Feliz a lo Pitágoras

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Víctor Hurtado Oviedo, editor vhurtado@nacion.com

Eso de ser presocrático nunca fue buen negocio. Los presocráticos pensaban que con ellos había empezado la historia de la filosofía occidental, pero resulta que todos debían esperar a que Sócrates naciera y a que escribiese sus obras completas, lo que nunca hizo pues fue hombre de pocas sílabas, excepto al hablar, cuando se lucía para salir en los diálogos de Platón.

Entre los presocráticos estaban Tales, Zenón, Parménides y Anaxímenes, y también Demócrito y Leucipo, cuyas ideas sobre el atomismo formaron la primera pareja de hecho de la historia de la filosofía.

Lo incómodo era que en Atenas ya se había pasado la voz de que, con los siglos, aquellos serían los presocráticos, y, cuando salían a pasear por el ágora, les gritaban:

–¿Y, presocráticos?

Eso ya era mucho irrespeto antifilosófico, y por actitudes inmaduras como aquella solía estallar cualquier guerra del Peloponeso.

Uno de los más célebres presocráticos fue Pitágoras. Poco se sabe con exactitud de su pensamiento pues al parecer no escribió nada, al igual que otros predicadores de la ética, como el Buda y Sócrates.

A Pitágoras se le atribuyen descubrimientos matemáticos asociados a la música y hasta una premonición del Big Bang, que causó el universo: así lo recuerda el helenista Francis Cornford en La filosofía no escrita (cap. II). Cornford agrega que Pitágoras fue el primero en aplicar la palabra cosmos (orden) al universo. Añadamos la poco filosófica apostilla de que cosmos también equivale a adorno, de manera que cosmos dio origen a cosmético .

Para su devotos, Pitágoras fue milagroso y tuvo el don de la bilocación pues lo veían en dos lugares a la vez. Este prodigio de ver doble es en particular asombroso pues los griegos echaban agua en el vino.

Pitágoras tuvo también un lado obscuro pues creó grupos cerrados que compartían secretos, y ya se sabe que todo secreto es sospechoso. Fue así el reverso de Sócrates y los sofistas, quienes disertaban en público pues pensaban que la filosofía es un bien de todos, no la obscura iluminación de una secta.

Pitágoras también fue un místico; creía que los números eran seres reales, y sus sectarios se llamaban mathematikói (eruditos); pero los números solo existen en la imaginación, y las matemáticas no son una ciencia, sino un método.

No hay retrato de Pitágoras, así que algunos aprovechan tal ausencia para no verlo ni en pintura: es el caso de Myles Bunrsyeat, helenista que, en la recensión Otras vidas (2007), trata a Pitágoras de dictador, anticientífico y fanático religioso, y, como matemático, cero.

El fanatismo de la secta saltó cuando dominó algunas ciudades y les impuso un régimen de “pureza” y miedo: una de esas dictaduras filantrópicas, a lo Savonarola, cuyo lema es “Tú debes ser feliz a mi manera”. De Pitágoras quedan un teorema, vagas leyendas, malos ejem-plos y polvo sobre polvo.