Estudios sobre el dolor crónico ganan Príncipe de Asturias 2010

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Oviedo, España. dpa Tres bioquímicos, quienes han consagrado su vida a indagar sobre las claves cerebrales del dolor, fueron galardonados ayer con el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 2010.

Los premiados son los estadounidenses David Julius y Linda Watkins y el israelí Baruch Minke, según anunció el jurado en Oviedo. “Estos investigadores han llevado a cabo descubrimientos que permiten una mejor comprensión de las bases celulares y moleculares de las diferentes sensaciones humanas, en especial la del dolor”, destacó el acta del jurado.

Según los jueces, Juliusm, Watkins y Minke abren la esperanza de paliar el dolor crónico, que es uno de los grandes retos que enfrenta la medicina actual. “(Ellos) identifican dianas moleculares a las cuales dirigir una nueva generación de medicamentos específicos para el tratamiento selectivo de diferentes tipos de dolor”, agregó el acta.

Julius es profesor y director del Departamento de Fisiología de la Universidad de California, San Francisco. Con sus estudios el probó la existencia de receptores específicos en las terminaciones nerviosas en la piel, llamados nociceptores. Estos receptores responden a aquellos estímulos de calor o frío que pueden causar dolor.

Por su parte, Watkins labora en el Departamento de Psicología y del Centro de Neurociencia de la Universidad de Colorado-Boulder.

Ella descubrió las células nerviosas no neuronales, denominadas células gliales, que son hasta 10 veces más abundantes que las propias neuronas. Aunque antes se creía que eran solamente células de sostén del tejido nervioso, los estudios de Watkins detectaron que las células gliales participan en la propagación del dolor por el cuerpo.

Finalmente, Minke es director del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Él descubrió un nuevo tipo de canales denominados TRP, que están implicados directamente en la percepción de las señales sensoriales. Concretamente, estos sensores biológicos convierten los estímulos externos en señales eléctricas que llegan al cerebro y hacen que experimente las diferentes sensaciones. Conocer este proceso podría ayudar a minimizar la percepción del dolor crónico.