Especial: El simio blanco cumple 100 años

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“Yo Tarzán'tu Jane'”. Esa frase nunca la dijo el hombre mono, como tampoco tenía “cara de idiota” , según las películas, ni era el semidiós renacentista de las historietas de Burne Hogarth.

Concebido hace 100 años, en octubre de 1912, por Edgar Rice Burroughs, el verdadero simio blanco era un genio, hablaba un inglés tan puro que tenía un ligero acento francés y dominaba con propiedad temas tan divergentes como la política y la literatura.

Hollywood convierte en oropel todo lo que toca y Tarzán, que nunca se doblegó ante el temible Kerchak –el mono que mató a sus padres –, pasó por el aro de fuego de los traficantes cinematográficos.

En un arranque de inspiración, pero más que todo para salir de una espiral de fracasos laborales, Rice Burroughs recuperó las fantasías arquetípicas de niños criados por animales: Rómulo y Remo, amamantados por la Loba Capitolina; Kaspar Hauser, el joven alemán medio persona y bestia; Mowgli el niño de la selva de Rudyard Kipling y hasta las teorías racistas del darwinismo social de Herbert Spencer.

El original “hombre mono” era en realidad John Clayton III, Lord de Greystoke, caído en desgracia tras la muerte de sus padres en plena selva africana; pero criado por Kala, una maternal mona peluda.

Como en los mitos griegos –profusamente leídos por Rice Burroughs– el héroe creció y se convirtió en un macho superdotado capaz de entrarle a trompada limpia y abrir en canal con su cuchillo a tres simios, un leopardo y dos leones; a uno de estos lo estranguló a mano pelada.

Aún más, antes de enamorarse de Jane, una inglesita exploradora que estuvo a punto de ser violada por un gorila, anduvo tras el rabo de Teeka –una auténtica monada–. Debido a las restricciones de la Liga de la Decencia, que regulaba la moralidad de las películas, Tarzán y Jane no podían tener hijos porque no estaban casados y por eso adoptaron a Boy.

En la novela original no aparece ese niño, ni siquiera la mona Cheetah, que tras su muerte real –en diciembre del 2011– a la provecta edad de 80 años, se reveló que era un macho.

El padre literario de Tarzán también escribió otras obras de ficción y las aprovechó para que este pasara de la selva a Pal Ul Don, la tierra de los dinosaurios, luchara contra los atlantes de Opar, redujera su talla para pelear contra los liliputienses y viajara a Pellucidar, en el centro de la Tierra. Y si eso fuera poco, el mismo José Stalin ordenó matarlo porque impedía la expansión del comunismo en Africa, pero fracasó como los nazis que intentaron invadir la selva.

Al margen de todas esas licencias literarias Tarzán fue, en el siglo XX, el paradigma del héroe tanto en la novela popular como en el cine, las historietas y la TV. Pero ante todo era el buen salvaje soñado por Rousseau, el “hombre autosuficiente” de la cultura gringa y enemigo a muerte de los traficantes de marfil.

Señor de la jungla Si bien el público conoció a Tarzán primero en las páginas de la revista All Star Magazine , y en formato de libro a partir de 1914, el cine lo sacó de las ramas y lo catapultó a las estrellas. El sitio Internet Movie Database registra 89 películas sobre el tema entre 1918 y el 2010.

Rice Burrouhgs era muy quisquilloso y para nada le gustaba Elmo Lincoln en el papel de Tarzán de los Monos , la primera película muda –de 1918 – sobre el héroe en taparrabo. Él prefería a Stellen Windrow, un actor que en ese momento estaba enrolado en el ejército. Pero, en sentido estricto, el primer hombre mono del cine fue Gordon Griffith, quien hizo de Tarzán-niño en esa cinta.

Hasta la fecha 20 actores diferentes encarnaron al simio blanco, desde exjugadores de futbol americano pasando por decatlonistas, nadadores, bomberos, salvavidas, modelos y gimnastas, reseñó la Enciclopedia del Séptimo Arte.

El único requisito para ceñirse el taparrabo era tener un cuerpo de tentación: el talento actoral era irrelevante. Cuando Johnny Weismuller, preguntó al director de la Metro Goldwyn Mayer –W.S. Van Dyke– por qué lo habían escogido este le respondió: “por su cara de idiota.”

Tras Lincoln llegó el bombero Joseph C. Pohler, quien protagonizó en 1921 La Venganza de Tarzán , ; pese al éxito hubo problemas contractuales con la productora y mejor regresó a su trabajo de apagafuegos en Nueva York.

La búsqueda de otro actor culminó de manera casual durante una fiesta realizada en casa de Rice Burroughs, ahí llegó James Pierce quien había sido jugador de futbol americano en Arizona. El novelista le ofreció el papel para Tarzán y el León de Oro, de 1927. Pierce solo hizo esa película pero conoció a Joan, la hija del novelista. Ambos se casaron y entre 1932 y1934 produjeron una serie radiofónica sobre las aventuras del selvático héroe.

A Frank Merril le correspondió sustituir al yerno del escritor. Era un consumado gimnasta con más de 58 premios en esa disciplina, fue policía y dobló a Elmo en las primeras cintas de ese actor. En 1929 interpretó Tarzán el tigre, que contenía unas cuantas escenas con sonido y tuvo el honor de ser el primero en desgalillarse con el mítico alarido.

En un breve paréntesis, Buster Crabbe protagonizaría Tarzán de las fieras, en 1933. Este era otro doble medallista olímpico en natación y en el cine revivió a dos de los grandes héroes de los años 30 del siglo XX: Flash Gordon y Buck Rogers.

Pero ser Tarzán no era comida de trompudo. Así lo reconoció Denny Miller –un rubio basquebolista– que lo asumió en 1959 con Tarzán el Hombre Mono , al confesar a la agencia EFE: “La mayoría de los actores que lo hicieron eran atletas, de los mejores en su disciplina. Tuve que nadar, que es algo que hago muy bien, también gritar, pero sonaba como un gato herido así que acabaron editando eso y usando el alarido de Johnny Weissmuller”.

El mejor mono Hubo más Tarzanes, pero Weismuller, Lex Barker y Gordon Scott impusieron un estilo particular, por su físico y por su carisma.

Weismuller tal vez fue no el mejor, pero sí el más famoso. Lucía como atestados cinco medallas de oro y una de bronce en las Olimpiadas de 1924 y 1928. Antes de actor fue modelo de ropa interior y era considerado un Adonis viviente.

El protagonizó 12 películas entre 1932 y 1948, ganó $2 millones y formó dupla con Maureen O’Sullivan –en el papel de Jane– y más tarde con Johnny Sheffield –el rubio Boy– para engordar las taquillas de la Metro y de la RKO.

Los productores de la Metro reescribieron, simplificaron y alteraron el Tarzán de las novelas y crearon uno más cinematográfico. Jane Porter cambió de apellido a Parker, introdujeron a Cheetah con sus piruetas, Maureen O’Sullivan aportó un toque erótico con sus diminutos trajes y a Weismuller le pusieron vestido entero para llevarlo a Nueva York en busca de Boy esclavizado por unos cirqueros; lo persiguió la policía por los rascacielos y al final ejecutó un memorable clavado desde el Puente de Brooklyn, que dejó a la chiquillada sin aliento en las butacas.

Johnny se marchó para filmar la serie de televisión Jim de la Selva y dejó la vacante a Lex Barker en Tarzán y la fuente mágica , de 1949. Barker era hijo de un millonario neoyorkino, hijo de los fundadores del estado de Rhode Island.

Como se dedicó a la actuación, en reconocidas obras clásicas de Shakespeare, fue desheredado y se buscó un empleo como operario en una fábrica de acero. La fama le llegó también por ser el marido de la tormentosa Lana Turner.

En cuanto a Gordon Scott ,este trabajó primero como bombero, vendedor y salvavidas en Las Vegas. Filmó seis películas, en 1955 interpretó Tarzán y la selva escondida . Con Tarzán y el safari perdido –de1957– se introdujo el color.

Los críticos consideran que Gordon fue el mejor de todos los actores, porque se ajustó al concepto idealizado por Rice Burroughs. “Fue un Tarzán maravilloso, que retrató al personaje como un hombre inteligente y amable, tal como lo había descrito mi abuelo”, afirmó Danton Burroughs, al Baltimore Sun .

El arribo de la televisión abrió otro canal de expansión comercial y Ron Ely, entre 1966 y 1970, protagonizó 57 episodios para la pantalla chica. Este era un Tarzán moderno, conducía autos, hablaba correctamente, estaba al tanto de la tecnología de aquellos años y sufrió continuos golpes por insistir en hacer él las escenas peligrosas, sin ayuda de dobles.

Los Estudios Disney produjeron, en 1999, Tarzán , que trató de apegarse al original literario pero con avanzados efectos digitales de animación y para algunos críticos fue la mejor cinta después de El rey león .

Un siglo después Tarzán sigue reinando junto a Cheetah, Tantor, Numa, Dango y Buto, animales que vivían en un mundo sin malicia, unidos por la amistad, la lealtad, la fidelidad, la solidaridad y la honestidad.