Europa no tiene salida

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Para la mayoría de los norteamericanos, Europa está fuera de la vista y fuera de la mente. Imaginamos que el momento más acuciante en su crisis de la deuda ha pasado. Italia tiene un Gobierno nuevo. Para acallar el malestar social, algunos países están relajando levemente sus políticas de austeridad. El Banco Central Europeo (BCE) ha estabilizado el mercado de bonos para los países deudores débiles. A pesar de los problemas, Europa se las está arreglando. Sean escépticos.

Esa es la principal conclusión de una charla, el otro día, con el economista Hans-Werner Sinn, del Peterson Institute, uno de los principales centros de investigación de Washington. Sinnes una figura controvertida en Europa. Ha sido un crítico habitual de las respuestas de Europa a la crisis y ha tenido rencillas públicas con, entre otros, el multibillonario George Soros. Sinn duda que lo peor ya haya pasado. (Reflejando la debilidad económica de Europa, el BCE cortó, el jueves, su principal tasa de interés a un 0,%.)

El problema básico, sostuvo Sinn, es que los años de crédito fácil disminuyeron el desempleo y elevaron la inflación en los países deudores. Como resultado, perdieron competitividad, especialmente, comparados con Alemania.

Entre los años 1995 y 2008, según señaló Sinn, los precios se elevaron un 9% en Alemania, un 40% en Italia, un 56% en España y un 67% en Grecia.

Cuando el crédito privado se agotó (Grecia, Portugal e Irlanda) o se vio amenazado (España, Italia), esos países quedaron a merced de entidades crediticias oficiales –los otros gobiernos de Europa, el BCE y el Fondo Monetario Internacional– y de su insistencia con respecto a la austeridad.

Los países deudores deben restaurar su competitividad, sostuvo Sinn. Solo eso reduciría los desequilibrios comerciales masivos europeos –los enormes excedentes de Alemania y déficits de los países deudores– y establecería cimientos para una recuperación económica. Lamentablemente, no hay una manera fácil de hacer eso, dijo. Según Sinn, Europa enfrenta tres posibilidades, todas ellas, malas.

Primero, puede continuar con la actual austeridad, que reduciría salarios y precios, con un agudo desempleo y una capacidad de producción inutilizada. Pero este tipo de austeridad dura está “destruyendo las sociedades” y sería lenta hasta la exasperación.

El desempleo de los jóvenes ya alcanza un 60% en Grecia, dijo, un 55% en España. ¿Cuánto más pueden aguantar estos países?

En última instancia, muchos entrarían en incumplimiento de pagos de su deuda gubernamental (como ya lo ha hecho Grecia) en lugar de someterse a una interminable tortura nacional.

Segundo, las naciones deudoras pueden recuperar su competitividad si Alemania elimina su ventaja de precios adoptando una inflación más alta. Incrementos de precios anuales de alrededor de un 5,5% o durante una década podrían ser suficientes.

“Alemania no aceptará (eso)”, dijo. La inflación alemana está ahora a alrededor de un 1% anual, y la tasa de desempleo es de un 5,4%, comparada con un 12,1% para la zona del euro (los 17 países que utilizan el euro).

Tercero, los países deudores podrían dejar de utilizar el euro temporariamente, restaurar sus monedas nacionales y volver a unirse a la zona del euro más tarde, tras mejorar sus economías. Eso involucraría entrar en incumplimiento de pagos, porque la mayoría de las deudas, depósitos bancarios, acuerdos salariales y contratos comerciales serían re-denominados en monedas nacionales (por ejemplo, el dracma griego). Habría efectos secundarios perjudiciales, dijo Sinn. Los pánicos bancarios serían inevitables, cuando los ahorristas trataran de obtener euros antes de que se produjera la conversión a monedas nacionales más baratas. Como en Chipre, los gobiernos podrían imponer controles de capital, restringiendo los flujos hacia y de sus países.

Quizás Europa puede “arreglárselas” con alguna mezcla de estas políticas, dijo Sinn. Pero no fue optimista: “Tenemos que tener un alivio para la deuda [en efecto: incumplimiento de pagos] en gran escala. ' Es obvio que algunos países obtuvieron demasiados préstamos y no tienen competitividad para pagar.”

El deprimente pronóstico de Sinn produjo una reacción. El economista William Cline, del Peterson Institute, dijo que es más probable que, si se predice un incumplimiento de pagos, ese mismo hecho lo produzca. La promesa del BCE de apoyar los bonos de los deudores había bajado las tasas de interés. Resucitar la posibilidad de un incumplimiento de pagos elevaría las tasas de interés y aumentaría las cargas de la deuda. Jacob Kierkegaard, también de Peterson, sugirió que el BCE puede proporcionar el crédito necesario para sostener los desequilibrios comerciales. La alternativa sería mucho peor.

En términos generales, Europa representa un quinto de la economía global, la cuestión no es quién tiene o no tiene razón. Nadie lo sabe, en realidad. Europa quizás esté fuera de nuestra vista y de nuestras mentes; pero no ha salido del atolladero. No hay una salida obvia para Europa y eso afecta al resto del mundo.

Robert Samuelson inició su carrera como periodista de negocios en “The Washington Post’” en 1969. Además, fue reportero y columnista de prestigiosas revistas como Newsweek y National Journal.