Freno a vía alteró la vida a pobladores fronterizos

Mientras jefes de hogar pierden empleo, bajan las ventas en los comercios

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Tiricias de San Carlos, Alajuela. Es como si un grave fenómeno natural hubiese hecho desaparecer en segundos a los habitantes permanentes y temporales de este pequeño caserío asentado en la margen derecha del río San Juan.

De pronto, cesó el constante paso de maquinaria pesada, el ruido de sus motores, el bullicio de los operarios mientras esperaban a que les sirvieran el desayuno o el almuerzo en la venta de comidas de Alonso Gamboa.

La tarde del viernes pasado, Tiricias de Cutris, San Carlos, parecía desolado. Sus pocos habitantes estaban metidos en la casa o en las fincas reinaba el silencio.

Se percibía un ambiente de incertidumbre y tristeza, totalmente opuesto a la alegría y el optimismo que se comenzó a respirar un año atrás cuando empezó la llegada masiva de equipo para la apertura de la trocha paralela al San Juan.

Sin necesidad de preguntárselo, Vilma Elizondo afirmó que la interrupción de la construcción de la ruta 1856 Juan Rafael Mora los tiene muy golpeados.

“Es un doble golpe económico y anímico que no lo esperábamos”, dijo Elizondo, para de seguido señalar: “Los que cometieron las aparentes irregularidades no tienen ni la menor idea del gran daño que nos han hecho”.

Elizondo, quien además tiene un negocio de abarrotes en la vecina comunidad de Llano Verde, dio razones.

“La llegada de las constructoras mejoró los ingresos de no pocas familias en esta zona donde lo que más falta son fuentes de trabajo.

”Por ejemplo, en la soda de mi hijo Alonso aumentó considerablemente la venta de comidas, pero ya el miércoles, cuando se ordenó la salida de los operarios por la suspensión de las obras, las ventas comenzaron a caerse”.

La disminución de ingresos también la siente Rodrigo Vargas, dueño de la soda La Plaza, en la localidad El Concho.

“Las ventas se están derrumbando. Estoy volviendo a los días en que eran malas”, expresó, con cara de gran preocupación.

Sin plata. Los efectos negativos también están presentes en San Isidro de Pocosol y una perjudicada es Lucrecia Molina, de 70 años.

Molina, quien sobrevivió a la explosión de una mina antipersonal que en 1988 mató a su hija Carmen, está preocupada ya que perderá los ¢40.000 que mensualmente le pagaba una de las constructoras a la cual le alquiló una vieja vivienda de madera.

“Esa platica, que era mi única entrada económica, me servía para comprar víveres”, afirmó la campesina, cuyo marido, por motivos de salud, ya no puede trabajar en labores agrícolas.

Entre tanto, otros vecinos perdieron su trabajo como guardas nocturnos en los improvisados planteles que abrieron las diferentes empresas que tenían contratos con el Consejo Nacional de Vialidad (Conavi).

“Han cometido un acto criminal con nosotros los que vivimos en esta zona.

”Parar el proyecto significa dejarnos sin comida. Por eso esperamos que si en realidad hubo corrupción, se castigue muy duro a los culpables”, declaró Eduardo Ortega.

Caminos aledaños. La interrupción de la construcción de la trocha también implica detener la reconstrucción de los caminos que entroncan con ella. Esto también es motivo de inquietud para los pobladores de la zona norte.

José Durán, vecino de Llano Verde, teme que en cuanto principie la estación lluviosa, el camino que los comunica con El Concho, que hoy está en tierra, se vuelva intransitable.

“Nosotros estábamos confiados en que pronto colocarían lastre, pero con lo sucedido vemos que no será posible y, por lo tanto, esperamos grandes dificultades para sacar productos agrícolas y traer víveres de Santa Rosa de Pocosol o Ciudad Quesada”, manifestó Durán.