, muy posiblemente por eso, trata de dejar todas las discusiones en el plano técnico.

Para Miley, las políticas públicas son algo “etéreo”, algo “esotérico” que no termina de comprender.

Miley conoce bien sus fortalezas y tiene claro que lo técnico es lo suyo y que lo maneja con gran propiedad pues trabajó a muy alto nivel en Orange, una importante transnacional de las telecomunicaciones.

Su conocimiento técnico y su capacidad de negociación en el mundo de los negocios lo llevaron a escalar posiciones rápidamente dentro de Orange: en dos años, pasó de encargado de una base de datos a lidiar con el 70% del contrato más importante de esta empresa en el 2008, un negocio que valía $7.000 millones.

–¿No extraña ese mundo de los grandes negocios?

(Da un suspiro corto). Hay días que sí, hay días que no”.

Lo que definitivamente no extraña es estar cruzando el Atlántico a cada momento para pasar una semana en Atlanta (donde tenía su residencia) y otra en Suiza, como acostumbraba.

El trabajo era tal que, como pasó con Michelle, el nacimiento de su primogénito –Georgie– no fue suficiente excusa para dejar el trabajo de lado por más de 24 horas y dedicarse a su familia.

“Me estoy desgastando y haciendo millones para esta gente, ¿y a mí qué me queda, no económicamente, sino con mi familia?”, meditó Miley antes de balancear otras opciones, entre las cuales apareció la Sutel.

–¿ Y no se arrepiente de este cambio?

“(Da un suspiro más largo y profundo que el anterior) Arrepentido, no. Arrepentirse es sentir que uno tomó una decisión equivocada.

“Yo creo que sí me he replanteado por qué tomé esa decisión, qué buscaba y qué he logrado”.

Acostumbrado a que sus decisiones y omisiones quedaran en la esfera privada, Miley ha tenido que aprender a lidiar con la prensa y la opinión pública.

Mientras en su primer año se enfurecía con los comentarios de quienes criticaban sin comprender técnicamente los procesos, este año decidió asumir un cambio de estrategia.

“Tomé la actitud de que no importa que hablen bien o mal, siempre que no se falte respeto. Que digan lo que quieran”.

Miley sabe que esa actitud, en territorio tico, puede ser tomada como soberbia y generar anticuerpos, pero no le importa, no va “ni para diputado, ni para ministro, ni para presidente”: está aquí para cumplir su trabajo.