Frescos chapuzones

Las pozas, esos remansos de agua que hacían las delicias de los chiquillos de antaño, siguen de moda. Entre el Pacífico y el Atlántico, y a distancias accesibles del casco central, Costa Rica tiene pozas aptas para todos. El deleite es tal que la gente vuelve una y otra vez.

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Dice el nuevo diccionario de costarriqueñismos de Miguel Ángel Quesada Pacheco que a los remansos de agua detenida se les llama “pozas”.

El autor ha de tener razón al acreditar a los asiduos bañistas como responsables de bautizarlas. Es así como en nuestro país abundan estos atractivos sitios acuáticos.

La lista extraoficial incluye nombres como El barro, Poza rica, Poza azul, Las pilas, El salto, o la poca alentadora Poza del ahogado, entre muchas otras. El mapa de Costa Rica, a duras penas demarca dichos espacios, pues la tradición y el ‘boca a boca’ son los que se han encargado de popularizar estos destinos tan criollos.

Los visitantes se las ingenian para sacarle el jugo a la naturaleza en su expresión más auténtica; cada uno de estos lugares ofrece un paseo económico, entretenido y principalmente... mojado.

A pocos días de que terminaran las vacaciones escolares de inicio de año, salimos de gira en busca de algunas pozas del país. Y nos encontramos con turistas realmente avezados en el tema.

“Excelente medicina”

Viernes por la mañana. El río Turrubares le da la bienvenida a Heiner Barrientos y a su prometida, Tania Quirós. La pareja frecuenta esta localidad en sus días libres, cuando busca alejarse del trajín citadino y las responsabilidades laborales.

Los puriscaleños llegaron aquella fresca mañana con su perro Allan, un poco miedoso para nadar, pero obediente a las recomendaciones de su veterinario, quien le recetó terapia en el agua para curar la lesión que lo aqueja en una pata.

Los tres bañistas se estacionaron, desempacaron y... al agua pata... pato. Planificaron la visita con buen tiempo para que no se les quedara nada sin empacar. Los viajeros se presentaron con todo lo necesario para hacer larga su estadía: sánguches, plantilla de gas, frutas, cambios de ropa y hasta un colchón para secarse al sol.

“En las vísperas de entrada a clases, no cabe la gente aquí, pero vinimos hoy porque sabíamos que habría poca gente. Esta es una excelente medicina para el que busca la libertad”, aseguró Barrientos, quien ha ido a las pozas “de por el puente” desde niño, por tradición familiar.

Aunque aquel viernes los asistentes eran escasos, otros días, el río Turrubares recibe a locales y foráneos con espacio para hacer carnes asadas, pic-nics y hasta para levantar tiendas de campaña.

Aquí no hay quien cobre por el ingreso, no hay que registrarse en una recepción y tampoco hay que caminar con un brazalete en la muñeca como en muchos hoteles. Las diferencias entre ambas opciones, según varios consultados, son motivos por los cuales un espacio abierto como este se convierte en un posible paseo.

El río Picagres, en Desamparados de Puriscal, también es popular por la pureza de su agua. A diferencia del Turrubares, el cauce de este manantial baja tanto en verano que no es apto para nadar... principalmente porque no hay dónde.

Un vecino, Jacobo Oconitrillo, cuenta que en Semana Santa o en diciembre, el río crece y el ambiente se pone “llenísimo de gente de todo lado”.

Aguas aleccionadoras

A pesar de la caída del puente que comunicaba a Turrubares con Orotina, se mantiene alta la cantidad de visitantes a las pozas más conocidas. Este cantón josefino cuenta con siete fuentes de agua natural, incluyendo ríos y quebradas.

La zona conocida como Los playones, en barrio Lagunas, se ha convertido en otro punto recomendado para bañistas. Estas “playas en un río” se hacen extensas en verano por la disminución del caudal. La oferta del sitio incluye pozas de poca profundidad, donde minúsculos peces son atractivos para hacer snorkeling.

Tras 15 años de frecuentar los playones, Wílliam Brenes, oriundo de San Cayetano (San José), sigue visitando la zona cada vez que puede. Él y su familia se saben bien el camino a este otro punto del río Turrubares, pues poseen una finca a escasos 500 metros. “El agua es muy limpia y el verano es la época idónea para venir”, cuenta.

Brenes sufrió la pérdida de un tío suyo hace tres años, cuando, en ese mismo lugar, una violenta cabeza de agua le arrebató la vida y lo desplazó con la corriente.

Según Carlos Herrera, director del Departamento de Prevención de la Cruz Roja, el principal motivo de los ahogos en lugares abiertos es el exceso de confianza. “Aunque una persona sea excelente nadadora, puede tener problemas al introducirse a aguas con corrientes que varían de un punto a otro. Estamos obligados a reconocer la zona antes de bañarnos”, recomienda.

El experto asegura que es mejor preguntar a locales cuáles son las zonas más apropiadas para bañarse, ya que en algunos sectores es posible que aparezcan remolinos que podrían “jalar” súbitamente a cualquier nadador.

La Cruz Roja, así como la policía, acostumbran hacer rondas por las pozas más populares a lo largo de cada jornada, a sabiendas de que los turistas podrían requerir de su ayuda.

Remansos hacia el Caribe

La ruta 32, en el trayecto que conecta a Heredia con Guápiles, es otro buen punto de referencia para quienes busquen divertirse en el agua sin tener que desplazarse hasta el mar.

Luego de atravesar el túnel Zurquí y los fríos parajes del Braulio Carrillo, basta con asomar la cabeza por la ventana del vehículo para encontrar a más de un turista descamisado y en pantaloneta. Si los días han sido lluviosos, es probable que mermen los bañistas, pero cuando el sol brilla a más no poder, ¡al agua se ha dicho, que la poza invita!

La zona cuenta con una amplia oferta de ríos: Guácimo, Jiménez, Blanco y Costa Rica. Estos son apenas los que se divisan al transitar sobre carretera; sin embargo, los desvíos llevarán a más opciones para “chapucear”.

Víctor Mata, de 42 año, y su hijo Roy, de 15, fueron los primeros en visitar el río Costa Rica aquel caluroso sábado de enero. El padre ha heredado a su hijo la tradición de brincar desde el paredón hasta esta profunda poza; ahora los dos protagonizan esos chapuzones cuando visitan a sus familiares en Siquirres.

“Conozco este lugar porque hace 20 años, cuando jugaba en un equipo de futbol, pasaba por aquí. Me gusta porque es alejado de la calle y seguro. Además, me sirve para hacer ejercicios en el agua y enderezarme la espalda”, comenta Víctor, quien también va a pozas en San Luis de Santo Domingo de Heredia.

Cualquier fin de semana en el río Costa Rica, los turistas pueden contar con el cuido de su carro por ¢1.000, pues los guachimanes saben que ahí hay buena clientela, sobre todo los domingos. La bañada en el río sí es gratuita.

Más cerca del puente, entre lisas rocas, tres hombres se dieron un breve recreo sobre la ruta que toman semanalmente como parte de su trabajo como instaladores industriales.

Moisés Mercado, un peruano radicado en Costa Rica, dijo que por primera vez se detenían en este punto, tras cinco años de viajar a Siquirres. “Siempre había tenido la espinita de por qué había tanto carro por acá; la próxima traigo a mi gorda”, comentó mientras se refrescaba la cabeza.

Desviándose de la carretera hacia Horquetas, el río San José es otro punto conocido por los bañistas. Ahí, un club privado desvía agua a una piscina; sin embargo, se ve más limpio el cauce auténtico, con un suelo natural de piedras que cumplen la función de baldosas. El agua mansa mece a los flotadores como hojas sobre la superficie, mientras y el aire fresco emana paz y el sonido no es más que la banda sonora de la suave corriente.

“Aquí es tranquilo e ideal para los que disfrutan la naturaleza”, dice Jairo Sibaja, al tiempo que salpicaba con agua a sus pequeñas, Valeria y Nicole. Sibaja prefiere visitar el río que los balnearios, pues sostiene que el ambiente no es el mismo.

Si bien muchos ticos son expertos en el tema y hasta tienen sus pozas predilectas, habrá otros que nunca han ido a una. Tal vez para ellos sea el momento de aplicar el refrán que dice: “Nunca digas de esta agua no beberé”.